“Qué triste papel de María José Carrión, que supuestamente era de la izquierda “dura”, y hoy tan sólo otra turiferaria del poder de turno. Mi abrazo solidario a Carlos Ochoa, nueva víctima en el altar de la prensa corrupta”, escribió el excepresidente Rafael Correa en su cuenta de Twitter, una vez conocida la decisión de la mesa de la Asamblea que aprobó el juicio político contra el superintendente de Comunicación, Carlos Ochoa.
(Turiferaria es un adjetivo de un latín medieval que significa aduladora. De los que abundaban a su alrededor cuando se jactaba de ser el presidente de todos los poderes del Estado.)
Prensa corrupta llama quien tiene sobre sus espaldas los mayores casos de corrupción en la historia del país, con exministros, altos funcionarios presos o investigados por corrupción y lavado de activos. Unos de sus exministros incluso confesó el delito, de lavado de activos. Su excontralor de lujo declaró que nunca hubo un intento de magnicidio ni golpe de Estado en la revuelta policial del 30 de septiembre y que todo fue forjado, un montaje para magnificar su ego; su exasesor y también fiscal de lujo puso en el banquillo de acusados a su exhombre fuerte, al encargado de todos los sectores estratégicos del país y de liderar la reconstrucción de Esmeraldas y Manabí tras el terremoto de abril de 2016. Su exministro de Hidrocarburos lo ha inculpado públicamente por todos los negociados en el sector petrolero; en la refinería del Pacífico, que es un terreno aplanado; en la refinería de Esmeraldas donde, según las investigaciones, solo hubo repotenciación de la corrupción.
Pero, claro siempre según las palabras del expresidente Correa, la prensa que narra los hechos del día, es la corrupta porque habla de la corrupción de ese gobierno como lo ha hecho en todos los gobiernos.
El aparato burocrático creado alrededor de la Ley de Comunicación pretendió tejer un manto de impunidad sobre hechos y personas; todos eran honestos bajo ese guión; la política oficial era honesta; el gobierno era honesto y de manos limpias. El tiempo ha dicho todo lo contrario, con pruebas, delaciones, videos de entregas de maletines de dinero a un tío del exvicepresidente preso ahora, sentenciado por asociación ilícita en la caso Odebrecht.
“Nada de este nuevo escándalo se conocería si no hubiéramos recuperado espacios de palabra”, escribió en este portal Antonio Aguirre Fuentes, psicoanalista de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, sobre las delaciones Pólit-Baca Mancheno-Serrano. “La Supercom, la Cordicom, la Secom, basadas en la totalitaria ley de Comunicación han establecido un conglomerado más siniestro, por sus efectos masivos, que la apuntada SENAIN. Esto es a lo que hay que prestar atención. Hay que derogar esa ley fatídica para el pensamiento. Los argumentos que la defendían como una protección al honor de las personas y a la verdad eran absolutamente mentirosos. Era a los truhanes partidarios a quienes protegía”.
Si los espacios de la palabra fueron en algo recuperados falta todavía recuperar los espacios tomados por el cinismo. Denunciar públicamente el lugar común que acusa a otros de sus propios errores, faltas e incapacidades.
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