El Mecanismo es una serie de televisión brasileña lanzada por la plataforma de streaming Netflix en marzo de 2008, sobre una de las mayores tramas de corrupción que envuelve a la clase política de América Latina alrededor de una empresa estatal gigante como Petrobras y una constructora multinacional como Odebrecht, con contratos por toda América Latina. Este viernes 10 de mayo de 2019 llega la segunda temporada y, según sus creadores, muestra que la corrupción en Brasil no es una exclusividad del Partido de los Trabajadores de Luiz Inácio Lula da Silva, porque El Mecanismo (las tramas de corrupción) no tiene ideología.
La serie está basada en la operación llamada Lava Jato, la mayor operación contra la corrupción en la historia de Brasil, que mandó a prisión a decenas de políticos, incluyendo a Lula y a varios de los principales empresarios brasileños por haber montado una red para desviar recursos de la petrolera estatal Petrobras. Y que ha hecho caer como en un juego de dominó a gran parte de la clase política de América Latina, sobre todo en Perú, donde la justicia investiga a cuatro expresidentes, uno de ellos Alán García, quien prefirió el suicidio.
Ahora, la Fiscalía de ese país pidió 20 años de prisión para otro expresidente, Ollanta Humala, y 26 años para la exprimera dama, Nadine Heredia, por lavado de activos y por supuestamente dirigir una organización criminal que inyectó a la economía peruana fondos procedentes del Gobierno de Venezuela para la campaña electoral de 2006, y de la caja B de Odebrecht para la campaña de 2011, una cuenta paralela.
Según la Fiscalía peruana, Odebrecht habría aportado al Partido Nacionalista de Humala tres millones de dólares, procedentes del departamento de sobornos de Odebrecht, y otros dineros procedentes del Gobierno venezolano transferidos a través de pequeñas empresas a Heredia, quien simuló haber realizado consultorías.
La Fiscalía explicó a los peruanos que la acusación contra Humala y su esposa no era por delitos comunes, sino por un caso complejo en el que fueron investigadas un centenar de personas a quienes les levantaron el secreto bancario, bursátil y de las comunicaciones.
“Ha sido bastante trabajoso consolidar toda esa información. Hemos recabado información de todos los 80 o 90 (ciudadanos) registrados como aportantes (de la campaña de 2011), y cuando declararon dijeron que no habían aportado al Partido (Nacionalista) nunca”, explicó uno de los cuatro fiscales provinciales del Equipo Especial Lava Jato, que investiga a los principales políticos en Perú.
En la primera temporada de El Mecanismo, Lula, con un nombre ficticio, es retratado como un expresidente interesado en ocultar a las corruptelas descubiertas en su gobierno y en el de su sucesora, Dilma Rousseff. La segunda temporada comienza con la persecución al empresario Ricardo Brecht (Emilio Odebrecht, el presidente de la mayor constructora de Brasil) y el descubrimiento de que era líder de una red que repartía sobornos a políticos de todas las ideologías y partidos en Brasil para adjudicarse contratos públicos.
El Mecanismo muestra que la corrupción de lo que menos carece es de tendencia política y que el mecanismo para hacerse con dineros públicos es similar al mecanismo usado para la defensa de los acusados de llevarse millones de dólares e intentar seguir tan campantes en la escena pública: persecución política, conspiración.
Umberto Eco, en El Péndulo de Foucult, hace decir al joven Causabon escondido en el telescopio del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de París, en Saint-Martin-des-Champs, que los hombres crearon las conspiraciones para no sentirse culpables por nuestra falta de iniciativa y de entendimiento. Donde hay conspiración, no hay culpa.
Richard Hofstadter, historiador que examinó a los teóricos de la conspiración en un artículo publicado en 1964 en la revista Harper’s Magazine, citado por Eco, igualó al conspiracionista con el paranoico. Según Hofstadter, el conspiracionista “ve el sino de las conspiraciones en términos apocalípticos; trafica con el nacimiento y la muerte de mundos enteros, de órdenes políticos completos, de sistemas completos de valores humanos”. Es alguien que siempre está en las barricadas de la civilización y vive constantemente en momentos decisivos.
“Ahora bien, Hofstadter emplea el término ‘paranoico’ no en el sentido clínico sino como recurso retórico. La persona clínicamente paranoica -argumenta Eco- piensa que los demás están conjurados contra él en lo personal, mientras que el paranoico social piensa que los poderes ocultos están persiguiendo a su clase, su nación o su religión. Yo sostendría que este último es más peligroso, pues ve su calvario como algo compartido. (…) Esto valida su paranoia y, para él, le explica eventos tanto históricos como actuales”.
Hasta el momento no hay ningún acusado por haber recibido sobornos de Odebecht que no vea en la trama sino una conspiración o una traición para afectar su buena imagen, porque nunca aceptarán sus culpas; porque de lo único que se sentirán culpables es de haber hecho algo maravilloso, porque su vida fue maravillosa mientras disfrutaban del poder político o mientras disfrutan de un poder económico, desde el ámbito privado, a cuenta de que su vida transcurre entre consultorías.
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