Este 16 de agosto se realizó la presentación pública de nuestras II Jornadas de la NEL, partiendo de un texto de la psicoanalista miembro de la Escuela Mónica Febres-Cordero, -coordinadora del eje “El abuso y lo imposible de educar”-, que dio pautas valiosas para una indagación sobre el goce, los objetos, el consentimiento y el deseo que se juega en la educación, a la vez que invita: “a aquellos cuya clínica con niños los ha llevado a estos impasses, a dar cuenta de lo que no se puede educar con protocolos, así como las intervenciones que han abierto nuevas posibilidades al niño…”. Ella no pudo acompañarnos esa noche, por lo que su texto fue leído por Rodolfo Rojas, Director de la sede, ¡animando a inscribirse a los presentes en las Jornadas de octubre!
¿Cómo reseñar, estando a la altura del ingenio de nuestro encuentro en la Universidad Católica de la noche del viernes, en un auditorio en pleno y concernido? Primero, agradeciendo la participación provocadora y generosa de Lizbeth Ahumada, Julia Avilés, Ivonne Espinoza y Geovanny Vásquez, en la Conversación: “Legislaciones, derechos y clínica psicoanalítica, ante La protocolarización del mundo educativo”, organizada por la NEL, el Observatorio 2 de la FAPOL, el CIEDD y la maestría en Psicoanálisis y Educación, con el auspicio del Vicerrectorado Académico de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.
Previamente, nos resultaron orientadoras las conversaciones entre J.-A. Miller y J.-C. Milner, publicadas como “¿Desea usted ser evaluado?”, donde se distingue la ley -que supone el gran Otro, un silencio operante y la excepción-, del contrato: el que consiste en un esfuerzo por dar un estatuto simbólico al estadio del espejo. Y en efecto, años atrás, algunos pudimos seguir este difícil punto con la lectura de Eric Laurent de la evaluación cual síntoma y como estrago. El contrato es pensable en relación a esa orden de hierro, que Lacan apuntaría en su Seminario 21. Así, en un actual régimen “híbrido” se evidencian los efectos estragantes de La Feminización del mundo, las afinidades entre la feminidad y la voluntad: el capricho-sin-ley (Miller, Los usos del lapso). De aquello, lamentablemente, tomamos nota en las aulas.
Esta conversación se deslizó entre el educar como una de las profesiones imposibles, señaladas por Freud, y eso imposible de educar: eso insustituible (Milner); lo que cobra toda su importancia cuando existe un empuje actual hacia la consolidación de Un mundo educativo, donde imperan el protocolo, la ruta, el procedimiento para-todos: Un mundo-de-las-evidencias que rechaza la singularidad, la contingencia y lo imprevisto… aún, en la educación. En ese contexto nuestro interés ha sido, como bien señaló nuestra querida colega Lizbeth Ahumada, coordinadora del Observatorio de Autismo y la Antena de Infancia y Adolescencia de Bogotá: analizar la función de los protocolos en las instituciones, a lo que ella aportó que se tratan de “máscaras de defensa” frente a lo discontinuo y las contingencias; apuntando además, a lo pacificante de la separación.
De ese modo, que lo ilimitado de la sociedad del simulacro puede ser respondido con el buen uso de los semblantes y la invención ante la ausencia de fórmula educativa, es de lo que dieron cuenta cartelizantes de la NEL y participantes de los Observatorios de FAPOL:
Geovanny Vásquez, quien trabajó en la Escuela Municipal de Ciegos “4 de Enero”, diferenció el protocolo y la comunicación, de una escritura que no sea de “la mecanización de la letra”; y desde un trabajo etimológico… ubicó las posibilidades de la inflexión ante lo que se supone imposible, recordando que constatar lo imposible es percibir un real. Y, en un esfuerzo de poesía, que lo jurídico procura impedir, pero con el que escribe su trabajo en el cartel “Niños afectados: Sutiles soluciones, bajo transferencia”, -donde compartimos con Ivonne y otros colegas-, distinguió tres posiciones en las que puede ubicarse el psicólogo en la institución: Argos Panoptes, el psicólogo-inspector; Funes, que impasible ordena y recoge “todo” en el protocolo; Bartleby, el de la contingencia irrealizada. También apuntó la fascinación del padre/funcionario por la figura del niño bien portado, quien responde: “soy un tramposo de oficio” (aludiendo a Lacan, 1956).
Ivonne Espinoza, coordinadora de la Comisión Legislativa del Observatorio de Autismo, puso en cuestión los significantes que harían consistir “El Mundo Educativo” y el Mundo de las evidencias, enfocándose decidida en esos docentes que desean-enseñar, justo hoy cuando el “criterio del docente, el saber sobre su estudiante queda invalidado”; y además, siguiendo a Marita Manzotti, se pregunta por los nuevos desafíos en las escuelas. Ella apuesta por una buena desobediencia no sólo de los estudiantes sino de los docentes; postura que en efecto nos trae resonancias de aquello que nos enseña Miller en “Niños violentos” cuando nos dice: “No hagamos negligencia a que hay una revuelta del niño que puede ser sana y distinguirse de la violencia errática. Esa revuelta, estoy para acogerla”. Y, ¡hay razones para rebelarse! Así, Ivonne con su pregunta “¿adormecer o desobedecer?” dio cuenta de lo que implica una reinvención del “vínculo”, -apoyándose en Hebe Tizio-, y en acto mostró ese no renunciar frente al acto educativo.
Julia Avilés, participante activa del Observatorio de Autismo, recordó las conversaciones preparatorias que sostuvimos animadamente en dirección de este encuentro; y en efecto, desde entonces ella quería dar cuenta de eso que escuchaba: “maestros sensibles”, sus interrogantes sobre cómo “encantar” para que su palabra sea escuchada por los estudiantes de hoy y los chispazos singulares que dan lugar a que los niños, uno por uno, quieran participar de la experiencia educativa. Julia remarcó la importancia de una “transmisión viva”, en la que el maestro desea enseñar, lo disfruta y lo hace a su estilo, produciendo efectos subjetivos en el niño. De otro lado, también dio cuenta de una viva inquietud sobre los “maestros terapeutizados” por las demandas institucionales y los profesionales externos: todos los excesos que se dan por el “bienestar del niño”; medidas preventivas que no respetan los tiempos lógicos de los chicos ni el saber de los maestros. Entonces, su propuesta es: “aprender la diferencia”.
A partir de allí, se dio rienda a una conversación muy interesante y valiosa, que inició con las inquietudes de Rodolfo sobre la inteligencia artificial y una inminente educación robotizada, que puso a conversar a Geovanny, diciendo que con los robots antes se jugaba el engaño, y a Carlos Quezada, quien después retornaría con la pregunta de cómo responder a un padre, al “representante” que quiere saber qué hacer. A lo que Julia respondió que cuando un padre dice no saber qué hacer, hay que creerle… Más adelante, Johnny Burgos, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, interpretó los protocolos como “Aparatos Ideológicos del Estado” althuserianos, y nos compartió una respuesta decidida suya, en tanto que docente, ante esa voz de lo que el maestrante Josías Tenesaca llamaría “La protocolizante”. El mismo Josías se preguntaba sobre el deseo de ser profesor, a propósito de los concursos de mérito y oposición llamados “¿Quiero ser profesor?”. ¿Es que el deseo de “ser profesor” no será el deseo del educador; así como el deseo-de-ser analista, a interpretar, no es el deseo del analista?
Los panelistas conversaron. Así, Ivonne indicó a los Directivos que es mejor que no entren a la “Sala de profesores”, para que puedan dejar lugar a las conversaciones contingentes entre maestros sobre sus avatares y soluciones ante lo imposible a lo que se enfrentan. Finalmente, Ericka Hernández, de la Red de Psicoanálisis Aplicado, hizo un planteamiento con el que Lizbeth estuvo muy de acuerdo, y que le permitió relanzar su participación para decir que el docente pone su cuerpo, lo que hay que respetar; y que hay que ayudarle a que razone lo que hace, inyectar tiempo para esclarecer la lógica de su acto: pues es así que se pasará de la anécdota a la lógica.
Agradecemos a los asistentes por su participación; y a los estudiantes, colegas y distintos profesionales que participarán en la VII Semana del Autismo, les auguramos buenos encuentros.
Los ecos que nos siguen llegando, ante nuestra apuesta viva por la transmisión de cuestiones, elaboraciones y ciertas respuestas, sin obturar la pregunta sobre eso imposible de educar que nos enigma y nos pone al trabajo. Esta conversación constituye un aporte directo al segundo eje de nuestras Jornadas de Escuela. Y los textos de los panelistas serán propuestos como un insumo al boletín de estas II Jornadas, coordinado por Mayra de Hanze y Ana Ricaurte.
La siguiente conversación en torno a lo imposible de educar, tendrá lugar el último lunes de septiembre en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo, y será precedida por la proyección de cuatro películas, una cada lunes de septiembre: elegidas en virtud de que nos enseñen y aporten una plataforma para proseguir la conversación, contando lo dicho y acontecido este 16 de agosto. ¡Seguimos trabajando hacia nuestras cada vez más próximas Jornadas!
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