La historia la contó en un programa de entrevistas de radio en la mañana.
Cuando Diana Salazar fue nombrada como titular de la Fiscalía General del Estado acudió a sus instalaciones para saludar a los funcionarios de esa entidad, donde ya había trabajado en uno de los casos más sonados de los últimos tiempos en el país, la trama de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht que llevó a la cárcel de Latacunga -construida en la época del expresidente Rafael Correa-, al exvicepresidente de la República, Jorge Glas. Pues uno de los antiguos funcionarios de ese organismo ni siquiera se molestó en saludarla. La historia la contó para asegurar que seguiría trabajando con quienes deseen trabajar con ella a su ritmo.
Desde el momento mismo en que se se conoció sobre su candidatura a la Fiscalía las redes sociales del expresidente Correa se incendiaron con una campaña en su contra, por no haber obtenido 100 puntos en una prueba como su amigo Galo Chiriboga, en la época en la que todos los amigos del expresidente obtenían 110 sobre 100; funcionarios de lujo los llamaba, hoy casi todos prófugos de la justicia.
La Fiscal ha asegurado que más que amenazas ha recibido apoyo de la ciudadanía. Y está en lo cierto, sobre todo ahora que ha puesto el dedo en lo que parece el corazón de la trama Odebrecht. Además, sí pudo llegar al tío del exvicepresidente Jorge Glas recibiendo maletas de dinero en la suite de un hotel cinco estrellas y por ahí a Glas mismo, es lógico que podrá llegar al resto de operadores.
La Fiscalía tiene 90 días para recopilar más elementos de convicción y, eventualmente, vincular a más sospechosos en el delito de concusión, que mantiene en prisión preventiva al poderoso exsecretario Jurídico de la Presidencia, Alexis Mera; y con grillete electrónico y prohibición de salir del país a la exministra María de los Ángeles Duarte. Grandes figuras del correísmo.
Mera, sobre todo, se creía intocable, inalcanzable, porque hasta quiso asumir él mismo su defensa con aires tragicómicos. La imágenes de la audiencia de formulación de cargos trae escenas bastante sugestivas, como la suya paseándose por la sala como si todavía estuviera investido del poder asignado por el expresidente. De la ira a la risa; de las agresiones verbales a la risa. Una risa que más que risa parecía llanto.
Alexis Mera, resguardado en una cárcel, mientras su jefe goza de la libertad de Bélgica inventando historias para asegurar que regresará al poder a recuperar la patria: en sus palabras, a rescatar a los suyos.
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