¿Quién es más importante en el imaginario del expresidente Rafael Correa, Sofia Espín o Jorge Glas? La primera se jugó su tranquilidad judicial tras intentar intervenir en un proceso en marcha por un caso de asociación ilícita y secuestro en el que considera inocente a Correa, pese a todas las pruebas presentadas y a un juicio desarrollado en Colombia; el segundo está preso, sentenciado en un caso de asociación ilícita por la trama de sobornos montado por la constructora brasileña Odebrecht en Ecuador y tiene abiertos otros procesos en su contra.
¿Por qué a estas alturas es tan importante posicionar el caso de Glas como un proceso de persecución política y dejar que Sofía Espín intente defenderse por su cuenta? La respuesta puede aventurarse sencilla y puede estar dada por el grado de información que guarda cada protagonista de una trama oscura montada durante una década, de la que poco a poco van saliendo luces.
La defensa de la asambleísta Espín fue opacada en las redes sociales del expresidente Correa por la defensa apasionada del exvicepresidente Glas. Persecución sin pruebas llama a los videos donde el tío del exvicepresidente recogía maletas de dinero en una suite de un hotel en Quito; acusación sin pruebas llama a los fajos y fajos de dólares escondidos hasta en los techos de las casas de funcionarios que respondían a las órdenes del zar de los sectores estratégicos en la llamada década ganada.
La asambleísta Espín, en su solitaria defensa en la Asamblea, dijo muchas verdades. En realidad alguien sí usó el aparato hegemónico estatal para instalar mentiras como verdades y así buscar promover la ruptura constante del estado de derecho y del debido proceso. Pero no mencionó que uno de los principales responsables de ese aparato de propaganda que consumía fondos públicos a borbotones ahora está con un grillete electrónico, ni mencionó que quien dictaba sentencias al margen de la justicia, Fiscalía, etcétera, ahora está en Bélgica intentando hacer los mismo, dictar sentencias desde sus redes sociales.
La asambleísta Espín se hizo un flaco favor en su intervención en la Asamblea al dar por hecho de que el expresidente Correa es inocente de los cargos que le acusan y a la vez reconocer que fue como asambleísta a visitar a la PPL (así la llamó textualmente) Diana Falcón. Hay un juicio de por medio, ella no es parte del proceso y lamentablemente ocupa un cargo público importante. Reconocer que hay un hilo entre su primera afirmación y la visita a Falcón solo prueba su intento de intromisión en la justicia. No hay una preocupación ahí la por la suerte de la PPL Falcón, como la llamó despectivamente.
¿Por qué importa el caso de Sofía Espín? Porque recuerda como se manejaron temas judiciales en la última década, con un Consejo de la Judicatura leal al expresidente Correa, nunca a un Estado de Derecho. El intentar posicionar que su visita no es nada raro en el proceso judicial nada bien le hace a quien intentó ayudar, no a la PPL Falcón sino al principal acusado en el proceso, el expresidente Correa. Y en lo que sí la asambleísta Espín tiene mucha razón es en el hecho de que la Asamblea no es su juez natural, su juez natural está en la administración de justicia, en las cortes y en la Fiscalía.
A la Asamblea le corresponderá el no obstruir con la llamada inmunidad para que la justicia actúe. La época de arbitrariedades del poder político, donde se impartía justicia desde los micrófonos del aparato de propaganda, está siendo superada. La mejor prueba es la primera sentencia contra Glas. Faltan otras investigaciones y pretender hacer creer que el exvicepresidente está preso porque los tentáculos de Odebrecht llegaron a la justicia ecuatoriana es como pretender hacer creer que una asambleísta visita a una testigo en un caso judicial solo para solidarizarse con ella porque supuestamente está detenida injustamente.
Fue una visita de diez minutos, dijo la asambleísta, aunque los videos presentados por el Ministerio de Justicia muestra que fueron más y que su actitud no fue la de una persona preocupada por los derechos humanos de Falcón, sino la de alguien que intentaba posicionar la tesis de que la decisión de secuestrar a alguien con el uso de recursos públicos fue algo personal de unos agentes que podían disponer de cheques a su antojo.
¿Por qué no denunció eso la asambleísta Espín?, ¿por qué no denunció a quien intenta hacer recaer todo el peso de la culpa en un caso de asociación ilícita y secuestro sobre quien llama despectivamente la PPL Falcón?, ¿eso en realidad no es el verdadero atentado contra sus derechos?
A Sofía Espín poco a poco la irán dejando sola, como fueron dejando solo a Jorge Glas a quienes se intenta mantener como leales a un proyecto personalista con la promesa de que solo es cuestión de tiempo, sin decirles cuánto tiempo. Si el expresidente tanto cree en la inocencia de Glas lo lógico sería que intente su defensa desde Ecuador y no desde Twitter o Facebook. Si el expresidente cree que el caso Balda es un montaje que se cae por sí solo debería dejar de intentar usar intermediarios con cierta exposición pública porque está claro que ya no puede mandar en la justicia a su antojo y las personas que usa pueden ser sometidas a investigación judicial.
Algo se partió en el camino del expresidente de intentar convertirse en el otro Hugo Chávez de América Latina con toda la solemnidad militar de carruajes descapotados y el olor a bosta que dejaba en el asfaltado de Quito los caballos de una guardia que creía personal.
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