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Siria vive una guerra ideológica en la que intervienen los fanáticos islamistas

Aleksandar Tusev
Universidad de Especialidades Espíritu Santo
viernes, marzo 17, 2017
Este país del Medio Oriente aún no encuentra una solución a su conflicto interno. Se espera que con la reconfiguración de la geopolítica internacional, Estados Unidos y Rusia junto con Arabia Saudita encuentren una salida para alcanzar el cese al fuego.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Siria lleva más de seis años en guerra. Los resultados son fuertes, los medios dan cuenta de más de 321.000 muertos, más de 11 millones de desplazados y refugiados y el país está prácticamente destruido. Siria enfrenta una de las más grandes guerras del mundo contemporáneo.

Hace unos años, Estados Unidos, durante la administración de Barack Obama, tuvo una línea de precaución con Siria cuando habló de tener pruebas del uso de armas químicas en el conflicto civil de ese país y dijo que eso representaría cruzar la “línea roja”. Pero, no tuvo el soporte del Congreso ni el de las coaliciones como la británica. Cruzar esa línea habría tenido una consecuencia negativa para el mundo en sí porque la actuación del ejército habría dado un giro en su intervención y se pudo generar una guerra mucho más grande, en la que se habrían involucrado más países. Ahora, Donald Trump está más cerca de Vladímir Putin, presidente de Rusia –aliado del gobierno sirio-, un aspecto positivo, que podría detener el problema en Siria porque han aceptado que el presidente Bashar al-Ásad es el camino para la paz. En cambio, Obama estuvo lejos de plantear una alianza con ese país, sin embargo hay que tener presente que Rusia y Estados Unidos son líderes mundiales en armamento. En ese sentido, al estar juntos, los otros países –que son quienes apoyan a los rebeldes en el conflicto armado-  no tienen mucha opción.

Un ejemplo de ello es Turquía, pues en su frontera con Siria comparten un hecho en común: allí habitan los Kurdos, que es un pueblo indioerupeo que se desarrolla en las montañas de Kurdistán y que limita además con Irak e Irán, su interés se centra ahí porque son habitantes de la fronteras de estos países y en su poder está una buena cantidad de recursos naturales.

Los Kurdos han buscado su independencia desde hace muchos años y atrás de ellos hay objetivos políticos, como los de Turquía y bajo la administración de Obama, este país supuso tener más derechos para entrar y controlar a este pueblo. Ahora, el presidente Trump cambió el escenario y su posición es radical en el sentido de luchar contra los rebeldes, de ahí que esto va más allá de los intereses -en este caso- de Turquía, porque los kurdos no son extremistas y según la geopolítica, Estados Unidos, junto con Rusia tienen el poder de desatar una guerra más grande que involucre a más países y posiblemente derrotar a quienes están en contra de los regímenes.

El problema en Siria es el rol de los poderes mundiales, los líderes que están en contra de Bashar al-Ásad. Siria, antes de este conflicto que lo envuelve por más de seis años, tuvo estabilidad con muchas regiones, diversidad de culturas, tenía las mismas diversiones que Occidente y uno de sus principales ingresos fue el turismo. Sin embargo, la reacción del mundo en contra de al-Ásad fue muy fuerte y no se midieron las consecuencias, incluso se pensó que por la presión desertaría del poder y ya. Pero se generó toda una guerra entre los extremistas, de hecho hay estudios que señalan que estos extremistas no son nativos de Siria, sino que pertenecen a países vecinos como Irak, Afganistan, Pakistan, Arabia Saudita, Libia.  Precisamente, Libia provee de armamento y de terroristas a Siria.

El conflicto no es solo de Siria, es más una guerra ideológica en la que intervienen los fanáticos islamistas; ellos quieren establecer un país en el norte de Irak y Siria para continuar con su ideología, así se explica la intervención de Rusia.

En lo que tiene que ver con el poder del Estado Islámico, hoy existen controles estrictos para combatirlo y su hegemonía ha disminuido, de hecho es mucho menor a lo que tenía hace seis años y eso podría dar la oportunidad para que se generen nuevas negociaciones de paz entre el gobierno de Siria y las fracciones que no son tan extremistas, sino más nacionalistas.

En ese sentido, se espera que por un lado Estados Unidos y Rusia en conjunto con los líderes de la Región como Arabia Saudita e Irán logren acuerdos de cooperación positivos en beneficio de Siria y además, que con Turquía se establezcan negociaciones para tener garantías en las fronteras. Es un tema complicado, pero si estos líderes logran juntarse sí es posible lograr una paz definitiva.

Este conflicto tiene mucho peso en quienes están en contra del gobierno de Bashar al-Ásad porque se dice que sin él no habría guerra, pero tampoco es que hay otras opciones para dirigir ese país. La responsabilidad de que la guerra se haya prolongado por seis años está dada por el gobierno. Hay que pensar en construir y restablecer la vida en Siria para que sus habitantes regresen y se pueda levantar nuevamente a ese país.

Un ejemplo de que los conflictos no concluyen con los gobernantes fue lo que pasó en Libia cuando fue derrocado su presidente, Maumar el Gadafi, que aunque  fue también un dictador, su región tuvo mucha estabilidad. Después de su muerte en el 2011, Libia fue uno de los países en los que se extendió la amenaza terrorista por el tráfico de armas sofisticadas sin control, uno de los “beneficiados” fue el Estado Islámico y esto favoreció a la expansión de su control en la forma en la que lo hizo en países como Siria y todos los ataques perpetrados en Occidente.

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