Y llegaron desde antes de las cinco de la tarde. Con camisetas negras, con tambores, con saxofones, con pancartas. Eran jóvenes, niños, adultos, ancianos, mujeres cansadas del acoso en las calles, en los buses, en los parques, en los espacios públicos; cansadas de los piropos insulsos y agresivos, de los chistes de mal gusto. La tribuna de los Shyris de pronto quedó pequeña, toda la avenida se convirtió en ríos de gente que entonaban cánticos contra el machismo, contra la violencia, contra la xenofobia.
La marcha derivó por la avenida Eloy Alfaro hasta llegar a la Fiscalía de Pichincha donde hubo reclamos contra la impunidad; reclamos de justicia para Martha, una mujer violada, ultrajada en grupo por dos tipos que decían ser sus amigos y un tercero al que había conocido unos días antes; una salvaje violación ocurrida una tarde de domingo, al norte de Quito; gritos de justicia para todas. Nos están matando y el Estado no hace nada gritaban. Nos están matando, se leía en los carteles de las mascotas que acompañaron la marcha.
La marcha siguió hasta la avenida Amazonas. Ya no se podía divisar dónde empezaba y dónde terminaba. Los cláxones de los vehículos no se hicieron esperar. Todos pitaban por Martha, por Diana, víctima de una nueva caso de femicidio ocurrido en Ibarra. Un tipo que gritó mía o de nadie, como si las personas tuvieran propietario. Un tipo que por su nacionalidad desató una ola de xenofobia contra los venezolanos que nos avergonzó como país. Como si la violencia o el machismo tuviera nacionalidad. Porque también hubo gritos contra la xenofobia, contra ese episodio humillante ocurrido en Ibarra. Humillante, porque nos humilló como país
La marcha avanzó por la avenida Amazonas, cruzó la Colón, cruzó la Foch, cruzó la Ramón Roca donde un grupo de turistas aplaudía a rabiar una marcha marcada por el grito de No más impunidad. No más violencia contra las mujeres. Todas marcharon sin miedo, con la frente en alto y la voz firme. El machismo mata, se leía en los carteles. Eliminar de forma permanente Machismo, Xenofobia, se leía en otros carteles.
“Si cierran las fronteras, igual nos matan, no te confundas el machismo está en tu casa”, decía otro de los carteles. Algunas activistas recordaban que 88 mujeres fueron asesinadas por su pareja o conviviente en Ecuador durante 2018: 88 mujeres, según las estadísticas oficiales. El machismo mata, la xenofobia también, se leía en otro cartel. Diana fue asesinada por su pareja a puñaladas en plena calle de Ibarra y en uno de los actos más vergonzosos para el país decenas de ecuatorianos salieron en una especie de cacería de venezolanos, solo porque el asesino era venezolano; tal vez olvidaron que quienes mataron psicológicamente a Martha eran ecuatorianos.
La violencia no tiene ni tendrá nunca nacionalidad. No fue la falda/ No fue el lugar/ No fue la hora/ Nada justifica una agresión sexual.
La marcha contra el machismo y la xenofobia llegó hasta la Fiscalía General de Estado, en la avenida Patria y 12 de Octubre, frente a la casa de los espejos. Porque esa marcha era también una protesta contra la impunidad, contra el silencio, contra las complicidades de una sociedad que no se reconoce como machista y xenófoba. La marcha fue un momento para decir que hay una semilla sembrada, una semilla que buscará desde todos los espacios erradicar la violencia de género. Una violencia que no se puede nunca normalizar.
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