Indiscutiblemente la economía se encuentra mejor que hace un año. Si nos atenemos a las cifras oficiales, el país registra un crecimiento del ingreso nacional del 3% y la creación de alrededor de 243.000 nuevas plazas de trabajo, aunque la situación no es como para estar demasiado optimistas porque la recuperación camina a paso lento. La inflación por el momento es baja, casi inexistente.
La presente mejoría sugiere que estamos de salida de un periodo de recesión marcado por dos años de decrecimiento a nivel per cápita a precios reales y, aunque ese indicador hoy se ubica en $4.240, todavía no llega a los niveles de 2014 cuando fue de $4.374. En valores nominales nuestra renta per cápita está en $6.143. Las cifras no emocionan demasiado, porque al poner el dato del crecimiento en términos per cápita (relación entre la renta nacional y el total de habitantes), emerge un nuevo indicador que revela un crecimiento de apenas 1,5% después de dos años de decrecimiento.
Pero es indudable que el país navega en el rumbo correcto, pues habría sido insufrible estar en un ambiente recesivo por cuarto año consecutivo. Los signos de convalecencia son resultado de una condición de inercia de la economía, la cual en algún momento tenía que empezar a subir tras haber permanecido en una especie de caída libre. El ciclo económico da cuenta que tras una contracción y estancamiento viene una época de recuperación y expansión; como llega la calma después de la tempestad.
Mucho tiene que ver en esto el empresariado nacional que ha respondido con trabajo a la mano tendida y la esperanza de un cambio ofrecido por el presidente Lenín Moreno. También hay que reconocer que el gobierno ha dado unos cuantos pasos, un tanto inseguros, muy temerosos todavía.
En cuanto al desempleo, la escala ni ha subido ni bajado durante el último año contado de marzo 2017 a marzo 2018 y se mantiene en 4,4%. Incluso si bien el trabajo precario (informal) descendió en 3,7%, aún representa más del 50% de la fuerza laboral. Un aspecto que debe resolverse y que se debe en buena parte, a la excesiva regulación estatal para poner a funcionar un negocio, sea este una microempresa o una pequeña empresa.
El gasto público es un monstruo gigante que el actual gobierno trata de enfrentar con actitud tímida aún. Para tener una idea de su desmesura cabe mencionar que entre 2016 y 2017 se registraron niveles de gasto de $3.135 millones y $3.184 millones mensuales, respectivamente. Ya que este monto mensual era insostenible, no estábamos en condiciones de continuar afrontando ese nivel de gasto.
Hace pocos días el gobierno presentó el Plan de Desarrollo ‘Turismo Nacional’ cuyo eje consiste en una agresiva atracción de inversión extranjera en ese ramo, con incentivos tributarios de hasta 20 años de exoneración del pago del Impuesto a la Renta.
Ante semejante perspectiva el gobierno ha empezado a realizar ciertos ajustes y, según se desprende de la información proporcionada por el Ministerio de Finanzas, los dos primeros meses de este año el gasto bajó a alrededor de $2.700 millones mensuales, monto que lo considero excesivo aún, pues el movimiento económico del país no daría para más de $2.200 millones.
Eso indica que el gobierno tiene que ajustar sus cuentas, más aún si se tiene en cuenta que venimos de tener un gasto anual por el orden de los $37.600 millones en 2016 y $38.000 millones en 2017. Por ello saludamos que el gobierno dé indicios de estar recortando el gasto público, pero debe acelerar el paso.
En un entorno de austeridad, luego de sanear las finanzas públicas, el programa económico que adopte el gobierno será bueno para promover el despegue definitivo hacia el progreso económico. Se requiere un viraje de timón al tomar medidas de política económica, las que recomiendo deben ser de tipo neutral, muy favorables a la empresarialidad y emprendimiento, en lugar de algunas políticas selectivas (hacia las cuales ha mostrado simpatía), pues a la postre provocan distorsiones.
Hace pocos días el gobierno presentó el Plan de Desarrollo ‘Turismo Nacional’ cuyo eje consiste en una agresiva atracción de inversión extranjera en ese ramo, con incentivos tributarios de hasta 20 años de exoneración del pago del Impuesto a la Renta. Si el gobierno cumple su parte dando la seguridad jurídica requerida y existe una respuesta adecuada del sector hotelero mundial, será posible una recuperación de la economía.
A una semana de cumplirse el primer año del gobierno de Lenín Moreno se puede decir que está cumpliendo la tarea encomendada, pero falta rigurosidad y rapidez en materia de austeridad fiscal, para que la economía entre en franca recuperación.
En conclusión, los datos muestran que estamos en fase de recuperación del ingreso, han crecido el empleo, las exportaciones del sector privado, hasta el precio del crudo ha mejorado. En este punto lo recomendable es volver a tener un fondo de estabilización petrolera, pues por experiencia sabemos que una caída en el precio del petróleo puede ocurrir el rato menos pensado y lo mejor es contar con un fondo contra-cíclico para suavizar estas caídas, debido a la dependencia del gasto público al nivel de ingresos petroleros (el ciclo: tras un tiempo de expansión de los precios puede venir uno de contracción).
Durante la década pasada, el Ecuador se quedó sin ahorros. Fue la época del gasto frenético y del despilfarro. Ojalá nunca volvamos a vivirla.
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