La disputa entre facciones de una misma organización política siempre es lamentable, porque el ahondamiento de las pugnas internas y las posiciones irreconciliables solo puede conducir a la disolución.
Una estructura con dueño no funciona como partido político. Con esa premisa por delante, ojalá que el movimiento Alianza País resuelva pronto sus problemas, modifique sus estructuras y la forma de mantener la relación con sus partidarios.
El arreglo de estos inconvenientes, al igual que la decisión que deberá tomar la Corte Constitucional con respecto a la anunciada consulta popular, son claves para que el presidente Lenín Moreno pueda dedicarse de lleno a uno de los sinónimos vitales de su ejercicio: gobernante significa gobernar.
Mal haría la Corte en refugiarse en el argumento de que ya resolvió hace tres años el tema de la reelección presidencial indefinida, cuando autorizó a la Asamblea Nacional que introduzca esa y otras enmiendas a la Constitución de Montecristi, por el atajo de un trámite legislativo en lugar de una reforma constitucional por la vía del referéndum.
Ese dictamen fue un error jurídico de la Corte Constitucional, pues no debió permitir el cambio de normas que fueron aprobadas por una Asamblea Constituyente y refrendadas en plebiscito. En las urnas, la mayoría de ecuatorianos, cansada de los caudillos y en respeto al ideal democrático, quiso garantizar que no haya reelección indefinida.
Democracia equivale a alternabilidad y nada más atentatorio contra ese principio que la reelección indefinida, por ello es absurdo considerarla un “avance constitucional”. De ahí que la consulta bosquejada por Moreno más bien se orienta a democratizar nuevamente la república.
Asimismo es ilógico que todo el poder para decidir quiénes deben ocupar los cargos de las funciones y organismos de control se encuentre en manos de un reducido grupo de personas, por el hecho de integrar la llamada Comisión de Participación Ciudadana y Control Social.
Aunque quedaron por fuera varios temas trascendentes como la Ley de Comunicación, en lo esencial la consulta busca reivindicar aspectos democráticos que se fijaron en la Constitución con el liderazgo de Alianza País, que ahora parecen haber sido olvidados por la facción adepta al expresidente Rafael Correa.
El desenlace más probable es que el gobierno se quede con el control. Tiene las de ganar por la influencia en un partido burocratizado, acostumbrado a estar en el poder, que a pesar de haber surgido de la base, quiere continuar en el mando.
¿Qué los hizo cambiar de visión? El afán totalitario y la vocación de permanecer en el poder no solo para el ejercicio y desarrollo de un proyecto político sino para protegerse de la corrupción que fue creciendo en el camino. El tratar de mantener una persona congelada en el poder no es un rasgo democrático sino estalinismo. Mejor dicho: la dictadura del partido único.
Ya es tiempo de que Alianza País deje de imponer la agenda del acontecer político nacional, sin respuesta de los partidos que hacen la escaramuza opositora por ser minoritarios en la Asamblea Nacional. Esto permite actos paradójicos, como el protagonizado por su presidente, que a la vez preside el Consejo de Administración Legislativa, al entregar en Fiscalía las denuncias por abuso sexual a decenas de niños en centros educativos, tras impedir que en esa instancia se sustente el juicio político al ministro responsable.
Ante este panorama, la consulta es clave para despejar lo político, luego de eso el presidente tendrá que centrar su atención en el tema económico que está mal tratado… o no tratado.
Retomando el lío de Alianza País, el desenlace más probable es que el gobierno se quede con el control. Lo digo así, para recalcar que el gobierno tiene las de ganar por la influencia en un partido burocratizado, acostumbrado a estar en el poder, que a pesar de haber surgido de la base, quiere continuar en el mando.
Una movida estratégica de Lenín Moreno es abrir la puerta a nuevos aliados. Allí encaja el partido Democracia Sí, de Gustavo Larrea, que aprovecha la ruptura del movimiento oficialista para intentar convertirse en el nuevo partido de poder. Empero, por conveniencia, el presidente debería mantener Alianza País como organización propia, aunque sea impropio tener partido con propietario.
Rafael Correa y sus adláteres echarán maldiciones por un buen rato y acusarán a Moreno de todas las traiciones. Para refutarlos, el actual mandatario puede decir que él encarna el espíritu de Montecristi y los traidores son otros. Ojalá que estos dimes y diretes no nos entretengan demasiado, entre tanto la nave del país sigue al garete.
De cara a la convención que, según anuncia, se efectuará este 3 de diciembre en Esmeraldas, la facción correísta ha recurrido a lo máximo que puede hacer, esto es traer de vuelta a su líder histórico que ha fijado residencia en Bélgica. Con eso, el grupo trata de “salvar los muebles”, pero todos sabemos que hasta la mesa fue robada.
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