En diciembre de 2014, en el Día de los Derechos Humanos, el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, usó su cuenta de Twitter para criticar las contradicciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a la que acudían personas u organizaciones que creían afectados sus derechos.
Cuando esos grupos, según Correa, aseguran que les niegan su libertad de expresión “es porque buscan impunidad para que sus medios de comunicación sigan manipulando la verdad. Cuando hablan de dictadura y autoritarismo, es porque ya no pueden someter a nuestro gobierno a sus caprichos e intereses”.
Un mes antes de ese año, en noviembre, había afirmado que “la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos pierde cada día más legitimidad” y evidencia cada vez más que se maneja bajo los intereses de Estados Unidos. Para ese tiempo, cuando el kirchnerismo estaba en el poder, pedía que la sede permanente de la CIDH pase de Washington a Buenos Aires.
Dos años más tarde, el 10 de octubre de 2016, a pocos meses de dejar el poder, el expresidente Correa aseguró que la CIDH era un vestigio del neoliberalismo e innecesaria porque se había convertido “poco menos que en una comisaría de cuarta categoría” porque actúa cuando se trata de casos llevados por sectores opositores, pero cuando son a favor del gobierno, es decir, a favor de quien detenta el poder, no se despachan nunca.
“Si no podemos corregir los últimos vestigios de neoliberalismo y neocolonialismo en nuestra América, debemos buscar algo nuevo, mejor”, dijo.
Tres años antes, el 5 marzo 2013, cuando ni soñaba con abandonar el poder, propuso cambios en la CIDH, apoyado por Nicaragua y Venezuela, como la eliminación de la potestad para emitir medidas cautelares, usadas para la protección de ciudadanos frente a los abusos del Estado.
“Autonomía y medidas cautelares NO existen en el estatuto, entre otras ‘perlas’ del sistema interamericano de ‘derechos humanos’”, escribió en su cuenta de Twitter ese día. Dijo, entre otras perlas, que no iba a reconocer la atribución de la CIDH de dictar medidas cautelares. Así de simple y eso que solo era presidente de Ecuador en ese entonces, no emperador de América dirigiendo los hilos de la política ecuatoriana desde Europa como actualmente supone en una especie de delirium tremens.
Todas estas declaraciones eran festejadas y defendidas por sus asambleístas más fieles los mismos que ahora se tomaron un foto en la CIDH de Washington, “en los últimos vestigios de neoliberalismo y neocolonialismo”, donde los revolucionarios fueron a denunciar la supuesta persecución y el llamado bloqueo político y mediático.
“Rafael Correa inició tres años de una persecución brutal a la CIDH… Tres años de guerra para que la comisión no tuviera las facultades que originalmente tenía para proteger a la gente que estaba siendo perseguida -dijo Catalina Botero, exrelatora de la CIDH, cuando se enteró de que Correa pensaba acudir a ese organismo porque se dice perseguido por los juicios que tiene en la justicia ordinaria-. Yo ya me imagino que los primeros que van a acudir al sistema interamericano cuando haya una transición democrática en Venezuela, van a ser todos esos bandidos que hoy se retiraron de la comisión, van a llegar allá de rodillas pidiendo que les protejan sus derechos”.
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