En 2013, cinco presuntos guerrilleros de las FARC atacaron una Unidad de Policía Comunitaria ubicada en el sector de Palma Real, en Esmeraldas, para liberar a Nilson Antonio, detenido con un arma marca Taurus y 9 proyectiles. Los cinco irrumpieron en la unidad, destruyeron la puerta principal y dispararon contra los uniformados ecuatorianos. Lanzaron una granada que no explotó.
El comando logró liberar al detenido.
En 2014, las autoridades colombianas desarticularon un complejo cocalero que funcionaba en zona rural del municipio de Tumaco, entre la frontera de Colombia y Ecuador. No solo contaba con su propio laboratorio, sino que además tenía astillero y un semisumergible con capacidad para transportar seis toneladas de pasta de coca.
El semisumergible tenía una longitud de 18 metros de largo y cuatro metros de ancho. El sitio era zona de influencia de la columna móvil Daniel Aldana de las FARC, la más sanguinaria.
La zona es estratégica porque la selva nariñense está atravesada por el río Mataje, un afluente navegable que desemboca en el mar Pacífico, lo que facilita el tráfico de la droga que es llevada a países de centro y norte América.
A las 10 de la mañana del 5 de octubre del año pasado más de mil campesinos avanzaban por la zona selvática de Alto Mira, en Tumaco, tratando de impedir la erradicación de la mata de coca en un pulso con la Policía, según reseñaba Semana en 2017. Alias ‘Guacho‘, detenido recientemente, y su grupo residual de la columna Daniel Aldana, la élite de las FARC, según la versión oficial, lanzaron al menos cinco cilindros bomba contra los integrantes de la Fuerza Pública y contra la multitud, que se encontraba en el lugar, y luego atacaron con fuego indiscriminado de fusiles y ametralladoras a los manifestantes y a las autoridades. El resultado, seis muertos y decenas de heridos.
“Con el Plan Colombia y la lucha antinarcóticos que se emprendió en el nuevo milenio, decenas de campesinos de Caquetá, Putumayo y Antioquia salieron huyendo de la aspersión con glifosato. Se asentaron en Tumaco y llegaron a alentar una economía que apenas estaba emergiendo. El punto era estratégico -recordaba Semana en 2017-. Una sola vereda facilita la siembra, transformación y transporte de la droga”.
Un informe de la Defensoría del Pueblo de Colombia explicaba que en el área de las cuencas de los ríos Mira, Nulpe y Mataje ha surgido un grupo armado ilegal integrado por excombatientes de las FARC y otras personas asociadas a bandas de narcotraficantes, en especial jóvenes entre los 15 y 25 años de edad, el cual se ha denominado Guerrillas Campesinas del Norte que obliga a los líderes de juntas comunales a difundir la obediencia a las reglas impuestas en un reglamento, y a transmitir a las personas que consideran foráneas o contrarias a sus intereses a desplazarse de manera forzada de la región.
Este grupo ha sometido a los pobladores al pago de extorsiones sobre actividades lícitas o ilícitas, ha impuesto el precio de la pasta de coca, comercializada con bandas de narcotraficantes.
“Se puede deducir el fortalecimiento militar de las Guerrillas Campesinas del Norte quienes tienen la capacidad de enfrentarse a la Fuerza Pública o a otras estructuras armadas ilegales o de delincuencia organizada -dice el informe-. Además, con el fin de limitar la acción de la Fuerza Pública, ha minado algunos territorios para favorecer su presencia y acción delincuencial y militar”.
Tumaco y Mataje tienen historias asociadas con protagonistas como el Guacho, a quien unos señalan de disidente de las FARC y otros de paramilitar; de David, o el Ecuatoriano, que también tuvo que ver con las milicias de esa guerrilla; del Contador, hombre clave del Clan del Golfo en la frontera, y de Cachi, un narco puro, según Semana.
Lo que ocurría en la frontera norte y lo que se jugaba ahí para nadie con algo de información era desconocido. Mataje está en una ruta estratégica del narcotráfico y como en las mejores época de Pablo Escobar lo que esos grupos asociados al narcotráfico buscan es crear un estado de terror con ataques sistemáticos contra objetivos militares ecuatorianos. Es el precio que tiene que pagar el país por haber creado una Inteligencia dedicada a espiar a políticos más que a las amenazas contra el Estado.
El narcotráfico ha trabajado para hacer de Tumaco y Mataje una Sinaloa. La fuerza pública, llámese Fuerzas Armadas o Policía, necesita recuperar sus departamentos de Inteligencia desmantelados sistemáticamente desde el ataque de Angostura contra un campamento de las FARC instalado en territorio ecuatoriano para que pudiera descansar el segundo al mando de ese grupo armado irregular, Raúl Reyes.
Mataje está en un área minada, con terrorismo puro. Ahí tal vez algunas personas sigan cantando loas al Che Guevara mientras sigan matando a ecuatorianos de la forma más sádica posible. Porque su fin es generar terror. Miedo. El fin de la sociedad es decir no a ese terror.
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