Las autoridades económicas han anunciado que la billetera móvil, un producto que estaría disponible en el mercado financiero máximo hasta finales de septiembre, con 28 entidades financieras participantes, es solo un medio electrónico de pago que permitirá comprar en todos los establecimientos conectados a una red. La diferencia con el dinero electrónico, manejado exclusivamente por el Banco Central, es que ese medio de pago estaba sectorizado para cierto tipo de actividades en la economía ecuatoriana, como para comprar gasolina, víveres, etcétera.
Con la billetera móvil, ahora administrada por 13 bancos y 15 cooperativas y mutualistas, se pretende que el saldo del dinero electrónico sea el equivalente al dinero físico que el cliente de una de esas instituciones tiene y pueda utilizar indistintamente como medio de pago en cualquier establecimiento.
La ventaja de la billetera móvil es que el sistema financiero privado tiene corresponsales no bancarios para la creación de la base de gente que usará ese producto. Al banco le interesa que la mayor parte de la población use la institución financiera como medio de pago, sobre todo en sectores donde no tiene infraestructura.
En la expansión de este modo de pago pesará mucho también el factor cultural. En Estados Unidos, por ejemplo, el ciudadano común tiene hasta pereza de ir a una tienda física, porque todo lo maneja con aplicaciones, ya sea para comprar comida, herramientas, ropa, zapatos… Todo le llega a la puerta de su casa. La billetera móvil, tal como está pensada, necesita ir de la mano del corresponsal no bancario para ganar índices de cobertura a escala nacional.
Este producto no puede ser calificado ni de positivo ni de negativo, solo debe ser entendido como una extensión de los servicios financieros. Es un canal más que necesita ser conocido, como todo. Hasta hace pocos años, la Internet no era un medio conocido para hacer transacciones financieras, pero poco a poco comenzó a ser parte de nuestra cotidianidad. Casi todos hacemos transacciones en una computadora o un smartphone. Pues es de esperarse que lo mismo ocurra con la billetera móvil.
Todo esto tiene sus peros, sobre todo en los costos anunciados por la Junta Política de Regulación Monetaria y Financiera, de nueve centavos por transacción. El ecuatoriano, no importa la formación ni la edad que tenga, es reacio a pagar por servicios nuevos, a menos que lo haya procesado con anterioridad.
En términos de servicios financieros, antes sabíamos, por ejemplo, que si se sacaba dinero de un cajero automático del banco en el que un cliente mantenía su cuenta tenía un costo y si sacaba de otro banco había otro porcentaje. El cliente se había culturizado. Si la banca quiere masificar un producto como la billetera móvil tendría que empezar desde cero. No se puede poner ningún tipo de costo hasta que la gente se familiarice con el producto. Solo cuando la gente comprenda las facilidades y las bondades podrá aceptar un pago.
Un ejemplo de esto está en el sistema de la Metrovía en Guayaquil, que opera con una tarjeta electrónica que se activa mediante recargas. Si un usuario por A o B motivo se olvidó la tarjeta lo que hace es pedir a cualquier persona en la parada que recargue su tarjeta, le entrega el costo del pasaje y le deja pasar. Pero es porque hay una cultura. La persona que usa la Metrovía sabe que debe tener saldo en su tarjeta. Eso imprime eficiencia al sistema y forma parte de un proceso de familiarización con el servicio.
Nosotros no podemos imponer un costo a alguien por el uso de un servicio sin haber constatado sus ventajas, así sea centavos. Si a la banca le interesa bancarizar, debería asumir ese costo inicial de la aclimatación del cliente al sistema. Alguien tiene que pagar la cuenta, si no la va a pagar la banca tendría que pagar el Estado.
El proceso para llegar a la billetera móvil ha sido complejo, porque primero la banca privada quería el dinero electrónico para bancarizar a la población, luego no quería y ahora que ese proceso está caminando alguien debe pagar la cuenta y todo apunta a que el fin último será trasladar el costo al consumidor final.
Hay muchos interesados en que el proyecto funcione, en primer lugar el Estado porque el fin es de reducir el uso del circulante; en el esquema monetario ecuatoriano el uso del circulante físico significa la importación de dólares y monedas. Nunca la política de Estado puede estar divorciada de la realidad y de los agentes económicos.
Es lógico que se tenga que cobrar algún tipo de costo por un servicio, pero nuevamente volvemos al tema: qué tan dispuesto está el consumidor a pagar ese costo después de haber analizado el servicio.
Si el proyecto de la billetera móvil implica poner costos por transacción, así sean mínimos, se obligará a la gente a seguir usando sus métodos tradicionales de pago. No se ofrece las herramientas al cliente para hacer lo que la economía necesita: consumir.
El factor tiempo es otro tema que preocupa, porque se habla de que estaría en el mercado en septiembre, pero estamos en agosto y la mayor parte de la población tiene una percepción negativa de ese producto, sobre todo por la guerra de tuits entre funcionarios públicos y líderes de varias organizaciones.
Habría que hacer una verdadera campaña de concientización de qué es la billetera móvil, sus fines y sus usos para que los clientes, dentro de sus expectativas racionales, decida si acepta incorporarla a su bolsillo. Cualquier producto que va a salir al mercado con una percepción negativa, por más campaña que se haga, será difícil que sea posicionado en la mente del consumidor.
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