“Navidad es Cristo, es perdón y reconciliación. Cuando retorne la Patria, prometo no vengarme de quienes pretendieron forjar contra mi pruebas que nunca encontraron, incluso ofreciendo impunidad; a quienes violando la ley me persiguen a cambio del aplauso de cierta élite odiadora”, escribió el exsecretario Jurídico de la Presidencia, Alexis Mera, en su cuenta en Twitter, el 25 de diciembre de 2019, desde su arresto domiciliario.
Cuando el príncipe Hamlet intuye que hay algo oculto en la súbita muerte de su padre, el rey de Dinamarca, en sus cavilaciones pronuncia una frase convertida en sinónimo de cierta putrefacción de la sociedad: ¡Algo huele mal en Dinamarca! Razones no le faltaron; conforme avanza la trama de una de las tragedias más famosas de la humanidad, de la pluma de Shakespeare, sale a la luz que la muerte de su padre no ocurrió por causas naturales, sino por la ambición del perverso Claudio, tío de Hamlet y hermano de la víctima.
Algo huele mal en la sociedad ecuatoriana, cuando el poderoso exsecretario Jurídico del expresidente Rafael Correa ofrece todo magnánimo no entregar la cabeza de sus enemigos al puñal. Los odiadores sin poder pasaron de la noche a la mañana a ser magnánimos, bondadosos, cristianos…
Algo huele mal en la sociedad ecuatoriana, cuando el poderoso exsecretario Jurídico del expresidente Rafael Correa inconscientemente ofrece su magnanimidad para cuando vuela la Patria, porque desde su razonamiento la Patria solo puede ser su expresidente y su círculo, la mayoría en prisión, prófuga de la justicia, escondida en una Embajada o despachando en una oficina pública con grillete electrónico.
Algo huele mal en la sociedad ecuatoriana, cuando quienes daban por sentado la consumación de un golpe de Estado en octubre y el retorno al poder de su exlíder ahora hablan de persecución política. Y repiten en una especie de desvarío: ¡Cuando retorne la Patria! Porque en sus razonamientos la Patria tiene un nombre y apellido desgastado, no por él, sino por sus desmedidas ansias de retornar al poder tras darse cuenta de que fuera del territorio ecuatoriano no es nadie, ni tendría visibilidad alguna si no fuera por todos los recursos a su alcance, pese a repetir que no se llevó ni un centavo y vive con la modesta pensión vitalicia de un expresidente.
Algo huele mal en la sociedad ecuatoriana, cuando una prefecta luce su grillete electrónico en una oficina pública sin que ninguna autoridad de control pueda poner un alto a tanto cinismo. Algo huele mal en la sociedad ecuatoriana, cuando los odiadores que perseguían a medios y periodistas no alineados al discurso oficial ahora intenten dar clases de periodismo para defender el exdiscurso oficial, con la esperanza de volver a sus sillas burocráticas de inquisidores, de administradores de la verdad y la objetividad.
Alexis Mera el magnánimo es el retrato oficial de una década de persecución y odio, de despilfarro, de discursos huecos, de sabatinas como las que pretende reeditar el prefecto de Manabí o pretendía y pretenderá reeditar la prefecta de Pichincha, con grillete electrónico incluido. Y hay quienes festejan. Porque su razonamiento es trillado; porque alguien les hizo creer que desde los micrófonos se gana el poder.
El poder no basta para pasar a la historia, por más que se haya intentado modificar los textos escolares. No basta. No basta anunciar la revolución con el auspicio de Odebrecht para consumar revoluciones reproductoras de miseria, con líderes bañados en la opulencia. Hay algo de memoria también.
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