Los tiempos cambian, quién lo duda. La Academia decidió dar el Nobel de Literatura a Bob Dylan. Y desmerecerlo sería un ejercicio inútil. Los años sesenta. Kerouac. La liberación. El detalle. Los esbozos. El primero en enterarse fue Twitter. Lo de la llamada por teléfono para tratar de ubicar al Nobel ya es pasado. Es pasado eso de los periodistas atrapando al galardonado en un mercado, por ejemplo. Ni sus primeras declaraciones ya importan. Sólo quienes lo felicitan. Murió un Nobel, Dario Fo, y nació otro en el mundo de las redes sociales, que seguramente no será reconocido por el público al que la Academia pretende llegar. Si el Premio fue a Zimmerman, pues bienvenido. El alter ego de Nathan Zuckerman.
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