Hay lecturas que siempre están demás, esas que usan las tragedias brutales y cotidianas, pero con alcance mediático, para escribir desde el dolor, como si el dolor se pudiera experimentar desde la escritura. Los ejercicios literarios en las redes sociales se han convertido en meras simulaciones de un dolor auto infligido que nunca podrá describir el verdadero dolor de una persona que es golpeada, violada, asesinada a sangre fría e incinerada.
Las redes sociales se han convertido en una una alcantarilla de presuntos ejercicios poéticos que pasan por el boletín y elegía de las mitas hasta los versos más tristes de Pablo Neruda con citas de Paulo Coelho o Ricardo Arjona.
Una niña fue asesinada en Loja de una forma sádica, violenta, vil… y de pronto las redes sociales se convirtieron en una apología al yo: al yo defiendo, al yo escribo desde el dolor, al yo protesto desde el lirio que se desvanece y cosas así… Muchos de los que reclamaban la pena de muerte del asesino de seguro también reclamarían la sanción a la madre que pudiera incurrir en un aborto, porque ahí la vida es sagrada.
El desaguadero de pasiones en las redes sociales ha logrado poner un cerco sobre los debates de qué sociedad queremos, cuál es la sociedad que construimos en nuestra cotidianidad. ¿Una sociedad de la impunidad? ¿Una sociedad que castiga desde nuestra superioridad moral y de conducta?
Supongamos que el asesino de Emilia recibiera la pena de muerte porque solo su crueldad espanta, aterroriza, ¿y luego? ¿Qué hacemos con el otro que mata a su novia solo porque se cansó de sus abusos y lo abandonó o porque simplemente se enamoró de otro y ya? ¿Qué hacemos con el otro que dice maricón a manera de insulto? ¿O con el otro que cree que entre perro y perra, a modo de insulto, hay una enorme diferencia?
La verdad es que existe y persiste una sociedad patriarcal, donde el otro no es reconocido; donde el otro solo es visible cuando vive con nuestros paradigmas, con nuestros valores presuntamente morales que suponemos es de todos, con nuestras taras… Es esa sociedad la que no denuncia a los potenciales asesinos de las Emilias. Es en esa sociedad donde las Emilias son asesinadas día tras día. Es una sociedad del silencio y de la cursilería de las redes sociales.
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