Resulta conveniente y oportuno que el presidente de la República, Lenín Moreno, haya incluido la imprescriptibilidad de los delitos sexuales en contra de niñas, niños y adolescentes, entre los temas que serán consultados a la ciudadanía en los comicios del próximo domingo 4 de febrero.
Por donde se mire, es correcto hacer constar en nuestra normativa legal que este tipo de delitos no prescriban, es decir, que este acto ilícito no quede en la impunidad aunque transcurra mucho tiempo.
En Ecuador la violencia contra niñas, niños y adolescentes es lo común de todos los días. Según datos del Consejo de la Judicatura, entre 2014 y 2017 se reportaron al menos 2.800 casos de abusos sexuales, acoso y violación, sin dejar de lado la pornografía infantil y más experiencias traumáticas que los niños viven como un atentado a su integridad física, psicológica y espiritual.
Con los casos recientes de abusos masivos en colegios y escuelas del país y con aquellos que no se denuncian (por tanto no se registran), la cifra sería mucho más abultada.
Los niños y niñas abusados solo sobreviven, es decir su mundo se vuelve obscuro y de mucho miedo. Este tipo de abuso es el peor, la victima se encuentra en total desigualdad frente a su agresor, el niño por naturaleza tendrá desventaja física, emocional y psicológica con el adulto agresor. Esta desigualdad, les llevará en la mayoría de los casos a callar, esconder, omitir o ni siquiera tener claridad del abuso al que está siendo sometido.
La Legislación ecuatoriana establece que delitos como el peculado, cohecho y concusión son imprescriptibles. En el caso de los delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes, requieren tener el mismo tratamiento. Al tratarse de vidas en temprano desarrollo es necesario ir realizando ajustes que, dentro de un campo jurídico, se pueda efectuar el seguimiento necesario y actuar con la justicia que una sociedad pueda contemplar.
Con medidas como la propuesta en la consulta popular convocada por el Ejecutivo se puede evitar que el delito quede en la impunidad, aunque las secuelas emocionales sigan presentes en los niños y tengamos que recurrir a la ayuda personalizada para enmendar los daños en su vida emocional.
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