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El subsidio a la gasolina es el más ineficiente de todos

Pablo Lucio Paredes
Universidad San Francisco de Quito
jueves, diciembre 20, 2018
Los desajustes económicos, tanto en la vida personal como en los países, hay que evitarlos porque poner orden siempre es duro. Basta pensar en la economía familiar: las familias deben ajustarse todo el tiempo cuando ven que se han excedido. El Estado debe hacer lo mismo. Pero para poner orden, hay que hacerlo de la mejor manera posible, priorizando decisiones
Tiempo de lectura: 3 minutos

Los subsidios a los combustibles son en general un mal subsidio porque llegan, en parte, a la gente de recursos medios o altos, además hay contrabando y hay un mal uso del recurso. Dentro de este grupo de combustibles, el más ineficiente de todos es la gasolina; el diesel se emplea en transporte y producción y el gas tiene que ver, en gran medida, con la gente de menos ingresos. Entonces, si hay un subsidio que hay que eliminar, es el de la gasolina.

Además, la decisión gubernamental no se decantó por una eliminación completa del subsidio. Si tomamos en cuenta el precio internacional de la gasolina es superior a los dos dólares. Con esta última medida del régimen, se estaría eliminando aproximadamente la mitad del subsidio; con eso, el Estado estaría recaudando aproximadamente unos 400 millones de dólares en el año.

Lo ideal sería aprovechar esta oportunidad para instalar un sistema que vaya variando el precio de la gasolina en función del precio internacional, de lo contrario habría que hacer ajustes al subsidio permanentemente, cuando suba el precio del petróleo. Esos desajustes debieran corregirse de forma automática.

¿Cómo se debieran invertir los recursos obtenidos de las últimas medidas económicas?

El otro elemento es considerar qué se debe hacer con ese dinero. Hay tres enfoques: el primero que sirva para financiar un aumento del gasto del gobierno, lo cual no tendría sentido; lo segundo es que sirva para financiar el déficit, no nuevos gastos, sino los que ya se tienen, aparentemente esa es la alternativa por la que optará el régimen, a juzgar por las declaraciones de los voceros responsables.

La tercera opción, que creo es la más sana, es utilizar ese dinero para eliminar otros impuestos que son perjudiciales para la economía, por ejemplo, para eliminar total o parcialmente el Impuesto a la Salida de Divisas; o para que las tarifas eléctricas se ajusten a precio real y no el alto costo que tienen ahora. En ese caso falta información del gobierno. ¿Por qué, si tenemos más hidroeléctricas, los costos del servicio no bajan? Mi impresión es que el gobierno cobra más porque necesita de esos recursos para financiar la caja fiscal. Puedo estar equivocado, pero nadie nos ha explicado por qué las tarifas siguen tan altas, si la energía hidroeléctrica es más barata. Otro camino posible sería racionalizar el anticipo del Impuesto a la Renta.

Con eso se lograría dos cosas a la vez: eliminar un mal subsidio y eliminar un mal impuesto. Incluso hay algunas personas que piensan en una reducción del IVA. No creo que sea lo más sano, porque lo que el país necesita es estimular la producción, no el consumo.

Claro, se plantea que si el dinero se utiliza para reducir un impuesto, no vamos a alivianar el déficit. Evidentemente, el financiamiento debe llegar de una mayor reducción del gasto del gobierno.

Aunque las medidas van a generar un impacto, la eliminación de parte del subsidio a la gasolina no tendría por qué derivar en un aumento de precios importante. Desgraciadamente hay que estar conscientes de la herencia del pésimo manejo de la economía en los 10 años de la revolución ciudadana, lo que nos obliga a poner la casa en orden. Tenemos un enorme desajuste y las regulaciones alrededor de la gasolina extra son menos dramáticas.

Lo mismo sucede con la reducción del tamaño del Estado. Por supuesto que habrá daños colaterales: las empresas que trabajan con el Gobierno, los empleados públicos… Durante 10 años nos dedicamos al despilfarro y a los excesos y ahora hay que disciplinarse. Eso pasará con los empleados públicos que ganan más de 2368 dólares por mes, los que verán reducidos sus ingresos. En conjunto, las dos medidas, tendrán un impacto relativamente manejable en la economía del país.

Los desajustes económicos, tanto en la vida personal como en los países, hay que evitarlos porque poner orden siempre es duro. Basta pensar en la economía familiar: las familias deben ajustarse todo el tiempo cuando ven que se han excedido. El Estado debe hacer lo mismo. Pero para poner orden, hay que hacerlo de la mejor manera posible, priorizando decisiones.

El gobierno ha decidido ir por el camino del gradualismo, es decir ir sumando decisiones, lo importante es que la estrategia sea coherente, que se vaya minimizando el impacto a la gente más pobre y que se trate de repartir el impacto de las medidas al conjunto de la sociedad.

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