¿Hacia dónde apunta la política internacional de Donald Trump? Durante los primeros seis meses de su administración, el mandatario ha hecho saber que las relaciones con los demás países del orbe parten de la premisa: “Primero Estados Unidos”.
Fiel a su promesa de campaña electoral, para Trump lo prioritario ha sido poner la casa en orden. Si para lograrlo tiene que tomar decisiones que disgustan a otros gobiernos, incluso de potencias aliadas como Alemania Francia o Reino Unido, no duda en hacerlo.
Así lo demostró al ordenar la separación de Estados Unidos del Acuerdo de París, refrendado por 195 naciones en noviembre de 2015. Trump puso en un lado de la balanza el costo que representaba mantenerse en el pacto como segundo emisor de dióxido de carbono después de China; y, en el otro, el combate al cambio climático. Al final, consideró que mantener la Unión Americana bajo el concepto de “quien contamina más contribuye más” causaba gran impacto en la economía de su país y mermaba la creación de fuentes de trabajo en el sector industrial.
Con esta resolución, Estados Unidos cedió a China el liderazgo en materia ambiental, pero, al parecer, a Trump no le importó demasiado. A manera de descargo, vale precisar que esta posición tiene como antecedente la negativa del expresidente George W. Bush a ratificar el Protocolo de Kioto, en 2001, lo que conllevó el fracaso de ese pacto.
La repercusión internacional de la política “Primero Estados Unidos”, también pasa por el tema migratorio. El mandatario norteamericano mantiene la idea de construir un muro en la frontera con México, cuyo financiamiento tendrá que ser cubierto por este país, según ha advertido. He aquí otra promesa de campaña en vías de ser cumplida.
Esta administración ha manejado con la misma visión de ordenar la casa, el tema del terrorismo. Pocas horas después de asumir el cargo, el mandatario firmó un decreto que prohibía la entrada a Estados Unidos a los viajeros de siete países de mayoría musulmana durante un periodo de 90 días. Trump declaró que el objetivo de la medida era mantener a los terroristas radicales islamistas fuera de su país. La justicia lo ha bloqueado dos veces, pero el presidente no se conforma y mantiene su apelación.
La reciente crisis del Golfo Pérsico desatada a raíz de que varios países árabes, con Egipto y Arabia Saudita a la cabeza, decidieron cortar relaciones con Qatar, país al que acusan de entregar apoyo financiero al terrorismo y socavar la estabilidad de Oriente Medio, mostró un Trump complacido.
Así lo dio a entender, mediante un mensaje de Twitter, que ese acto era el resultado de su reciente viaje por la región. Muy probablemente, el presidente haya tenido alguna injerencia en el conflicto, pero el problema recién empieza y queda por ver cómo actuará la Casa Blanca en lo que -por ahora- es un caso de pronóstico reservado.
Mientras arremete contra Alemania, eleva el tono contra el alcalde de Londres, Sadik Khan (a través de Twitter), o tiene actitudes poco diplomáticas en la Cumbre de la OTAN, aparte de la construcción del muro fronterizo con México, aún no sabemos muy bien cuál será la postura del inquilino de la Casa Blanca en lo referido a las relaciones con América Latina. Probablemente nos lo hará lo saber por medio de un trino. Por ahora, la única certidumbre es “Primero Estados Unidos”… después el resto del mundo.
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