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El Niño Viajero

Juan Tibanlombo (+)
Dialoguemos EC
martes, diciembre 24, 2019
El Pase del Niño Viajero también se ha convertido en una celebración de la migración, en un modo de recordar que Ecuador fue y es un país de migrantes. De ahí la importancia de celebrar estos momentos con propios y extraños, con aquellos que no tienen un techo, con quienes trabajan en esas horas, con quienes no...
Tiempo de lectura: 2 minutos

Unos 400 carros alegóricos y algo más de 8.000 personas participaron en la tradicional festividad del Pase del Niño Viajero que cada año se celebra en Cuenca el día de la celebración de la Nochebuena o previo al día de Navidad o Natividad de Jesús celebrado por el mundo cristiano y por los no creyentes por ser un día para acercarse a la familia, los amigos y compartir momentos de solidaridad con toda la gente, con la que conocen y con la que no, con la que ven a diario y con la que ignoran en sus rutinas cotidianas.

El Niño Viajero se ha construido en el imaginario popular como una fuente de milagros, no siempre explicados por la fría razón, en su sentido más estricto, y que solo pueden ser colmados por los poderes sobrenaturales, atribuidos muchas veces a una efigie o una devoción, a los autores de los milagros, a esos que provocan efectos sin causas visibles o aparentes, como la magia o como los magos.

La celebración desde hace años rebasa los límites familiares, gracias al entusiasmo y alegría de propios y extraños que participan en la velación, la misa y la procesión tras la cual los priostes convidan a beber y degustar las comidas típicas de la zona como el cuy, la gallina chancha, las papas y el infaltable mote.

La fiesta llena de músicos, niños cantores y comparsas en medio de vestidos brillantes y bordados deslumbrantes, entre luces multicolores y nubes de incienso, ha rebasado lo local para convertirse en una celebración no solo nacional, sino internacional por la llegada de muchos migrantes para acompañar a sus familias y amigos. Además de los turistas que ya identifican la celebración como un referente nacional.

El Pase del Niño Viajero también se ha convertido en una celebración de la migración, en un modo de recordar que Ecuador fue y es un país de migrantes, de gente que se aleja y permanece cerca. De ahí la importancia de celebrar estos momentos con propios y extraños, con aquellos que no tienen un techo, con quienes trabajan en esas horas, con quienes no, con quienes no creen en la Navidad, con los generosos, con los Ebenezer Scrooge, con quienes deambulan en un busca de una oportunidad, de una esperanza, de una luz por más fugaz que fuera, con esas personas que se ignoran y están salvando al mundo, según las palabras de Jorge Luis Borges.

 

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