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Reflexiones en torno a la vida expuesta: filtraciones y legitimidad en la era de la información

María José Calderón Larrea
Universidad Internacional del Ecuador
martes, enero 23, 2018
La transparencia de la información va más allá de la rendición de cuentas. Los principios fundamentales del gobierno abierto buscan reformar la institucionalidad, pero aún falta la deconstrucción de sus significados.
Tiempo de lectura: 3 minutos

En el año 2010 el portal WikiLeaks publicó un video sobre un evento acaecido tres años antes. Las imágenes mostraban cómo soldados estadounidenses abrían fuego contra el reportero de la agencia de noticias Reuters, Namir Noor-Eldeen, su ayudante y otras nueve personas.  Aunque los medios oficiales solicitaron en numerosas ocasiones el material, la publicación de Wikileaks puso en jaque al aparato militar de los Estados Unidos.

Durante las elecciones presidenciales de 2016, la filtración masiva de cables diplomáticos consiguió deteriorar las opciones electorales de la candidata demócrata Hillary Clinton, y una ola de noticias falsas, acompañadas de filtraciones, llegaron a destruir la fe pública en la política exterior de ese país. Además dieron una vuelta de tuerca siniestra al panorama electoral.

Las filtraciones resultan ser la única manera de romper la anomia de instituciones corruptas. Nos preguntamos si en efecto la efervescencia que vivimos es un subproducto de la velocidad de la comunicación, o de la opacidad omnipresente. Solo que antes no se veía de manera transparente.

Como regla general, las filtraciones siempre formaron parte de las sociedades libres. No obstante, es necesario tener cierto escepticismo ante las afirmaciones riesgosas y la responsabilidad ulterior de los actores sociales para el manejo de la información. También es fundamental que las instituciones se protejan aún de sus propios miembros. Sin embargo, la sociedad de la información nos ha vuelto voraces cuando de información privada se trata.

Si bien el secreto permite a los responsables políticos escapar del escrutinio público, las filtraciones de información clasificada revelan la construcción social de la realidad por parte de los estados. El Ecuador saltó a la palestra pública global por otorgar asilo al fundador de una de las plataformas más importantes de este siglo, Julian Assange. Wikileaks develó procesos internos de estados poderosos, que desentrañan realidades excluyentes a los nuevos ciudadanos digitales que encuentran información con solo dar un click.

Nuestro país, sin embargo, también ha ganado notoriedad por su incapacidad para manejar las relaciones internacionales de manera transparente con Reino Unido, donde se encuentra la representación diplomática que hospeda a Julian Assange, y con sus propios ciudadanos.

En efecto, leyes que respaldan las instituciones más antiguas y respetadas, así como la legitimidad de nuestros representantes se encuentran hoy bajo constante escrutinio. El silencio, el secretismo, sobre todo el no asumir asumir de forma coherente los errores, evidencian la necesidad de reinventar la narrativa oficial de la legitimidad.

Parece irónico que el fundador del portal Wikileaks, que inauguró la transparencia obligada de los estados, tenga la protección del país que vivió la década de mayor opacidad. Estas ironías forman parte de los legados de la sociedad de la información.

Este es el primer gran legado de Internet. Probablemente estemos frente a un momento histórico en el cual la realidad es interpretada a partir de marcos discursivos que crean los estados para comunicar las causas de los problemas sociales.  Problemas para el público y soluciones que ofenden a los ciudadanos.

El Ecuador tiene una larga deuda con la transparencia que durante ésta última década se ha manifestado con periodistas perseguidos, aunque el Internet y el uso de portales digitales los ha devuelto del silencio. Ellos son -por ahora-  la fuente que ha despertado a la sociedad civil para levantar el velo sobre la corrupción en el Ecuador. Parece irónico que el fundador del portal que inauguró la transparencia obligada de los estados aún sea protegido por el país que vivió la década de mayor opacidad. Estas ironías forman parte de los legados de la sociedad de la información.

Avanzar en la comprensión de la apertura, el diálogo y la transparencia de las instituciones mejoraría la comprensión de una realidad discursiva real para los tomadores de decisiones y los actores políticos de la sociedad, con la construcción de significados de manera más amplia. Las filtraciones obligan a cambiar los sistemas jerárquicos de los gobiernos y transformar la manera de pensar en los ciudadanos como actores fundamentales de la ejecución de políticas.

La transparencia de información va más allá de la rendición de cuentas. Los principios fundamentales del gobierno abierto buscan reformar la institucionalidad, pero lo que falta es la deconstrucción de sus significados. Un ejemplo de ello tiene que ver con sus consecuencias. El término accountability, por ejemplo, agregaría otro significado a la simple rendición de cuentas y es la capacidad de responsabilizar a las personas y enfrentarse como iguales a otros ciudadanos.

Esta lección nos dejó las primeras filtraciones de Wikileaks, hace ya casi 10 años. Aún hoy su sistema -y otros similares- que alimentan al periodismo de investigación, tienen una segunda vida con la participación de los ciudadanos. Este salto de ser espectadores a convertirnos en actores nos devuelve la narrativa democrática en el mundo digital. Y es un arma poderosa, aunque poco estudiada, para los actores, colectivos o grupos que desean formar entendimientos dentro de una sociedad porque facilita la construcción social de la realidad.

¿Cómo manejarlos? Esta pregunta es fundamental para quienes todavía mantienen la representación legítima. Los ciudadanos demandamos transparencia. La información libre y su difusión son los aspectos más críticos para las estructuras tradicionales del poder.  Estos marcos discursivos evolucionan, y es un reto estar al día cuando todos somos capaces de moldear la realidad.

 

 

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