La Feria Internacional del Libro de Guayaquil (FIL) se consolida tras cuatro años de gestión eminentemente municipal. Son varios los factores que apuntalan al crecimiento de este encuentro que dura cinco días y que tiene como sede oficial el Centro de Convenciones.
En primer lugar, el criterio con el que se selecciona a los escritores que van a venir. La feria nace de gente que ha estudiado literatura, que está enamorada de ella y que hace mucha crítica en ese aspecto.
Otro aspecto es que se ha trabajado en dar vida a la secciones infantil y juvenil para atraer a los chicos a que disfruten de la literatura y no la vean como una asignatura obligatoria. Este año, el castillo de Frankenstein y un juego de monopolio adaptado han invitado a jóvenes y a adultos a conocer a través de la experiencia la génesis de ciertos monstruos y los autores que los crearon.
La agenda también está nutrida de mesas académicas donde se puede escuchar a docentes, a escritores, a gente que está metida también el mundo del arte y en las temáticas de las que es necesario hablar: en este momento uno de los ejes tiene que ver con feminismo, micromachismos, comunidad LGBTI; por otro lado, se está hablando de redes sociales, narrativa transmedia, géneros híbridos y distintas manifestaciones que están modificando a la literatura. Los shows estelares están protagonizados por Liniers y Montt, dos ilustradores que hacen un stand-up cómico y por Nerea Pérez de las Heras, periodista española que con su programa “Feminismo para torpes” y otras iniciativas combate el machismo de forma argumentativa y didáctica.
A la vez, no se han descuidado los temas más clásicos de la Literatura, las fechas y nombres importantes. Desde esta perspectiva la FIL Guayaquil rinde un homenaje al centenario de César Dávila Andrade, a los doscientos años de la publicación de Frankenstein de Mary Shelly, la publicación de Los detectives salvajes de Bolaños, entre otros. Siempre se busca un eje que sea nacional, otro que tenga que ver con literatura al día y otro de la literatura en la vida cotidiana. También apuntalan el éxito de este encuentro anual las editoriales presentes, el espacio que se da para las librerías y, por supuesto, los descuentos.
Durante algunos años la ciudad tuvo dos ferias, tal vez demasiado para el limitado mercado: una era municipal y se hacía en el Palacio de Cristal, mientras que la gubernamental tenía su sede en el MAAC. Aunque tener más eventos es deseable, tener eventos a medio llenar no lo es.
Sin embargo, es el menor de los males en cuanto al impacto que tienen las políticas públicas en la gestión: en 2016, cuando se debatía la Ley de Cultura, se había incluido un artículo respecto a ala dinamización de las industrias culturales que decía que las personas naturales podía devengar de su Impuesto a la Renta (IR) hasta 80% del monto donado a iniciativas culturales o artísticas y las personas jurídicas, hasta un 40%; por primera vez había la posibilidad de que la gente que hacía cultura, gestión cultural o presentaba proyectos en ese ámbito pueda conseguir auspicios reales y convenientes de la empresa privada. Lastimosamente, cuando sale la última versión de la ley, ese artículo se cae. Lo que queda es el texto que dice que las personas pueden reunir las facturas de lo consumido –no lo producido- en literatura, teatro, arte y descontarlas del IR.
Si la cultura y las artes no se empiezan a pensar como una industria, como una actividad que aporta al PIB, tenemos muy pocas probabilidades de que crezca y pueda abrirse a mercados internacionales. Se sigue viendo al tema cultural como un accesorio, y no se le pone tanta atención como a otras políticas. Es necesario tener un censo de la realidad cultural del país, de lo que ha pasado con los fondos concursables, con la Cuenta Satélite de Cultura, de las infraestructuras y consumo cultural para repensar las políticas. Con ello, todos los proyectos que se mueven en este entorno no dependerían de los fondos concursables, que aunque son continuos nunca van a ser suficientes. Crear un ecosistema adecuado para que los proyectos culturales se conviertan en emprendimientos y empresas culturales es la única forma de que se vuelvan sostenibles.
Hay experiencias muy importantes en América Latina que pueden servir de base. El libro La Economía Naranja: una oportunidad infinita de Felipe Buitrago e Iván Duque, por ejemplo, fue el primer paso que dio Colombia y que desembocó en la aprobación de la llamada Ley Naranja, que atiende al potencial de las industrias culturales. Ellos se dieron cuenta de que el PIB que aportan las actividades creativas centradas en ideas era más significativo que la exportación de productos agrícolas.
Desde esta perspectiva, la Universidad Católica Santiago de Guayaquil (UCSG), decidió darle a la carrera de Literatura, a abrirse en 2019, un rumbo independiente que se centra en la docencia de Literatura, en la escritura creativa, en la gestión editorial y cultural, y en la crítica, con el fin de formar profesionales que aporten desde distintos ámbitos al crecimiento literario del país. En la FIL, la UCSG se presenta con un estand con varias publicaciones académicas de las 36 carreras de este centro de estudios que cuenta con una editorial propia.
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!
Aumento del salario: Cara o cruz
Grupos étnicos y facciones religiosas buscan el poder sirio
Con el décimo y otros bonos decembrinos, primero pague las deudas
Debates
Chancay: ventajas y desafíos