Cuando se cocieron los resultados de las elecciones en Francia, Marine Le Pen asumió de inmediato la derrota del Frente Nacional, fundado por su padre como un partido racista y xenófobo. Tras felicitar telefónicamente a Macron, anunció a sus seguidores la inmediata creación de una nueva fuerza política sin el lastre histórico del movimiento con el que llegó a una también histórica segunda vuelta.
Tras felicitarse por el esfuerzo valiente y fundacional se presentó como jefa de la oposición, como la nueva abanderada del populismo y el proteccionismo en Europa, en un discurso de tres minutos, ante un centenar de militantes. “Quienes han recomendado el voto a Macron están deslegitimados para oponerse a él”, dijo. Para Le Pen, ya no existe en Francia la clásica división entre derecha e izquierda ni los viejos partidos. “Ahora estamos los patriotas de un lado y los mundialistas del otro”, dijo.
El escenario político general de Occidente parece dar la razón a Le Pen, derecha e izquierda son categorías políticas que han perdido su sentido, si alguna vez la tuvieron. ¿Existen aún la izquierda y la derecha?, se preguntó Norberto Bobbio cuando publicó su ya clásico ensayo tantas veces citado, hace más de dos décadas. Para el politólogo italiano, la dualidad en ese momento estaba vigente.
Para Bobbio, un izquierdista moderado que confiaba mucho en la moderación, la dualidad seguía en vigor al redefinir los conceptos desde el análisis de la idea de igualdad. Pero en realidad son categorías que se han venido revisando desde la caída del Muro de Berlín.
Por los años en los que Bobbio publicaba su ensayo en español ya se cocinaba en Venezuela el chavismo, con la llegada al poder de Hugo Chávez en las elecciones de 1998. Desde entonces, en la región se ha regado más que un discurso de izquierda y derecha uno de patriotas enfrentado a antipatriotas.
Los primeros, los patriotas, son los que preservan formas discursivas anclados en un pasado mítico, lleno de heroísmo que tratan de refundar. Ellos se enfrentan a los que llaman antipatriotas, que reivindican unas ideas de libertad e igualdad no ancladas en la refundación de nada sino en la construcción de la convivencia democrática. Son los que reconocen la diversidad y no creen que la verdad sea de un solo color.
Marine Le Pen ha puesto el tema otra vez sobre el tapete. Ella se dice representante de los patriotas franceses contra los mundialistas que seguramente leen con igual entusiasmo a Michel Houellebecq que a Philip Roth.
El discurso de Le Pen tan presente en América Latina, con otras formas, es lo que hay que desnudar; el discurso de los patriotas que para refundar la Patria necesitan el control total del poder, así sea sembrando un discurso de odio disfrazado de nacionalismo. Y contra eso votó Francia el domingo, contra el discurso del odio.
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