Las disculpas públicas ofrecidas por la constructora Odebrecht por el escándalo de corrupción en el que está involucrada, pretende limpiar su imagen como empresa y reparar el impacto causado a la credibilidad de los gobiernos, autoridades e instituciones de los países donde operó la poderosa compañía.
Las secuelas del escándalo provocado por el pago de millonarias coimas a funcionarios clave de varios gobiernos de América Latina y de otras partes del mundo, no se reparan con solo simples frases de arrepentimiento. Tiene que haber sanciones, tanto para la empresa como para quienes transgredieron la ley.
La compañía Odebrecht, incluso creó un departamento de sobornos para tramitar la entrega de “gratificaciones” a funcionarios y políticos que podían decidir o influir en la adjudicación de contratos. Así lo han revelado directivos de la empresa, que ahora son investigados por la justicia. Solo en Ecuador habrían repartido $33,5 millones durante la última década.
Cuesta creer que hasta hace poco la constructora fuera la número uno de América Latina y se hallara entre las más grandes del mundo, dentro del área de sus servicios profesionales. De la misma forma, causa admiración que en nuestro país alguien llegara a calificar a los sobornos de “comisiones” y afirmar, de que esas no aumentaban los costos de las obras.
La confidencialidad solo se justifica en temas de seguridad del Estado. El tema Odebrecht, en cambio, es un caso de corrupción. La ley solo establece el sigilo durante la etapa de indagación previa a la formulación de cargos, pero de ahí en adelante todo tiene que salir a la luz pública.
La poderosa Odebrecht parecía tenerlo todo: el respaldo de Brasil, nada menos que el país latinoamericano más grande y la octava economía del mundo. Además, contaba con el apoyo de gobiernos que negociaban la entrega de créditos con el Banco de Desarrollo del Brasil (BNDES). Por cierto, esta no es una práctica aislada, lo hacen otros países como China, cuando se trata de financiar la ejecución de obras donde intervienen empresas del mismo país.
Luego de todo el daño causado, las disculpas son un intento de tratar de salvar los contratos que la empresa aún mantiene en varios países. De hecho, ya ha logrado acuerdos con algunos gobiernos, los cuales pasan por la devolución de los montos de la corrupción, delación de los involucrados y el pago de multas.
Aunque suene a paradoja, por ahora un acuerdo “claro” que mantiene el Ecuador en este caso es un compromiso de confidencialidad sobre los actos corruptos propiciados por Odebrecht y las personas que participaron en ellos. Probablemente esto se hizo para evitar presiones de parte de quienes aspiran a no ser inculpados, y de aquellos que buscaban culpar a otros.
De esta forma, a diferencia de otros países donde se conocieron los nombres de varios implicados desde el inicio del escándalo, en el nuestro se mantuvo la reserva. Ojalá no tengamos que lamentar la elección de alguna autoridad o la designación de algún funcionario que pudiera estar involucrado en el caso.
Este escándalo contradice el enunciado de: “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes” exhibido por la llamada revolución ciudadana. Con la fenomenal llegada de recursos por la bonanza petrolera, al parecer muchas “manos limpias” dejaron de serlo. Sin fiscalización ni controles reales, quién sabe si esta fue la época del “lleve en mano”.
La confidencialidad solo se justifica en temas de seguridad del Estado. El tema Odebrecht, en cambio, es un caso de corrupción. La ley solo establece el sigilo durante la etapa de indagación previa a la formulación de cargos, pero de ahí en adelante todo tiene que salir a la luz pública.
Por el bien de todos tiene que haber transparencia. Resulta por demás bochornoso que instituciones como la Contraloría y la Fiscalía General del Estado nunca se percataron de lo que ocurría y solo se dieron por enteradas luego de que la justicia de Brasil y de Estados Unidos destaparan la podredumbre del caso “Lava Jato”.
¿Cómo actuará la justicia en los diferentes procesos que deberán abrirse por esta causa? No lo sabemos todavía, aunque ya es posible avizorar que los datos serán revelados lentamente. Pero eso puede traer graves consecuencias. Una eventual falta de diligencia podría ser vista como una forma de ganar tiempo, vaya a saber con qué intenciones… o tal vez para que empecemos a olvidar. Pero es imposible apelar a la amnesia colectiva en este caso.
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