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Que no les tiemble el pulso

César Montaño Galarza
Universidad Andina Simón Bolívar
lunes, febrero 10, 2020
Hay tanto que corregir en este país. Corresponde exigir que no les tiemble el pulso a las autoridades nacionales para impulsar políticas y aprobar leyes necesarias para el Ecuador
Tiempo de lectura: 2 minutos

En esos términos arengó hace poco la alcaldesa de Guayaquil a los policías a disparar contra delincuentes cuando corra riesgo la vida de algún inocente. Obviamente, una expresión así debe tomarse con pinzas, pues a la sazón debe abrirse un debate informado sobre las políticas y regulaciones más idóneas para combatir la delincuencia en el país, también debe trabajarse a fondo en la capacitación a efectivos policiales. Eso sí, no es discutible exigir pulso firme y sin dilación para exterminar la corrupción, misión que involucra a todos.

Hay tanto que corregir en este país que cualquier esfuerzo en este sentido se parece a una gota en el océano; perdimos el rumbo obnubilados por la política de unos desaprensivos que llegaron al poder y quisieron hacerse con él para siempre, como encantadores de serpientes engañaron y manipularon al pueblo, con típicas prácticas populistas y clientelares repartieron migajas a cambio de consolidar el totalitarismo para imponer una sola voluntad; construyeron un aparato de corrupción nunca visto en el país. Estas anormalidades liquidan la democracia, por lo que para combatirlas se requiere firmeza en las decisiones y acciones.

Corresponde exigir que no les tiemble el pulso a las autoridades nacionales para impulsar políticas y aprobar leyes necesarias para el Ecuador; a los jueces cuando deban enjuiciar y sancionar por asuntos de cohecho, peculado, tráfico de influencias, delincuencia organizada, concusión, lavado de activos, asociación y enriquecimiento ilícitos, falsificación de documentos y firmas; a los agentes de tránsito cuando conductores vulneren la ley poniendo en peligro a las personas; a rectores o directores de planteles educativos donde se perpetraron abusos sexuales a menores; a las autoridades universitarias cuando se descubre la deshonestidad intelectual y la entrega de títulos obtenidos fraudulentamente; a los padres de familia cuando de inculcar valores y principios se trate. (O)

Texto original publicado en El Telégrafo

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