La revisión de los subsidios a las gasolinas Extra y Ecopaís, anunciados por el Gobierno la última semana de diciembre, más la del diésel que se comenzaría a aplicar a mediados de enero, responde simplemente a un sinceramiento de las cifras de la economía ecuatoriana. Es un ajuste que se pudo hacer gradualmente o de golpe y porrazo.
Pero la reflexión debería ir más allá del análisis de las medidas de ajuste: ¿cuánto tiempo la economía ecuatoriana ha sobrevivido con subsidios? Desde la época en que se comienza a explotar el primer barril de petróleo, por los años setenta del siglo pasado, cuando las condiciones del país eran otras.
Ahora la pregunta es, desde ese entonces ¿qué ha hecho la industria para intentar evitar esa dependencia primero del petróleo y segundo de los subsidios estatales? Pues poco o nada, porque determinados empresarios se acostumbraron a manejar sus empresas con las ayudas estatales sin ajustarse a un entorno macroeconómico por fuera de los subsidios.
La revisión de los subsidios, además, se veía venir desde hace un año. Es decir, son ajustes anunciados y lo lógico era comenzar por los combustibles, pero el Gobierno también debería entender que a la par es necesario compensar con la disminución del tamaño del Estado para que la carga impositiva del Fisco sea menos pesada.
Tras el ajuste de los precios de las gasolinas ahora se viene el del diésel. Y no sería de extrañar que más adelante se anuncien medidas mucho más fuertes. O esperar un escenario de privatizaciones que son las recetas tradicionales del Fondo Monetario Internacional para buscar la estabilidad macroeconómica. Eso, sin embargo, a la larga no nos va a sacar del hoyo en el que estamos.
Si hay un ajuste de las ayudas estatales lo lógico sería que se achique el tamaño del Estado y así se pueda, por ejemplo, bajar el Impuesto al Valor Agregado para intentar reactivar la economía por la vía del consumo. El tema de los subsidios a los combustibles es algo que se siente en la economía real, de ahí que en el corto plazo habrá un incremento en los precios de algunos productos. Mucha gente aprovecha este tipo de medidas para ajustar precios y si los salarios no se ajustan en la misma proporción la consecuencia será una inflación disfrazada.
Por otro lado están las consecuencias políticas de estas medidas, sobre todo porque estamos a vísperas de unas elecciones seccionales y de unas presidenciales ya a la vuelta de la esquina, que servirán para tomar el pulso político de los partidos tradicionales, porque el Presidente Lenín Moreno ha dicho que no volverá a ser candidato ni le interesa perennizarse en el poder. Es decir, no sería de extrañar ver a Jaime Nebot como candidato a Presidente y así Lenín Moreno pasaría a ser el ejecutor de lo que debió haberse hecho hace mucho tiempo.
Moreno asumiría entonces ese costo político de unas medidas de ajuste necesarias para tener las cifras de la economía sinceradas y así el siguiente Gobierno asumiría un costo político menor. Es decir, estaríamos en un gobierno de transición no solo política sino también económica. Estos ajustes desgraciadamente nos tocará pagar a todos los ciudadanos, porque el problema no es el Presidente Moreno sino la herencia del Gobierno anterior.
Las fórmulas del éxito para una economía con las cifras sinceradas no son tan secretas, es solo atraer inversión extranjera, fomentar exportaciones, reducir el tamaño del Estado y reducir impuestos como el verde que no tendría razón de ser tras la liberación del subsidio a la gasolina súper. Otro impuesto que debería eliminarse es el de la salida de divisas.
El Gobierno sí debe tener claro que si no existen esas medidas, paralelas al ajuste de los subsidios, la consecuencia inmediata será la necesidad de mayor financiamiento externo para tapar un hueco que hemos destapado. El estómago de una persona que está acostumbrada a comer bastante no se contenta con menos comida. Y el problema de obesidad puede llegar a tal nivel que en un determinado momento será necesaria una operación de la manga gástrica. Todo el financiamiento externo que se pueda conseguir no servirá para atacar problemas de fondo sino para mantener a la burocracia, pago de sueldos…
El problema del Ecuador no son los subsidios sino la economía en general, porque no logramos despegar, necesitamos todavía endeudamiento externo.
Los efectos de este ajuste solo se podrán medir en el PIB trimestral con la fórmula básica de consumo más gasto más inversión más exportaciones netas. Porque cuando se quita un subsidio y se compensa con otros a determinados sectores es como hacer una vuelta de 360 grados, porque la economía vuelve al mismo lugar. Es un tema complejo, porque en el programa económico presentado por el Gobierno en un inicio siempre se nos dijo lo que quería hacer, pero no el cómo.
Por ejemplo, cuando se eliminó el subsidio a la gasolina extra ni el mayor erudito de la economía ecuatoriana podía haber imaginado que el día siguiente la gasolina súper iba a subir a $3,10. Nadie lo vio venir.
Pero el problema real para el Gobierno tal vez venga con la eliminación del subsidio al diésel, porque podría acarrear otras consecuencias. La mayor parte de cadenas de abastecimiento usan camiones que se mueven con diésel y eso se traducirá en los precios finales. Eso también va a afectar al mercado externo porque habrá un encarecimiento del costo de producción en determinados productos por la pérdida de competitividad. El empresario se verá obligado a hacer ajustes primero en publicidad y luego personal, lo que puede provocar un problema de desempleo.
Con desempleo, caída de las exportaciones, mayor endeudamiento externo o nuevos impuestos se puede crear una situación macroeconómica complicada para cualquier Gobierno. Cuando se toma una decisión se debe analizar el impacto real en la economía. Y creo que Ecuador estaba todavía en terapia intensiva y podría ser un error intentar revivirlo con drásticas medidas.
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