La misión de la educación superior puede variar según el tipo de centro de estudios, el contexto y su naturaleza, pero un elemento importante que nunca debería cambiar es su aspiración a la formación integral del ser humano, a la educación de la persona, la razón principal de una ponencia presentada en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Esa educación integral se ha postergado, ya no existe esa aspiración, principalmente porque la educación superior ahora está sujeta a muchas urgencias y demasiadas tareas y en ese torbellino creado por cumplir tareas impuestas desde otras instancias, ha olvidado lo más importante. Eso suele ocurrir muy frecuentemente: lo más urgente hace que lo más importante se postergue.
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El informe de Delors, encargado por la Unesco a finales del siglo pasado, decía que la educación se sostiene en cuatro pilares. El primero es aprender a conocer, que en un lenguaje más actualizado sería aprender a aprender, que el ser humano aprenda a aprender. Esto es muy importante porque el aprendizaje se puede dar en contextos muy distintos; en todo momento el ser humano aprende. Hoy en día hay tal cantidad de recursos y son tan ubicuos que el ser humano necesita saber cómo aprender constantemente a lo largo de toda la vida.
El segundo pilar es a aprender a hacer, que es un aprendizaje más instrumental; el tercero es aprender a convivir, un pilar relacionado con la formación del ser humano para una ciudadanía local y global. Y el cuarto pilar, el último, pero desde mi punto de vista el más importante, es aprender a ser.
¿Qué significa aprender a ser? ¿Qué significa en la educación enseñar al ser humano a ser? Significa enseñarlo a ser persona, a ser lo que es. El ser humano es persona desde su concepción, pero debe aprender a desarrollar esa capacidad. Ese poder ser lo tiene que aprender. Parece un juego de palabras, pero no lo es. Lo que somos tenemos que aprenderlo y en la Universidad se ha perdido de vista la necesidad de que la educación superior facilite al estudiante las posibilidades de aprender a ser persona.
Ser persona significa entender que tenemos un patrimonio interior de conocimientos, de valores, una visión del mundo, una visión de la propia vida. Ser persona significa desarrollarse sobre la base de esos valores principios, virtudes, capacidades que el ser humano tiene, su auténtico patrimonio. El ser humano debe aprender a cómo desenvolverse globalmente como persona.
Las universidades suelen plantearse como misión el conseguir buenos profesionales. Esto es importante, porque quienes se matriculan desean prepararse para el futuro laboral. No está en discusión ese tema. Pero muy frecuentemente la Universidad solo se limita a la formación profesional con lo cual deja de ser Universidad y pasa a ser un centro de educación superior que forma en una profesión, es un centro profesional. Pero el núcleo de la misión universitaria debe ser formar ciudadanos y formar personas, sin que se desatienda por ello la formación profesional.
Para formar personas la Universidad debe permitirle al estudiante forjarse una visión del mundo y una visión de sí mismo. Esto es lo que falta. Hacen falta espacios, entornos de aprendizaje, donde el tema central sea este. La visión del mundo. La visión de uno mismo, la visión de la vida. Esa visión debe ser totalizadora. Pero lo que impera hoy es la fragmentación del conocimiento, la visión del conocimiento como algo que caduca. Constantemente se recuerda a los universitarios y a la academia que en el mundo de hoy es necesario aprender, desaprender y reaprender. Bajo este esquema el conocimiento es tratado como algo caduco, como un objeto de consumo que caduca rápidamente; por lo tanto, es necesario olvidar todo lo aprendido para volver a aprender cosas nuevas.
Esa visión del conocimiento es puramente materialista y eso es falso. El ser humano no aprende así, no conoce así. Conocemos sobre la base, y esto lo dicen muchos filósofos, de nuestras creencias más profundas y esas difícilmente cambian. El ser humano difícilmente las modifica, porque constituyen su visión del mundo y la visión de sí mismo. Lo lógico aquí sería discutir críticamente ese conjunto de creencias para ver si es el mejor conjunto de creencias, principios y valores con los cuales una persona se puede desarrollar.
Eso es lo que falta en la Universidad en general, una visión humanística. La Universidad ha dejado de ser humanista. Esto no significa que no se impartan humanidades, se siguen impartiendo, pero las humanidades tampoco son humanistas. Las humanidades se han vuelto muy cuantitativas. Impera la visión del mundo propia de las ciencias empíricas, que es la cantidad.
En las ciencias empíricas todo se cuantifica y todo se mide. Todo se somete a medida. Las ciencias humanas se han dejado arrastrar por esas metodologías y se han convertido en estadísticas. Sus métodos son de tipo estadístico y la verdad profunda del ser humano y la verdad profunda de la realidad no es de tipo estadístico, no es cuantitativa. Es de otro orden; es decir, tanto la Universidad como las propias ciencias humanas han perdido su talante y su naturaleza humanista.
La Universidad debe ser fiel a la misión que debe cumplir. No puede someterse a las urgencias de los planes de un gobierno, porque estos apenas duran cuatro años, no se puede formar para una visión tan cortoplacista. Tampoco puede ceñirse a las exigencias de la empresa, porque a esta simplemente le interesa tener profesionales formados a la medida de sus necesidades. Ni siquiera puede limitarse solo a las necesidades de formación para el empleo de los estudiantes, porque la Universidad va más allá de la empleabilidad. Insisto en que no queremos decir que todo ello no competa a la Universidad, pero estas finalidades no son su razón última de ser.
La Universidad en general se somete a una serie de urgencias de otras instancias como los gobiernos, las familias, las empresas, las industrias, los sistemas de aseguramiento de la calidad, pero olvida o posterga y deja para nunca lo que es el núcleo de su misión que es la formación del ser humano.
Todo universitario si se considera realmente universitario debe tener un juicio acerca del mundo, de la realidad que lo rodea. Todo universitario necesita saber quién es el ser humano. Si se hace una encuesta con graduados de distintas universidades para plantearles estos temas sería fácil constatar su casi nulo conocimiento sobre estos temas claves para la formación de la cultura entendida como un sistema vivo de ideas.
Toda Universidad debe tener una concepción antropológica explícita, objeto de aprendizaje, de estudio, de discusión, de profundización; una concepción de quién es el ser humano, una integral, no puramente materialista, porque el ser humano no es cosa, es ser vivo, consciente; necesita también una concepción epistemológica, que significa no solo aprender sino entender qué es el conocimiento humano, y debe tener también una concepción ciudadana de formación ética, en una ciudadanía global y local.
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Si ni siquiera se plantea al estudiante cuáles son los dilemas y los problemas éticos de su profesión, mucho menos se le plantea cuáles son los dilemas éticos de la vida y cuáles son los retos éticos de ser persona y de realizarse como persona.
Esta falta de visión humanista en la educación superior es un problema de la Universidad en general.
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