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¿NUEVAS ORFANDADES Y TERROR SIN FIN?

Jessica Jara Bravo
Universidad Católica de Santiago de Guayaquil
domingo, enero 12, 2020
Otra espera, ¿será la de Joyce, con su certeza de que su obra sería trabajada por los universitarios durante doscientos años? El poeta Rimbaud, en cambio nunca confió en el “Ven… te esperamos, te queremos” de los escritores, lo que más bien lo empujaba a la errancia
Tiempo de lectura: 8 minutos

El psicoanálisis en el empuje a La feminización del mundo actual

“Es lógico que en la época del no-todo se tenga en cuenta el fenómeno de feminización. Si el Otro no existe, por qué no yo en su lugar. Eso explica el fenómeno de la dama de hierro”.

Jacques-Alain Miller

Asisto a este Encuentro de Estudiantes de Psicología con gusto. No es el primero en Guayaquil, como hemos recordado en una reunión del cartel, en el que indagamos sobre “Niños afectados: sutiles soluciones, bajo transferencia”. Sin embargo, lo que ha logrado este Encuentro es que se reúnan las Asociaciones de las Facultades de Psicología de: la Universidad de Guayaquil, la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. Y la ASEUP. De ese modo, los estudiantes de psicología convergen, conversan, hacen lazo social.

Es importante hoy preguntarse por el rol de psicólogo, ¿es su función sólo evaluar, diagnosticar e intentar reeducar la pulsión, al viejo estilo de “La naranja mecánica” de Kubrick? ¿El discurso universitario les da recursos para atender los nuevos síntomas, que van al ritmo vertiginoso de la adicción contemporánea? ¿Cómo actúan los psicólogos ante las demandas del sistema judicial, en pleno empuje a la legislación y protocolarización del mundo, ante la caída del Nombre-del-Padre?

Los psicólogos no medican, aunque usan explicaciones neurocientificistas, como lo ha indicado ya Antonio Aguirre. Y, ahora que se impone el “psicólogo generalista”, una de sus derivas es la reducción del psicólogo a la labor preventiva y a volverse un funcionario para el biocontrol social.

En general, el psicólogo tapona con sentido el agujero que se abre cuando la realidad fantasmática de un sujeto tiembla. La religión también lo hace. En general, eso se cura sólo, con el tiempo; primero, los sujetos se angustian y luego, el fantasma se reacomoda. Pero no es así en todos los casos. A veces, el psicólogo también se angustia y va al análisis; lo que es una posición ética válida.

El psicoanálisis no es psicología ni religión. El psicoanálisis opera sin alimentar el sentido de los síntomas, no nutre ni siquiera el sentido delirante. El deseo del analista lo lleva a orientarse por lo real de los síntomas que mortifican al sujeto. El analista busca producir la diferencia absoluta. La vía del psicoanálisis es la del análisis personal, el control de la práctica y el estudio en carteles, vectorizados en nuestro caso, a la Nueva Escuela Lacaniana.

Ahora bien, voy a tomar para trabajar lo que me resuena del título que anima este Encuentro: “El rol de la psicología en las generaciones venideras y su impacto social”. Primero tomaré: “las generaciones venideras” y luego: “su impacto”.

LAS GENERACIONES VENIDERAS

Esta pre-ocupación por las generaciones venideras me hizo recordar un seminario del psicoanalista Jacques-Alain Miller dictado en Bogotá en el 98, que se publicó como “Estructura, desarrollo e historia”. Para ubicarnos, Miller, al igual que Lacan, denosta la perspectiva del desarrollo, pues implica un progreso, una trayectoria normalizada, estadíos e ideales, llegadas y déficits (p. 38) El desarrollo para Miller es un vector, al que cruza la resignificación histórica de lo ocurrido.

Ahora bien, allí Miller da una indicación operativa sobre la diferencia diagnóstica entre neurosis y psicosis: El neurótico piensa en el pasado; mientras el psicótico, en el futuro.

Para el neurótico el pasado fue mejor, hay algo que perdió y que no puede de recuperar; lo que produce su falta en ser y vuelve su deseo insatisfecho o imposible. Lo cierto es que, ante la regla analítica de decir todo lo que se le pase a uno por la cabeza, los analizantes hablan del pasado, buscan nuevos sentidos e interpretaciones de lo que le ocurrió; porque como indica Lacan, el sujeto nace malentendido, y la historia está hecha para darnos la idea de que algún sentido tiene.

Esto aunque hoy, en la época del presentismo de la web y el horrorismo de la deep wep, el imperativo superyoico empuja: a vivir el momento, ¡Vive el momento!, a actuar: ¡Sólo hazlo!, ¡Atrévete!, ¡Goza!, obligando a mostrarlo todo ante un público anónimo y beligerante. Ese activismo provoca vértigo y así recibimos en consulta a sujetos que buscan a alguien que los detenga, antes que la policía; que les permita preguntarse: “¿qué es lo que quiere el Otro?”, es decir alguien para hacer una pausa e interpretar los signos de amor y de odio; “¿por qué me manda esto, a mí?”, al producirse una cierta paranoidización. Hasta llegar al “¿qué es lo que quiero?”, la pregunta por el deseo que lo causa.

El futuro y la espera

El psicótico, al encontrarse fuera del delirio común y las creencias, no busca interpretaciones sino explicaciones para sus preguntas por el ser y sobre lo que le ocurre en el cuerpo. El delirio toma de lo social, y si están en auge las teorías neurocientificistas, un sujeto puede tomarlas tanto como las religiosas. Así, un muchacho me dijo que hace un año le dio “parálisis cerebral”, y me explicó que el cerebro tiene dos partes, una para despertar y otra para dormir. Como a él le da, más bien por dormir, puede salir de eso pensando en cosas cotidianas como “prender y apagar la luz”. A este adolescente –llamado asperger- la historia no le sirve. Tampoco su padre tiene “crédito” para él, ninguno: ni financiero ni del creer.

Miller destaca que un sujeto se aleja de la coyuntura del presente cuando está tan tomado por la presentificación del futuro, lo cito: “diremos que se aleja de todo, y lo podemos encontrar en una habitación, sólo, descuidándose… leyendo el libro del Apocalipsis, esperando el fin del mundo” (p. 32). Miller admira del psicótico su esfuerzo para construir un orden del mundo, una explicación total, a medida; mientras nosotros con el Nombre-del-Padre no nos preocupamos (p. 84).

Generalmente, en las psicosis extraordinarias hay una espera-delirante, una espera del fin del mundo (el apocalipsis, desde la religión), de una transformación de la humanidad o del sujeto mismo. La transformación de Schreber, sobre el que escribió Freud, era un empuje a La mujer, a ser “La mujer de Dios”, la mujer que le falta a Dios, encarnando la excepción.

Otra espera, ¿será la de Joyce, con su certeza de que su obra sería trabajada por los universitarios durante doscientos años? El poeta Rimbaud, en cambio nunca confió en el “Ven… te esperamos, te queremos” de los escritores, lo que más bien lo empujaba a la errancia.

Para Freud, el delirio se presenta como “un parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior” (Tomo XIX p. 157). La explicación del psicótico ante la catástrofe, el derrumbe subjetivo, se desencadena cuando ese padre imaginario que daba algo de sostén, retira su apoyo. Entonces, reaparece el padre en lo real de la alucinación. Y empieza el trabajo de construcción de un delirio, para reordenar el mundo. Así, una joven supo decirme en pleno desenganche, cuando fue traída de urgencia: “no se puede sacar un parche, sino se pone otro”.

Pero además, Miller habla de otras psicosis que a veces no se las percibe pues no tiene grandes delirios sino que se puede ubicar con índices tenues, porque la forclusión se presenta a través de desvaríos, a veces imperceptibles o que podrían entrar en otras estructuras. Se trata de un pequeño delirio; una pequeña dificultad para relacionarse con los otros, como por ejemplo el ser un colado; un problema en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en un sujeto. Esta nueva clínica de lo sutil, nos ubica de hecho en la singularidad, en el psicoanálisis.

Cada generación se hará cargo de lo que le corresponda, dejarles lo suficiente para que puedan hacer algo, pero no tanto como para que no puedan hacer nada.

CUANDO EL PADRE QUE IMPACTA SE AUSENTA, CUNDE EL PÁNICO.

Lo que marca la actualidad no es el patriarcado sino el declive de la función paterna, y es lo que desde el psicoanálisis se ubica como un empuje a La feminización del mundo. Lo que no se trata de volverse todos mujeres, sino de la primacía de un empuje a gozar sin límites, al derecho al goce. Cuando la norma fálica no marca más el límite del goce, surge el terror. Pero también, en un más acá o más allá, existe un hacer femenino, un acto analítico, que inconsiste, indemuestra, indecide, incompleta los mandatos del superyó que empuja al goce ruinoso.

Caso 1. “Su orfandad es una manera terrible de violentarlo, pero más vale un final terrible que un terror sin final”. Un suicidio, después de una denuncia de METOO.

Sobre la caída del padre les traigo el caso del suicidio de Armando Vega Gil, fundador y bajista de Botellita de Jerez, tras acusación de #MeToo. Según las noticias, horas antes, Armando publicó en Twitter sus intenciones de quitarse la vida luego de que una chica lo denunciara en la cuenta de #MeTooMusicosMexicanos, creada para denunciar acosos y abusos en la industria musical.

Armando relató que esta chica lo acusó de haberla acosado y abusado cuando ella tenía 13 años; asegurando, antes de morir, que la denuncia era falsa. “(U)No de mis oficios más importantes es escribir y cantar para chicos, además, soy padre de familia. Siempre me he esforzado por la defensa a los derechos universales de los niños, estoy en contra de su explotación y maltrato”.

Aunque el bajista reconoció que quien lanzó la acusación está en todo el derecho de hacerlo. “Es un hecho que perderé mis trabajos, pues todos ellos se construyen sobre mi credibilidad pública. Mi vida está detenida, no hay salida. Sé que en redes no tengo manera de abogar por mí, cualquier cosa que diga será usada en mi contra”. Este es en sí un dicho de la policía, y da cuenta de una encerrona que lo lleva al pasaje al acto, a salir de la escena del mundo.

El músico lamentó el daño que su suicidio le causará a su hijo. “Debo aclarar que mi muerte no es una confesión de culpabilidad, todo lo contrario, es una radical declaración de inocencia; sólo quiero dejar limpio el camino que transite mi hijo en el futuro. Su orfandad es una manera terrible de violentarlo, pero más vale un final terrible que un terror sin final. La única salida que veo frente a mí es la del suicidio, así que me decido por ella”.

De acuerdo con el diario “Publimetro”, el post con la acusación en contra de Armando fue borrado.

2. Si el padre no impacta, se encontrará algo mejor o… peor. Caso: Ayuwoki.

A Miller le preguntó el semanario francés Le Point: “¿El hombre juega a provocarse miedo?” (2008). Y él respondió: “Sí, el carnaval de los miedos tiene ciertamente una dimensión lúdica: un miedo caza a otro, hay miedos de moda, se inventan miedos, el público pide miedos. Pero lo que no es un juego es que más acá de esos miedos multiformes y siempre renacientes, lo que expresan y camuflan a la vez: (es) una angustia social difusa y cuyo objeto está velado”.

De un horror de moda, viralizado, me contó una niña de diez años en una sesión, con una risa nerviosa, actuando mucho para hacerse la descreída.

Me habló del “Ayuwoki”, del que dijo que venía de una canción de Michael Jackson, que dice “¿Annie are you o.k.?” (Smooth Criminal). Esta frase se contrae, lo que implica un uso del lenguaje muy interesante por volverse una suerte o mala suerte de equivoco homofónico. Es el paso de la pregunta tan usual ¿estás bien?, a dar un nombre a lo siniestro, a la mancha que perturba; en tanto que eso familiar se vuelve extraño.

El Ayuwoki se te presenta en la noche, me dijo. Ustedes ya saben el resto, del Heee Heee a las 3 de la mañana, a la hora del diablo… Si se aparece se debe acudir al grito “EO” de Freddy Mercury.

Entonces, hay que dormirse antes de esa hora. Pero atención, no lo dice el padre que se autoriza a mandar a sus hijos a dormir para cumplir su función, para hacerse un tiempo con su mujer; sino que es el “escalofriante meme viral del momento” quien ordena dormir. Y ya nadie puede.

En ese momento, cabía una pregunta, ¿era un delirio en construcción de esta niña inteligente y por demás conversona, quien solo dice del padre “nos llevamos bien”?

No servía buscar en internet en frente de ella, para leer toda la parafernalia que hay allí al respecto.

Una amiga ahora me dice que lo del “Ayuwoki” debe ser parte de la campaña publicitaria del documental en contra de Jackson, acusándolo de violación de menores.

Pero, el punto es que la niña me dijo que esto no es de ahora, que ahora se ha vuelto viral*, pero que nació en el 2009. A lo que le respondo, “¿Cómo usted?”. Risas por witz. Corte de la sesión.

Es de ese Ayuwoki, objeto escondido en de cada uno de ustedes, sobre el que se habla y se hace hablar, en un psicoanálisis.

 

Exposición en el Encuentro de Estudiantes de Psicología: “El rol de la psicología en las generaciones venideras y su impacto social” (Abril, 2019).
* El usuario “thomasrengstorff” subió a YouTube: “My Ghoul Jackson’ Animatronic Sculpture”.
Pd. Lo publico ahora, en dirección a las próximas Jornadas de la NEL en Bogotá: “Lo imposible de soportar en la infancia” (http://www.jornadasnel2020.com/)
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