Los casos de coronavirus detectados en Ecuador provocaron una ola de especulación con determinados productos en los mercados, sobre todo los de limpieza y aseo personal. Es lógico que la oferta crea la demanda, pero no es posible que exista la sospecha sobre ciertos distribuidores de mascarillas, por ejemplo, que las hayan escondido para luego elevar los precios a niveles exorbitantes.
Lo urgente y necesario ahora es que los controles de las autoridades deben ser exhaustivos en toda la cadena de comercio. Pero también es importante que la población esté bien informada porque el uso de las mascarillas se justifica cuando hay una sintomatología.
Claro que también hay la prevención, sobre todo cuando se trata de ir a lugares públicos el uso de las mascarillas puede ser necesario para evitar cualquier riesgo.
Si bien las autoridades recomiendan no visitar sitios de concentración masiva, es propio de la idiosincracia latinoamericana, cuando hay estas crisis, buscar protección. El pánico estimula a la gente comprar cierto tipo de productos, sin importarle el precio.
El coronavirus puede crear un impacto en la economía ecuatoriana, a corto plazo, sin mayores consecuencias, porque está enfocado en la industria de la limpieza personal y ambiental. El problema de fondo es la especulación porque el diferencial entre el costo a que adquieren las mascarillas versus el precio de venta al público otorga un margen de ganancia bastante abismal, específicamente en la mascarilla N21 que es la que protege contra el virus.
Es necesario recordar que esas mascarillas no son reutilizables. Si alguien se quiere abastecer de ese producto, que ahora está en sesenta dólares el paquete de quince, se necesitaría comprar por lo menos unas cuatro cajas lo que significa 240 dólares de impacto directo en la economía de los hogares.
Lo que existe ahora es una especulación que genera otros problemas asociados con otras personas afectadas. Los niños que tienen cáncer, por ejemplo, necesitan esas mascarillas. Las sencillas son utilizadas por los odontólogos, por los médicos, por la gente que trabaja en el área de la salud en general.
Los casos de coronavirus detectados talvez genere un impacto alto en el rubro de la salud, porque las prestaciones por esta enfermedad o cualquier otra cubiertas por el seguro con lo que aportamos todos van a tener un mayor desembolso.
El sector comercial, en donde se practica el consumo masivo, ya sea en la calle o en los centros comerciales, también puede verse afectado. De hecho ya comenzó a circular en las redes sociales que están un poco vacíos.
Los restaurantes, comercios, centros de diversión nocturna tendrán un impacto directo. Es un golpe al sector turístico. En las actuales circunstancias, cuando se declara que un país tiene coronavirus comienzan a restringirse los viajes hacia esos destinos porque se podrá decir que son casos aislados, pero externamente se lee que Ecuador está con coronavirus. No se lee cuántos casos son.
Las medidas de prevención en los aeropuertos y fronteras para evitar el efecto multiplicador de este virus deben ser más estrictas. Y la importancia de los medios de comunicación tanto los canales estatales como de los medios privados es clave en estos momentos en el desarrollo de campañas de concientización para que la gente sepa cuál es la población de mayor riesgo, los mayores de edad y los niños de cinco años, según la información disponible en medios serios.
El impacto real de este virus en la economía, en el sector turismo sobre todo, se podrá medir en el mediano plazo cuando se haga una medición de la tasa de ingreso de extranjeros al Ecuador antes de la aparición del coronavirus y luego. Eso nos podrá facilitar indicador confiable de su real afectación.
El pánico, sin embargo, no puede llevar a desabastecer los supermercados. Es recomendable tener una bodega con productos no perecibles para cualquier emergencia, pero hasta ahí. La gente pensó que estábamos en guerra.
El pánico empezó a crecer talvez porque no hubo una adecuada comunicación. Por suerte este tema explotó después del feriado del Carnaval porque si estallaba antes el efecto en el sector turístico hubiera sido catastrófico.
En estos momentos son claves las campañas de información y prevención. Cuando apareció lo del dengue uno se escondía, no podía salir a jugar fútbol, igual pasó con otras enfermedades que son producto del clima tropical. Una campaña que debe ir de puerta en puerta para quitarle a la gente el chip del pánico y ponerle el de la prevención.
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