El proyecto de billetera móvil que por ley se traspasó del Banco Central al sistema financiero privado, se maneja en doble cancha, la privada – a cargo de la Asobanca- y la pública a través de organismos como la Superintendencia de Bancos y la Junta de Regulación Monetaria. Ambos sectores deberán invertir en campañas de educación financiera al ciudadano con un único objetivo: ahondar en la confiabilidad del sistema.
No todos, pero aquellos que vivieron la crisis del 99 aún experimentan cierto temor hacia la banca. Hay paradigmas que romper. Aunque tiene un nuevo impulso, el proyecto de la Asociación de Bancos Privados (Asobanca) debe esperar para consolidarse, porque cualquier proyecto de dinero electrónico precisa un entorno de confianza. Se trata de un proceso de adaptación desde el ámbito cultural -económico.
Es necesario recordar cómo fue el cambio hacia la dolarización. Al ecuatoriano le llevó tiempo adaptarse al nuevo esquema cambiario. Lo mismo pasa con la billetera móvil. En cualquier parte del mundo, no solo en Ecuador, la gente siempre va a preferir lo que comúnmente se llama “dinero en mano”. No podemos crear una cultura financiera distinta de la noche a la mañana.
Más allá de los servicios iniciales que, según se ha dicho, se sostendrán en un sistema de transferencias y micropagos, la billetera móvil apunta a la bancarización, eso significa que el acceso de la banca rompa los límites urbanos y se consolide en el sector informal: no debemos olvidar que el negocio bancario es comprar y vender dinero, mientras más captaciones tiene, más colocaciones puede haber. Desde un análisis económico – financiero – empresarial la ganancia del banco es transaccional, mientras más transacciones mayor rentabilidad para la entidad financiera.
El sistema, además, precisará que todos los usuarios tengan un teléfono celular con una plataforma amigable. Todos esos elementos conjugan a la hora de hacer este proyecto rentable. La banca, como cualquier negocio, decide invertir por la rentabilidad del proyecto. Como empresario hay que tomar una decisión: asumir el costo como una inversión inicial que se recuperará en el tiempo o retrasar el proyecto hasta adoptar mejores mecanismos que permitan llegar a la demanda óptima y asegurar ese retorno a la inversión. Las plataformas tecnológicas de la banca no son baratas y la red de bancos privados debe estar haciendo ajustes.
En el Ecuador el nivel de bancarización es relativamente bajo, sobre todo en los sectores rurales, más informales. En contraste, la penetración del teléfono celular es alto: ocho de cada 10 ecuatorianos tienen un teléfono móvil.
La bancarización es buena para un país; el sector financiero – monetario unido al sector productivo es lo que sostiene a la economía de una nación.
Es necesario aclarar que el proceso de bancarización no implica que existan más agencias y más ventanillas, sino que el usuario pueda solventar sus temas a través de un click. En otras partes del mundo, los costos bancarios son distintos porque la banca es sobre todo virtual.
Mientras el sector privado está ocupado en asegurar la plataforma, proteger al usuario, potenciar el uso de internet y garantizar su eficacia, el sector público deberá hacer campañas de concientización puerta a puerta sobre las ventajas del dinero electrónico.
El gobierno anterior falló en la socialización de los beneficios del uso de este tipo de sistema y por eso no ha despegado como debió hacerlo. Además de invertir en métodos de acercamiento al ciudadano, el Estado debe asegurar la transparencia: que la gente sepa cómo se mueve el dinero electrónico. Las personas valoran la confianza.
En cuanto a la implementación de la BIMO, la palabra la tendrá el gobierno porque el primer cliente de la Asobanca será, sin lugar a dudas, el sector público.
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