Primero hay que partir de la premisa de que todo el mundo tenía a participar en estas elecciones. Estamos en un sistema democrático y en democracia todo el mundo tiene derecho a participar, claro que si no son favorecidos con el voto simplemente los movimientos o partidos, sean nuevos o tradicionales, están destinados a desaparecer. Es el libre ejercicio de la democracia como debe ser concebida.
La campaña ha servido para fortalecer ciertos movimientos y partidos políticos que se creían extintos. El Partido Roldosista Ecuatoriano, por ejemplo, reapareció en la escena electoral con otro nombre pero con el mismo estilo y las mismas bases políticas de ese grupo. Con su forma de hacer política, de recorrer las ciudades, con los mensajes en sus spots publicitarios.
Para otros movimientos como CREO, la campaña ha servido como palanca para su afianzamiento. Es la segunda fuerza política del país. Creo y Alianza País se presentan como dos fuerzas hegemónicas a cuyo alrededor han tratado de alinearse grupos y movimientos de las distintas tendencias, ya sea de derecha o de izquierda o de centroderecha y centroizquierda.
A los movimientos nuevos, sin bases políticas sólidas, solo les interesaba lograr una cuota del poder y, por ende, van a tratar de alinearse a una de las mayorías en la Asamblea. Eso también significará su anulación porque el que tendrá el control allí es el partido o movimiento hegemónico que lleve la batuta del bloque. Esos grupos nuevos pretenderán obtener su cuota a cambio de no perder protagonismo.
Ahora, para mirar lo que ha dejado la campaña electoral es necesario analizar la situación política del país desde dos puntos de vista: el uno es, lógicamente, el discurso que giró en torno a los presidenciables. Cada uno intentó presentar su mejor plan de trabajo. Pero eso hizo perder un poco de perspectiva de la conformación de la Asamblea, un poder que, dentro de un Estado democrático, debe jugar con alianzas y pactos.
Casi todos los partidos y movimientos, por ejemplo, pusieron en sus agendas el tema del empleo y cómo recuperar el empleo. Esas propuestas, para hacerse realidad, necesitan una ley y un reglamento ajustado a la realidad y para eso se necesita una mayoría. Si no hay eso, si no hay grandes acuerdos al interior del Legislativo, las promesas de campaña pueden quedar en letra muerta.
Lo deseable sería que esas alianzas y pactos tengan como coincidencia el bien común del país. Que no sea, aunque suene peyorativo, una componenda, un pacto destinado durar lo que duren los intereses de los grupos que integren las mayorías.
Eso puede llevar a un divorcio con la sociedad que los eligió y a un retroceso en este proceso democrático.
Lamentablemente el debate en la campaña ha girado más bien entre los candidatos a la Presidencia. A nivel de asambleístas hubo poco debate y la campaña más se limitó a spots; ha sido una campaña más mediática dada la cantidad de candidatos.
Pero es cuestión también del electorado vigilar que quienes lleguen a la Asamblea legislen, presenten proyectos de ley y contribuyan al debate en temas económicos, políticos, de desarrollo local. Se hace necesaria una fiscalización de la Asamblea, un indicador de gestión que esté a disposición de la ciudadanía para que la gente pueda reclamar sus justos derechos.
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