El Parlamento Europeo es la primera institución comunitaria que da su apoyo al presidente interino Juan Guaidó en Venezuela como parte de una estrategia de la UE para presionar al gobierno venezolano.
Esta estrategia puede ser simbólica porque la presión internacional depende de otro tipo de condicionalidades: sanciones económicas, políticas, en materia de cooperación. No obstante, en este caso el contenido simbólico es fuerte porque la entidad es la estructura política que legitima las decisiones que se toman en el marco comunitario; además que el texto fue aprobado con 439 votos a favor, 104 en contra y 88 abstenciones. Es un mecanismo que de una u otra manera busca presionar a otras instituciones de la UE para que tomen una decisión y se pronuncien de una forma similar.
Ahora hay que entender que la UE como bloque no tiene competencias políticas fuertes reales; en ese sentido, la presión internacional es más limitada. Tiene mucho más peso la presión que puedan ejercer los Estados miembros, como países individuales y soberanos: Alemania, Reino Unido, Francia, España… su peso es más real en la geopolítica internacional.
Sin embargo, aunque en el tema Venezuela, el mundo se ha alineado en dos bandos, hay dos Estados que se han ofrecido como mediadores: México y Uruguay. Si bien ellos no se han pronunciado a favor de las sanciones contra Maduro en Venezuela y al reconocimiento de Guaidó, son países cuyo esquema de política exterior está más orientado a establecer mecanismos de mediación.
México tiene una larga historia de mediación en conflictos regionales. En Centroamérica tuvo muchos parámetros de acción con la creación del grupo de Contadora en los años 80 y, posteriormente, en Nicaragua, El Salvador, que tuvieron mayor nivel de conflictividad en ese momento. El país, en ese sentido, siempre busca lograr acuerdos. De la misma forma Uruguay ha sido muy neutral y tiene una política muy consecuente con la mediación y la negociación. Esos dos países pueden jugar un rol clave en el acercamiento que puedan tener las partes para llegar a ciertos acuerdos.
No se ve en el corto plazo una convocatoria a elecciones por parte del actual gobierno de Maduro, pero la presión internacional puede ayudar a las partes para que de una u otra forma se pongan de acuerdo y busquen un esquema que permita una salida democrática.
Pensar que el gobierno mexicano tenga afinidades con Maduro es totalmente equivocado, es tener una lectura limitada en la visión de los actores de la estructura internacional, en el que el tema ideológico no existe y los actores tienen intereses políticos y económicos. En ese sentido, cuando México plantea el tema de la mediación, no reconocer expresamente a Guaidó y seguir considerando el esquema actual bajo el régimen de Maduro lo que hace es seguir la doctrina que ha seguido la política exterior mexicana desde siempre: la Doctrina Estrada, que establece la no injerencia política.
Tiene muchas aristas y puede ser incluso mal vista, pero México ha utilizado este esquema como mecanismo de acción de política exterior para incursionar, para participar, para definir políticas regionales, con capacidad de liderazgo en la región y lograr sus objetivos de política exterior que son, precisamente, posicionarse como una potencia con capacidad de negociación en el esquema latinoamericano.
Por supuesto, en el caso de Venezuela, México ya está actuando. La diplomacia mexicana es muy hábil, tiene gente con peso y legitimidad en la estructura internacional; ellos no están esperando que les nombren mediadores. Además, el presidente Manuel López Obrador es un político experimentado que busca, a diferencia de Brasil, que lo consideren como actor válido al insertarse en la política sudamericana. Para México es clave tener a Sudamérica de la mano; no hay que olvidar que en los tiempos del PRI y del PAN, México estuvo muy vinculado a Norteamérica, cuando integró el NAFTA. Ahora México busca volver a esta estructura inventada por ellos, con lógica latinoamericanista.
En el caso de Uruguay, se ha difundido información sobre supuestos intereses financieros ligados a la familia del presidente Tabaré Vásquez. Probablemente tengan negocios como tiene negocios gente de diferentes tendencias en Ecuador, ese no es el punto. Lo que ha hecho el mandatario uruguayo es, primero, no meterse en un problema con una declaración internacional que no le iba a significar mucho; y, segundo, activar un mecanismo de mediación y negociación en el país con un nivel de legitimidad como un Estado de Derecho consolidado en la región.
En ese momento, si bien están establecidos los bandos y la posición de Ecuador fue la más adecuada, no todo el mundo puede cerrar las puertas para que exista una confrontación. Siempre hay países que quieren actuar de mediadores y tienen personas con legitimidad para negociar. Los mediadores nunca serán los mejor vistos porque parece que no tuvieran poder de decisión sobre uno u otro lado, no obstante, por esa misma lógica son los que pueden resolver un conflicto.
La estructura de la mediación no funciona bajo convocatorias formales. Se convoca a reuniones cuando ya se ha preparado algo previamente, una hoja de ruta que puede desembocar en resultados. Debiéramos tener una visión un poco más objetiva de los temas y entender que en la lógica internacional uno más uno no es dos, lo que se ve no siempre es lo que es.
No hay que perder la esperanza en que la presión de los actores del mundo sirva para que el gobierno espurio de Nicolás Maduro deje a Venezuela que decida su futuro de una forma democrática y se deshaga de todo ese pasado, que lo ha devastado y destrozado . Si México, Uruguay y otro país pueden ayudar para que se den estas condiciones, en buena hora, bienvenidos.
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