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La ambición humana, la gran depredadora de la fauna silvestre 

David Romo
Universidad San Francisco de Quito
jueves, diciembre 14, 2017
Estamos en un país como mucha diversidad, en consecuencia, varios animales y plantas tienen características similares y por esta razón muchas personas no notan el daño que provoca a la naturaleza el tráfico de animales. Para que exista diversidad siempre hay algo que marca la diferencia en los componentes y esto es lo que da esa maravillosa funcionalidad a nuestros ecosistemas.
Tiempo de lectura: 3 minutos

La amenaza que representa para los animales la ambición humana es motivo de preocupación y de reflexión. La educación y la ley deben ir al mismo paso para establecer sanciones junto a fuertes campañas para que las personas tomen conciencia sobre esta práctica nociva.

Por iniciativa del Ministerio del Ambiente (MAE) hace poco empezó la campaña “No trafiques animales” contra esta práctica ilegal, con el objetivo de promover la protección de los animales y también de los ecosistemas de este país. Pero, ¿por qué las personas matan o venden especies silvestres?

Hace varias semanas los representantes de 45 países del mundo y de 11 organizaciones se reunieron en Londres para firmar un acuerdo contra el tráfico ilegal de vida silvestre, un negocio que factura unos $19.000 millones anuales solo en África. En Sudamérica, esta práctica afecta mucho más por las especies exóticas y la extrema deforestación ya que no existe un control estricto por parte de las autoridades. Según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) Brasil genera el 10% de ese tráfico.

Ecuador no escapa a esta realidad, especies en peligro de extinción como el cóndor o el oso de anteojos sufren cada año el embate de cazadores furtivos y traficantes, que los exportan ilegalmente o los comercializan a nivel local para lucrar de la riqueza natural del país.

Ecuador no escapa a esta realidad, especies en peligro de extinción como el cóndor o el oso de anteojos sufren cada año el embate de cazadores furtivos y traficantes, que los exportan ilegalmente o los comercializan a nivel local para lucrar de la riqueza natural del país.

Los monos, loros, tortugas y tiburones son los animales más traficados en Ecuador. Según el MAE más de 1 000 animales silvestres son víctimas del tráfico cada año en el Ecuador. Las sanciones penales van desde uno a tres años de prisión. Esto ocurre en un país cuya Constitución otorga derechos a la naturaleza.

La Fiscalía General del Estado entre enero y agosto de 2017 contabilizó 67 denuncias en todo el país. Guayas es la provincia donde se ha registrado la cifra más alta con ocho denuncias. A continuación, Galápagos y Orellana empatan con siete denuncias, y en tercer lugar se encuentran Santa Elena y Esmeraldas con seis cada una.

Las comunidades indígenas y las que no lo son están atentando contra la vida silvestre. Tradicionalmente estas tribus han dependido de la carne de monte o de los animales silvestres y decirles que no cacen sería como pedirles que no cumplan o vivan su acervo cultural, pero en las últimas décadas muchas de estas personas utilizan la cacería no para subsistir sino para comercializar los animales con fines de lucro.

También están las personas que capturan a los animales para sacarlos del país y venderlos como mascotas. Esto atenta contra las especies y la soberanía. Según las autoridades de Protección del Medio Ambiente (UPMA) de la Policía Nacional, en lo que va del año han sido detenidas 68 personas por delitos ambientales y se han retenido 2 941 animales silvestres.

Como ecuatorianos debemos velar por evitar el tráfico de especies. Si los líderes emprenden nuevas campañas en poco tiempo habrá receptividad.

El Parque Natural de Yellowstone, en EEUU, es un ejemplo a seguir. Allí se introdujo una manada de lobos después de casi 70 años de su desaparición en la zona. Como consecuencia, los lobos fueron capaces de desviar el cauce de los ríos. A este fenómeno se le nombró “Cascadas tróficas generalizadas”, el cual se define como “el proceso ecológico que comienza en la parte más alta de la cadena alimenticia y va llegando hasta el final de la misma.”

Estamos en un país como mucha diversidad, en consecuencia, varios animales y plantas tienen características similares y por esta razón muchas personas no notan el daño que provoca a la naturaleza el tráfico de animales. Para que exista diversidad siempre hay algo que marca la diferencia en los componentes y esto es lo que da esa maravillosa funcionalidad a nuestros ecosistemas.

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