En Holanda murieron tres mil personas por accidentes de tránsito en el año 1971. Entre ellas, cuatrocientos niños. Una cifra escalofriante. La población reaccionó con movilizaciones masivas con la toma de las calles de maneras creativas. Al principio, los policías detuvieron a varios activistas, pero ellos también pronto se unieron a la causa.
A partir de entonces, y con el lógico apoyo del estado, este país logró que los autos dejaran de tener prerrogativa sobre las calles. Sobre todo, el sistema se preparó para controlar y sancionar de manera efectiva a los contraventores. Hoy, Holanda es ejemplo de civilidad en el ámbito vial a escala mundial.
A diferencia de ese país, en el Ecuador la tasa de muertos y heridos por accidentes de tránsito es francamente escandalosa. Una muerte cada cuatro horas en las vías solo prueba que falta una verdadera prevención, empezando por una irresponsable emisión y renovación de licencias de conducir y matrículas.
El país ha impulsado mejoras en la gestión de seguridad vial, como la señalización y el control del estado de carreteras y vehículos, pero queda mucho por hacer. El examen teórico y empírico de la licencia de conducción, y el diagnóstico médico psicológico en caso de tener antecedentes de ciertas infracciones, deben ser muchos más rigurosos. Ni la obtención ni la renovación de las licencias son derechos adquiridos.
En Quito, a raíz del pedido de aumento de tarifas en los pasados meses, la Agencia Metropolitana de Tránsito finalmente decidió controlar a los choferes de buses. En los 30 días que duró el ejercicio, alrededor de 600 fueron citados por cometer infracciones y 15 incluso fueron retenidos.
Ante la evidente falta de calidad del servicio, la mayoría del Concejo Metropolitano se pronunció la semana pasada en contra de aumentar la tarifa de transporte público. Pero, las sugerencias de cambio de al menos la mitad de estos concejales se restringen solo a los ámbitos de respeto, servicio al cliente, educación vial e, incluso, cordialidad.
Nuestra imagen de la cortesía noreuropea crea confusión sobre lo que realmente es necesario hacer en materia de vialidad para evitar que los accidentes de tránsito en el país sean un acuciante problema de salud pública. Está demostrado que las campañas masivas, que también utilizan medios de comunicación, no inciden directamente en la disminución de los accidentes de tránsito, ni siquiera en los países desarrollados.
De la experiencia en países como Holanda y Dinamarca, ha quedado demostrado que solo un control férreo puede dar resultados. En estos países un policía de tránsito espera, agazapado detrás de un semáforo, al ciclista, transeúnte, usuario de bus y conductor vehicular para multarle por la más mínima infracción.
Para que algo parecido se haga efectivo en este país, es obligación fundamental del reciente Pacto Nacional por la Seguridad Vial, promovido por el gobierno central, establecer con diáfana claridad quiénes son los primeros y últimos responsables de la gestión y rendición de cuentas de la seguridad vial.
Los medios de comunicación deben comprender que no existe vinculación entre mostrar el horror de las tragedias y disminuir la violencia vial. Sería más relevante, por ejemplo, que analicen cómo en el propuesto Código Orgánico de Salud se puede abordar la problemática de los accidentes de tránsito. O que indaguen los mecanismos que en nuestra realidad institucional y política se pueden utilizar para mejorar el control del tránsito.
La vida de todos, y sobre todo de nuestros niños, continúa en riesgo. Poco es lo que los periodistas pueden dejar de hacer. No descarto que una táctica adecuada sea que por un periodo perentorio se vigilen las calles, con cámara en mano, para documentar la actuación de los agentes de tránsito.
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