La Real Academia Española define al reto como una provocación o citación al duelo o al desafío. Muchos tienen una dimensión de desafío, ya sea competir contra alguien o contra uno mismo, o conseguir algo que requiere agilidad, inteligencia y destreza.
El concepto challenge se ha popularizado en los últimos años y triunfa porque involucran a mucha gente, desde celebridades hasta gente anónima, que pueden asumir el reto. A estos se los denomina los retos blandos, aquellos que son virales, transversales y universales, en los que no hay peligros: la participación es simple y muchas veces se realizan por diversión o por una buena causa.
La movilización es la clave del éxito de estos retos, porque la gente que participa en ellos pasa a ser un elemento activo que crea y comparte contenido. Sin embargo, además de los retos blandos hay un sinfín de fenómenos virales que son polémicos y peligrosos como el denominado “rompe cráneos”, que ha circulado en las últimas semanas. Y lo que impulsa a participar en ellos, en cierta medida, es la necesidad de pertenencia a un grupo específico.
Este tipo de retos por lo general tiene un público más joven, en especial adolescentes, que comparten los desafíos en sus redes. Pueden ser desde un simple momento de diversión hasta lo más complejo, al querer formar parte de algo, o ser tendencia con lo que estoy haciendo ya sea de forma positiva o negativa.
Y lo hacen por ese sentido de pertenencia, es decir, lo veo mal, pero por no sentirme excluido lo tengo que ejecutar, con todos los riesgos que ello implique. En un adolescente los sentimientos, su pensar y sentir son muy maleables. Posiblemente muchos padres hablan sobre los peligros de esos retos que atentan contra la vida de un individuo, pero el hecho de ser vistos bajo una plataforma, de tener comentarios o muchos likes puede hacer que la necesidad de mostrarse sea mucho más grande que la conciencia hacia el hecho en si mismo.
TikTok es un claro ejemplo de ello. Hay niños de 9, 10 y 11 años que están inmersos en esta aplicación, que en segundos muestra una determinada acción. Muchas veces por desconocimiento, no lo ven como algo peligroso que fomente odio o incluso la muerte. Varios de los videos compartidos por los estudiantes se los graba en los recesos, un espacio en el que se reproducen todo tipo de conductas. Ni la internet, el teléfono celular o la aplicación tienen la culpa del uso que se les otorga. Desde el hogar se debe enseñar a diferenciar los actos positivos y negativos que se difunden a través de las plataformas digitales e incluso en la vida “offline”.
En las instituciones educativas es importante la comunicación con los adolescentes y jóvenes, tal vez no desde el punto de vista docente-estudiante, sino buscar otras opciones como los Tiktokers que podrían hablar en las escuelas, utilizando el mismo lenguaje, es decir de chicos hacia chicos, comentándoles los pro y los contras de estas aplicaciones. El mensaje llegará y se fortalecerá mucho más.
La educación en valores es necesaria y urgente. La escuela para padres que se organizaba hace algunos años en los establecimientos educativos era importante y quienes han dejado de hacerlas deberían retomarlas como iniciativa para que esa relación escuela-familia sea mucho más arraigada.
Mientras un padre de familia y un profesor estén muy bien informados sobre estas aplicaciones será mucho más fácil comunicarse con hijos y estudiantes. Muy pocos padres han ingresado a una cuenta de TikTok para conocerla y analizarla. Si no se prueba la aplicación es difícil calificarla, tal vez se pueden encontrar cosas interesantes incluso para la educación, porque en cierta medida las redes están para educar a más de entretener. Es importante conocer las herramientas y no satanizarlas sin haberlas utilizado.
Nosotros somos parte de redes sociales como tal desde un inicio de la formación humana. En la actualidad, nos hemos establecido porque existen herramientas para comunicarnos y esas han sido una de las las mejores invenciones en esta ola del conocimiento. Todo depende de cómo se la utilice. Mucho se habla de que la tecnología deshumaniza a las personas. Sin embargo, hace años se podría decir que el mismo efecto causaban los periódicos o los libros. ¿Cuál es la diferencia entre leer un libro y el celular, si en ninguno de los dos casos existe un humano de por medio? La deshumanización tiene mucho que ver con la formación y cómo nosotros utilicemos las herramientas y no cómo las herramientas nos utilicen a nosotros. Eso es parte de una alfabetización digital que podría hablarse desde el punto de vista educativo y de comunicación. Es importante saber educar dentro del hogar con educomunicación (tradicionales y digitales) y analizar todo lo que sale de la pantalla de TV, del computador y del celular. Saber que están haciendo o cómo se están comunicando los niños, adolescentes y jóvenes es imprescindible.
La confianza empieza por no estigmatizar un medio ni decirle a los hijos, adolescentes o jóvenes, que no vea algo porque es malo, sino explicarle por qué lo es.
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