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Bolívar y la integración de América del Sur*

Luis Luna Osorio
Universidad Andina Simón Bolívar
martes, julio 11, 2017
No basta la metáfora de que la espada fulgurante de Bolívar marcha por las tierras americanas liderando la batalla por el desarrollo y la justicia social. Es repulsiva la denominación de “Bolivariana” de una revolución que ha hecho de la patria de Bolívar el ejemplo de lo que no deben ser un gobierno y una nación.
Tiempo de lectura: 5 minutos

La Confederación Bolivariana de América, muy bien representada en el Ecuador por el ilustre Canciller Doctor Amilcar Tapia Tamayo, el 15 de junio de 2017 me incorporó como uno de sus miembros, y me invitó a colaborar en el gran esfuerzo de, algún día glorioso, hacer realidad los deseos del Libertador Simón Bolívar, de formar una América del Sur unida, para enfrentar con éxito a la que él ya veía poderosa América del Norte, beneficiada por “… un gobierno bienhechor que, con una mano hábil, activa, y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social, que es el fin único de las instituciones humanas”.

Lamentablemente, ha pasado mucha agua bajo el puente, desde los años en que Bolívar veía en conjunto al continente americano y se preocupaba por el dinamismo con el que crecían los Estados Unidos y la pasividad y desunión de esta parte del Continente. Y, la realidad es que, 200 años más tarde de la época de la Independencia, América del Norte reina en el mundo político, económico, social, tecnológico y militar, y marcha a pasos agigantados, especialmente desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial; mientras que América del Sur casi que marcha en el propio terreno, porque varios de sus países todavía luchan por ampliar sus territorios nacionales a costa del vecino, no practican la democracia y niegan al pueblo sus libertades, buscan la supremacía de ideologías obsoletas en el resto del mundo, se mantienen en el subdesarrollo y la dependencia de terceros, acrecientan las masas de poblaciones pobres y con educación deficiente o sin ella, son incapaces de generar innovación y seguir el paso a la más moderna tecnología.

En consecuencia, la tarea de quienes seguimos el ideal bolivariano es inmensa y sobrepasará, de lejos, la vida nuestra. Pero, como no hay peor decisión que la de no hacer nada en pro de nuestros objetivos, porque los sabemos poco menos que imposibles, estamos aquí para decir que ahora, desde esta nueva trinchera, trataremos de lograr metas, paso a paso pero sin descanso, en pro de la integración de la América del Sur y ojalá, de América Latina; para converger hacia un estado de bienestar común de los pueblos. (…)

Buena parte de mi vida profesional he dado mi aporte a la búsqueda de la integración económica de los pueblos de América Latina y de la Subregión Andina. Lo he hecho como parte de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas, en Chile; como funcionario de la Junta del Acuerdo de Cartagena, en Lima; como integrante y autoridad de los ministerios ecuatorianos responsables de impulsar la integración latinoamericana, en Quito; y, como coordinador de la Secretaría de Integración Fronteriza Ecuatoriano – Colombiana, en Tulcán. También, desde los importantes organismos empresariales que reúnen a industriales y exportadores.

Y entonces, como observador y actor, he asistido a una enorme cantidad de reuniones de presidentes y de otros altos funcionarios de los gobiernos, en los que las palabras proyectaban el ansia por avanzar hacia el desarrollo armónico de América Latina y su integración, pero los hechos demostraban que siempre priman los intereses nacionales y muchas veces las actitudes irracionales de quienes, teniendo como su responsabilidad principal la conducción de la política exterior de sus países, suscriben múltiples acuerdos, gastan esfuerzos, realizan innumerables viajes, pero apuntan para diferentes lados. (…)

El diagnóstico es pesimista, pero es real y resulta de mi experiencia de varias décadas. Lo que interesa es superar los problemas y encontrar las soluciones más idóneas.

No basta la metáfora de que la espada fulgurante de Bolívar marcha por las tierras americanas liderando la batalla por el desarrollo y la justicia social. Es repulsiva la denominación de “Bolivariana” de una revolución que ha hecho de la patria de Bolívar el ejemplo de lo que no deben ser un gobierno y una nación.

¿Qué podemos sugerir?

Primero, que la integración de América del Sur tenga claros objetivos políticos, económicos y sociales. En la parte política, una presencia cada vez más importante en el concierto internacional, resultado de una posición única o concertada de todos los países de la región; en lo económico, el avance constante hacia la formación de una unión económica, en la que las personas, los capitales, las mercaderías y los medios de transporte puedan moverse libremente; en lo social, el propósito y la acción para que cada día disminuyan las lacras de la pobreza extrema, la desnutrición, el analfabetismo, la falta de empleo, las enfermedades resultantes de las deficiencias de servicios básicos de prevención de la salud.

Segundo, que al menos en aspectos fundamentales como los derechos humanos, vayamos hacia una Constitución regional. Derecho a la vida en sociedad, en paz y sin delincuencia; derecho a la democracia y la libertad; derecho a la utilización racional de los recursos naturales; derecho a la educación gratuita en los niveles primario y medio; derecho a la comunicación libre y a la información estatal transparente; derecho a la salud gratuita para todos, especialmente para quienes soportan enfermedades catastróficas; derecho a la libre movilidad de las personas, sin necesidad de más documentos que los emitidos en su país de origen; derecho al trabajo en cualquiera de los países y con seguridad social; derecho a una remuneración mínima según el nivel educacional y la experiencia; derecho a la asociación lícita, la innovación y la propiedad intelectual.

Tercero, que la integración económica sudamericana sea dirigida por un solo organismo, conformado por los ministros de la producción de los países, que cuente con una secretaría general financiada por los estados, pero autónoma en su administración, con capacidad de proponer políticas orientadas a planificar, incrementar y profundizar las acciones de integración regional, en todos los ámbitos posibles. Realizar lo propuesto implica eliminar las entidades subregionales ahora existentes, hacer que el patrimonio histórico de ellas se aproveche y conduzca a armonizaciones y unificaciones de políticas, en plazos perentorios. Este esquema ya fue utilizado con éxito por los países del Grupo Andino en los años 1969 a 1976 y solo la miopía de los gobiernos de entonces hizo que se lo destruyera, para dar paso a la Comunidad Andina, que perdió la visión integracionista e hizo prevalecer los intereses nacionales de unos países sobre los de los otros.

Cuarto, que los gobiernos se comprometan a ejecutar conjunta o coordinadamente los proyectos de desarrollo de la infraestructura que sean necesarios para acercar a los países del Atlántico con los del Pacífico y brindar un mejor servicio a las personas y las empresas, una vez que uno de los problemas mayores de la región es el de las largas distancias que hay que recorrer para llegar de unos a otros. Para ese efecto, aprovechar la tarea desarrollada por la Iniciativa para la Integración Regional Sudamericana (IIRSA)

Quinto, que gobiernos, empresas y universidades de todos los países se comprometan a llevar adelante investigaciones de gran alcance y costo, sobre aspectos de importancia regional, a fin de generar tecnología de punta, especialmente sobre productos agropecuarios tropicales y productos agroindustriales derivados.

Sexto, promover la formación de empresas sudamericanas con capacidad de abastecer el mercado propio y el internacional, mediante políticas fiscales de impulso a su creación, operación y exportación. Para ello, es básico hacer converger a los entes financieros de la Región en uno solo, incrementar sus recursos y lograr que otorgue crédito fácil sobre proyectos que demuestren la rentabilidad de su puesta en marcha y operación.

Algunos lectores pensarán que tengo un optimismo exagerado (…) pero creo que quienes trabajamos con el intelecto y hemos vivido de él durante más de medio siglo, tenemos derecho a proponer un rumbo hacia el horizonte y quizás a empezar a desbrozar la selva, para que sean nuestros descendientes, los que formen la trocha, amplíen el camino y faciliten la consecución de la meta por los futuros habitantes de estas tierras, que recorrió Bolívar a caballo, meditando en los Estados Unidos del Sur, y que pueden ser, porque tienen capacidad para serlo, el asiento de una nueva cultura mundial, rica en la capacidad de su gente para trabajar, en los recursos de su geografía, para alimentar y servir al mundo, en la belleza de sus paisajes para amar la libertad y la belleza. (…)

  • Extracto del Discurso de incorporación de Luis Luna Osorio a la Confraternidad Bolivariana de América.
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