Luego de la XII Conferencia para América Latina y el Caribe de la Sociedad Internacional para la Investigación del Tercer Sector (ISTR) llevada a cabo en Medellín en la Universidad EAFIT – entre el 2 y 5 de julio de 2019-, es importante reflexionar sobre algunos puntos que surgieron, principalmente, en el encuentro de doctorandos -actividad realizada como parte de la Conferencia- y que, de acuerdo a su posibilidad de aplicación inmediata, vale la pena compartirlos, ya que ayudan a responder la pregunta: ¿cuáles son las características de un buen investigador?
En primer lugar, quedó claro que un buen investigador es una persona con dosis elevadas de curiosidad, ya que siempre se está haciendo preguntas que, al final, son las guías para encontrar respuestas a las variadas inquietudes que surgen en su mente; teniendo esas respuestas el respaldo de los hallazgos que, generalmente, tienden a tener como origen el espacio de la teoría o el mundo de la data empírica cualitativa o cuantitativa. De ahí, a grandes investigadores, como Leonardo Da Vinci -por citar un ejemplo-, la historia los ha reconocido como personas que han contribuido a diversas disciplinas científicas a base de aportes investigativos soportados en la creatividad e innovación de los métodos que usaron y de los hallazgos que presentaron con altas dosis de flexibilidad adaptativa a los cambios que se van dando en los sujetos y objetos de investigación, obligándole, así, a replantearse temas, teorías, técnicas y métodos investigativos acordes a una realidad que, de por sí, es altamente cambiante.
A esa capacidad innovadora hay que sumar, como un factor actitudinal clave del investigador, la pasión que tiende a poner al momento de dar prioridad a determinadas líneas temáticas de investigación; por ejemplo, hay investigadores apasionados por las plantas, otros por los comportamientos sociales, otros por el derecho, la economía, la antropología, las matemáticas, el medio ambiente, la medicina, la historia, etc.
Ahora, claro, esa creatividad y pasión investigadora deberán quedar plasmadas en documentos que, en última instancia, sirvan para que algún actor social los use para un fin que ayude a mejorar las condiciones del mundo actual y/o futuro; caso contrario -como lamentablemente terminan muchos esfuerzos investigativos-, los productos de la investigación quedarán como letras escritas para la discusión “cerrada” entre pares académicos, la sumatoria de puntos para los procesos de evaluación docente, o, simplemente, para que se llenen los anaqueles físicos o sitios digitales en donde reposan los informes de investigación que, en muchos de los casos, carecieron de un proceso efectivo de difusión colectiva y colaborativa.
Un buen investigador, también -sobre los principios éticos practicados de forma permanente-, dice las cosas como son y no cómo quieren escuchar determinados grupos que, por motivos grupales -y no de la sociedad en su conjunto-, muestran interés condicionado por los resultados investigativos. Un ejemplo de ello es lo que sucede con ciertas empresas productoras de medicamentos o alimentos que buscan evidencia científica -mucha de ella financiada, para su obtención, por esas mismas industrias- para justificar que determinado producto sí es benigno para la salud humana a pesar de que los estudios científicos tendrían recomendaciones distintas. También, ciertos representantes del poder político, muchas veces, buscan tomarse las universidades o centros de investigación para convertirlos en medios que ayuden a decir que lo que hicieron, hacen o pretende hacer “está bien”.
Otro punto a resaltar dentro del análisis de las características del buen investigador es que, cuando este se involucra en diferentes tipos de proyectos, siempre ve en ellos oportunidades para la reflexión y la crítica propositiva –pensamiento crítico– sobre lo que ocurre en la vida real, desarrollando para ello la habilidad de pensar y aportar con ideas frente a lo que no está funcionando bien; siendo mucho de ese mal funcionamiento vinculado a lo que hacen quienes están al frente del poder político y económico imperante en una nación que, si no son neutralizados a tiempo -con una crítica debidamente argumentada-, simplemente, con el pasar del tiempo tiende a absolutizarse como medio para restringir las libertadas individuales y colectivas. En definitiva, desde su rol crítico, el buen investigador se convierte en la voz del resto de la sociedad -sobre todo de la indefensa y que no tiene plataformas para expresar su descontento- al exponer su crítica sobre aquellos episodios sociales en que hay abusos, inequidades e injusticias; lo interesante de esta posición crítica mostrada es que se logra posicionar en la sociedad como un aporte respetable gracias a la teoría y metodología que tienden a estar detrás de los estudios serios con enfoque científico que realiza, en donde, la rigurosidad siempre está latente sobre la base, como se acaba de señalar, de referenciales teóricos -teorías y el estado del arte- mezclados con modelos metodológicos sólidos que, con el pasar del tiempo, se pueden se convertir en referentes para futuras investigaciones.
En medio de todas estas virtudes investigadoras, es importante resaltar la presencia de un ingrediente adicional y fundamental llamado humildad del buen investigador, la cual se tangibiliza cuando quien investiga siempre está pendiente -considerando que el mar del conocimiento es gigante y casi infinito- de recibir la colaboración de otros especialistas pertenecientes a otras disciplinas que, creando los espacios apropiados, son la fuente de los esfuerzos inter y transdisciplinarios que todo buen trabajo de investigación requiere para llegar a los resultados esperados. En definitiva, con ello, también se evidencia que es un enamorado del trabajo en red, ya que sabe que el networkinges fundamental a la hora de ir construyendo su futuro investigativo, en donde, los colegas de otras disciplinas y nacionalidades aportan con ideas que, a la postre, potencian lo que viene investigando y, además, incluso le permite beneficiarse de los estudios comparados entre disciplinas y nacionalidades de origen distinto.
Considerando su preocupación por el trabajo cooperativo y colaborativo, es reconocida su tendencia a ser un gran caza talentos a la hora de invitar e incorporar a jóvenes promesas investigadoras -muchos de ellos sus propios estudiantes, a los cuales se debe su razón de ser en las aulas y laboratorios-, en donde lo actitudinal y lo técnico es la mixtura a ser impulsada en esos nuevos investigadores que, al inicio, tiene una gran energía para realizar estudios con alto contenido de trabajo de campo; además, hoy en día, son los adelantados en el manejo de herramientas tecnológicas de soporte que, los investigadores senior, se ven beneficiados al compartir, de manera intergeneracional, espacios similares de investigación científica.
Otras características del buen investigador tienen relación con el predominio de una mente abierta para aceptar los aportes de otras disciplinas; es un enamorado por palpar de forma directa la realidad que está investigando; busca construir alianzas a través de redes de investigadores; es creativo, identifica soluciones diferentes; se preocupa por difundir el conocimiento que genera a través de la publicación en libros y revistas; saca -ajustado a las megatendencias globales actuales- el mayor provecho del apoyo de las TIC como facilitadoras y mejoradoras de los procesos investigativos; es perseverante, logra franquear los obstáculos que, normalmente, se presentan en el camino; es disciplinado en cuanto a la programación del tiempo y a los modelos teóricos y metodológicos que los definen como referentes de la aventura investigadora; sabe que los objetivos deben a ser mantenidos hasta el final, lo que cambia es el cómo se investiga -que tiene que ver con la teoría de soporte y la metodología usada-; sabe y reconoce las limitaciones de su investigación a la hora de generalizar lo hallazgos encontrados como producto del estudio realizado; tiene la capacidad para dejar sentadas ideas sobre nuevas investigaciones -como aporte para futuros estudios realizados por el mismo u otros colegas investigadores-; es ético y respeta la propiedad intelectual; investiga no solo por ganar dinero y/o ganar puntos para procesos de evaluación académica, pues ante todo lo hace para ver cómo aporta a la sociedad en general con los estudios que realiza; no tiene horarios fijos para ir explicando sus hallazgos; a veces su auto, un parque o cualquier sitio son fuentes inspiradoras de ideas -un pequeño papel puede ser su lugar de registro y, así, evitar que las ideas se esfumen-; es una combinación de inspiración, creación y transformación del conocimiento existente; es un soñador con su mente, pero tiene anclados sus pies a la tierra; es humilde, cuando se graduó, entendió que el momento posdoctoral es para servir a la sociedad a través de la investigación y no solo es un tema de pretexto para aumentar su ego personal.
Finalmente, como se puede ver, un buen investigador es el que disfruta, aprecia y comprende lo que hace, pensando, siempre, en cómo aportar a la sociedad desde los distintos espacios disciplinarias que, cada día, se vuelven más inter y transdisciplinarios debido, como ya se señaló, a la intensificación de la complejidad que tiende a estar presente en todos los ámbitos en los que se desenvuelve el mundo actual y que, pensando en su futuro, la situación será aún más compleja desde lo político, económico, social, tecnológico, legal-institucional y medio ambiental. Por esta razón, sus investigaciones son pensadas -como estrategia contextualizadora- de forma global a pesar de que los objetos de investigación están situados de forma local. Esta forma de pensar y actuar le permite alinearse a las tendencias globales y, además, generar conocimiento que ayude a reflexionar sobre lo que sucede en su entorno de vida más cercano, beneficiando, así, a la comunidad local gracias a que con los resultados de sus estudios puede ayudar a generar insumos orientadores para la solución de problemas, satisfacción de necesidades y/o aprovechamiento de oportunidades que están presentes en la realidad local objeto de investigación científica que por su naturaleza tiende a ser altamente cambiante.
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