La Conaie, la Confeniae y varias organizaciones han pedido una intermediación internacional. El conflicto por las zonas mineras no puede reducirse a disfrazados de ancestrales, ni violentos. Ese es un discurso violento. Lo saben ellos, los Shuar, que no ven ni televisión, ni leen periódicos ni siguen cuentas de Twitter en las que los humillan y los tratan de asesinos. Ellos no son asesinos. Ellos defienden un territorio que consideran suyo, en el que viven. No son atrasados. Son más contemporáneos que la mayoría. No son manipulados, porque la teoría del buen salvaje de Rousseau es tan anticuada como su teoría. Ellos defienden una casa que consideran suya. El Estado no tendrá que cobrarles plusvalía, porque a ellos no les interesa las ganancias extraordinarias.
De nada le va a servir al Estado militarizar sus territorios. El Gobierno no los va a poder acusar así como así de violentos o asesinos. El mundo está sobre sus ojos. Es un tema demasiado sensible. Lo más sensato sería aceptar esa intermediación internacional y no dejar escalar a mayores un problema de por sí complejo.
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