Miles de personas protestaron en las calles del centro de Washington. La marea llegó a medir 1,6 kilómetros de largo, desbordó el transporte público, saturó internet con debates improvisados en el metro y jóvenes contándolo en Facebook Live.
“Tengo miedo de que todo lo que tenemos ahora sea desmontado”, dijo Katie Jones, que llegaba desde Oregón, en la otra esquina del país. Jones se acababa de licenciar y había llegado para conjurar el temor que le inspiran los próximos cuatro años. “Aunque Trump me da miedo, esta manifestación me da esperanza”, dijo.
Más de 200 asociaciones organizaron la marcha, entre ellas Planned Parenthood, la agencia de salud reproductiva financiada por el Gobierno, varios grupos de defensa de los derechos de las minorías y un nutrido cartel de famosas. Las cantantes Cher y Katy Perry hablaron al comienzo, pero fue Madonna la que absorbió más atención.
“He pensado un montón acerca de volar por los aires la Casa Blanca”, declaró. “Pero eso no cambiaría nada”. Llamó “niño” a Donald Trump y planteó las elecciones en blanco y negro: “El bien no ganó en estas elecciones, [pero] ganará al final”. CNN y MSNBC dejaron de cubrir el discurso, según El Confidencial.
La marcha fue formándose desde el día anterior. Aviones de todo el país llegaron a Washington con miles de mujeres a bordo. Desde primera hora del sábado la cola para entrar en el metro de Greenbelt, una localidad vecina, se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Unos 1.800 buses chárteres llegaron a la capital y los ‘parkings’ se ocuparon de madrugada. A las 11 de la mañana ya habían tomado el metro 275.000 personas, más que las 193.000 que lo usaron el día anterior para ver la investidura.
El sello distintivo fueron los gatos, pues una forma de decir “gato” en inglés es ‘pussy’, que también significa “vagina”. Una referencia a cuando Donald Trump presumió de agarrar a las mujeres “por el ‘pussy’” durante una conversación grabada por accidente en 2005 y cuya filtración sacó a la luz múltiples denuncias por agresión sexual. Decenas de miles de mujeres, y algunos hombres, llevaron ‘pussyhats’, gorros de lana rosa con orejas felinas que se vendían en los puestos callejeros del centro.
Jim y Judy Roswen, profesores jubilados de Maryland, llevan protestando desde hace exactamente 50 años. “Empezamos contra la guerra de Vietnam, luego en los setenta marchamos a favor del aborto, después contra las guerras de Irak…”, dice Judy. “Hay mucha gente, pero me pregunto cuántos de estos jóvenes votaron en las elecciones”.
Su marido Jim se siente identificado con un cartel que acaba de ver: “No puedo creer que siga manifestándome contra la misma mierda”, declara. “Llevamos décadas protestando por los mismos asuntos; yo diría que esta vez lo principal es manifestarse contra el odio. Y lo único nuevo, el cambio climático”.
Los carteles defendían los derechos reproductivos, la igualdad y la protección de las minorías latina y musulmana, amenazadas por Trump en campaña. Otros carteles insultaban al presidente, se reían del tamaño de sus manos y decían que fue colocado en el despacho oval por Vladimir Putin; incluso había carteles felicitándole en ruso. Otros eran juegos de palabras con su eslogan de campaña, “Make America Great Again”, y muchas mujeres lucían el improperio que Trump soltó a Hillary Clinton en un debate: ‘Nasty woman’, “mujer desagradable”.
Pese a la movilización masiva, récord en un fin de semana de investidura, y al eco que encontró en las “marchas hermanas” en los 50 estados de EEUU y 32 países del mundo, es la ideología, no el género, lo que explica la actitud hacia Donald Trump. La primera candidata presidencial de la historia, Hillary Clinton, recibió el apoyo de poco más de la mitad de las mujeres del país, y tuvo menos apoyo que Trump entre las mujeres blancas.
La marcha es heredera de la agitación por el sufragio femenino que tuvo lugar en 1913, un día antes de la investidura del presidente Woodrow Wilson, y que acabó con cien manifestantes hospitalizadas. Una movilización más de aquellas que toman la capital en los años más convulsos y que dibujan la trinchera política de la época.
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