El futuro de Julian Assange, una vez fuera de la Embajada de Ecuador en Londres -como se espera ocurra en estos días-, solo puede ser el que la justicia decida. Y después solo cabe que el gobierno de Lenín Moreno pida disculpas al gobierno británico por el gazapo cometido al nacionalizarlo ecuatoriano para intentar hacerlo pasar por funcionario de nuestra delegación en Londres y buscar así su salida.
No hay ningún indicio para suponer que la vida de Assange pueda correr peligro, hasta los suecos decidieron cerrar la causa por violación ante las dificultades que supuso para el procedimiento que el fundador de WikiLeaks permaneciera refugiado en nuestra embajada. Y la extradición a Estados Unidos también ha dejado de sonar como probable.
Assange no solo ha sido el huésped incómodo de Ecuador en Londres, sino alguien que se permitió violar todos los principios que cobija el derecho de asilo, además de hablar mal del país que le ha dado hospedaje tantos años.
Julian Assange será recordado en la historia ecuatoriana como un caso emblemático de hasta dónde pudo llegar el show político del gobierno de Rafael Correa para ser reconocido con la imagen de defensor de los Derechos Humanos, una que en la práctica no corresponde a la verdad.
El hecho cierto es que en ese show político se han gastado enormes cantidades de dinero primero para planear su ingreso a la Embajada ecuatoriana en Londres, luego para protegerlo y hasta para ayudarle a espiar a los británicos. Una serie de hechos rocambolescos se sucedieron a su alrededor.
Unos capítulos que merecerán un análisis a fondo ahora que se tomen verdaderas decisiones política sobre el tema con la visita en los próximos días del presidente Lenín Moreno a Reino Unido, que es una manera de enfrentar el tema en vivo y en directo.
¿De dónde salió esa mala idea de hacerlo ecuatoriano?, ¿qué ha pasado con ese nombramiento en la Embajada?, ¿o solo ha servido para que este señor tenga algún emolumento del presupuesto del Estado? Hay muchas cosas que averiguar.
Pero Ecuador si bien necesita un baño de transparencia y verdad, porque todo está confuso, todo es extraño, todo está lleno de trampas y misterios, también necesita un baño de ejecutividad porque estamos demasiado metidos en el embudo de la judicialización, de todo lo que llamo la auditorización: hacer auditorías de todo para saber qué pasó.
Y mientras discutimos sobre el tema Assange o nos entretenemos con la golpiza dada a un periodista en Lovaina la vieja, acá no tomamos medidas pese a que la situación económica sigue cada vez más grave, los niños siguen consumiendo H y la corrupción todavía no es sancionada.
Es como poner reflectores en todas partes, pero menos donde deberían estar. En política internacional, por ejemplo, Ecuador recién se atrevió a dejar sentadas posiciones más fuertes en temas como Nicaragua y Venezuela, pero debería asumir algún tipo de liderazgo por razón de la doctrina Roldós, de no invocar soberanía de estados sobre libertades universales.
Lamentablemente todavía hay gente en el país que ve en eso de la no intervención una manera de hacer política internacional, cuando por razón de Derechos Humanos precisamente hay que hacer lo contrario, intervenir en su defensa.
La política sobre derechos humanos en el anterior gobierno fue malintencionada, más que errada, en casos como los de Assange, porque fue parte de una manifiesta voluntad de un grupo de dirigentes con tentaciones totalitarias que querían permanecer eternamente en el poder con elecciones amañadas. Las pruebas salen todos los días.
Ahora hasta sabemos cómo funcionaba el Consejo Nacional Electoral cesado en sus funciones por el Consejo de Participación Ciudadana Transitorio.
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