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Trump, Clinton y el futuro de la democracia global

Brian Grodsky
University of Maryland
lunes, septiembre 26, 2016
La admiración de Donald Trump hacia el presidente de Rusia, Vladamir Putin, pone a los Estados Unidos en una posición peligrosamente cercana a la de abandonar su antiguo papel como el mayor defensor de la democracia. En el proceso, Trump está desafiando la noción ya amenazada, de que la democracia es el único sistema legítimo […]
Tiempo de lectura: 7 minutos

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La admiración de Donald Trump hacia el presidente de Rusia, Vladamir Putin, pone a los Estados Unidos en una posición peligrosamente cercana a la de abandonar su antiguo papel como el mayor defensor de la democracia. En el proceso, Trump está desafiando la noción ya amenazada, de que la democracia es el único sistema legítimo a regirse.

Cuando él y Hillary Clinton suban al escenario, en lo que se espera que sea el debate presidencial más visto en la historia, los estadounidenses no serán los únicos que presten atención. Las personas que vivan bajo dictaduras en todo el mundo querrán saber si el próximo presidente de los Estados Unidos va a estar de su lado o no.

Para entender el daño que Trump está haciendo es fundamental dar un vistazo profundo a lo que realmente es la democratización. Como sostengo en mi nuevo libro, “The Democratization Disconnect”, las revoluciones democráticas globales de hoy en día son ideas generales acerca de la dignidad humana, con aspectos políticos y, especialmente, de cambio económico.

A menudo, los revolucionarios prometen democracia, ya que es el camino de menor resistencia. La comunidad internacional, a través de organizaciones como las Naciones Unidas, confiere legitimidad únicamente a democracias en crecimiento.

Cuando todo se calme, los líderes de estas nuevas democracias a menudo retornan a una guía no democrática – ya sea porque nunca fueron demócratas, en primer lugar, o porque desean cumplir rápidamente las expectativas económicas de gran parte de los constituyentes. En el caso de la conocida internacionalmente como La Revolución de las Rosas de Georgia, por ejemplo, sólo se necesitaron meses para que el nuevo presidente ponga en marcha una unidad represiva, pero popular, en contra la corrupción.

Georgia pone en relieve lo que llamo como la desconexión de la democratización, que se debe a un desajuste evidente entre las promesas retóricas de la democracia, por un lado, y las sombrías realidades cotidianas de transición, por otro. Es esta falta de coincidencia que ayuda a explicar por qué el mundo está ahora en medio de una recesión democrática, marcadas por el fracaso de una de cada cinco nuevas democracias creadas a partir del cambio de milenio.

La lista creciente de democracias fallidas pronto podría socavar la idea de que la democracia es el único tipo de régimen legítimo. Esto equivale a una derrota moral para los estadounidenses y aún más importante, amenaza con hacer del mundo un lugar más peligroso.

¿La democratización: un mal para la humanidad?

Los nominados del partido Republicano y del partido Demócrata han propuesto correcciones que no podían ser más diferentes. Trump ha llamado a la democratización como un enorme desperdicio de dinero y “un tremendo daño a la humanidad”. Él se ha comprometido en “abandonar la fracasada política de construcción de la nación y el cambio de régimen”.

Hillary Clinton supervisó directamente los esfuerzos del Departamento de Estado para apoyar la democratización durante la Primavera Árabe. Se ha argumentado que, si bien la democratización no siempre tiene éxito, la gente “merece una oportunidad en la democracia y el autogobierno”. Del mismo modo que ella promovió la democracia siendo secretaria de estado, Clinton se ha comprometido en seguirlo intentando como Presidente.

Mientras que la postura de Clinton representa la continuación de décadas de esfuerzos de democratización de ambos partidos, Trump hace un reproche total. Su mensaje a la democratización de los estados es que si no funciona, no se lo debe arreglar. Abandona.

Tal cambio de política va en contra de la creencia largamente sostenida de que los estadounidenses promueven su democracia en el extranjero. También descarta una cantidad significativa de investigación que indica que un mundo lleno de democracias sería una mucho más seguro y más próspero.

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El Presidente Barack Obama y La Secretaria de Estado Hillary Clinton, hablan con sus invitados después de la conferencia acerca de la Primavera Árabe en el 2011. REUTERS/Jason Reed

Muchos simpatizantes del punto de vista de Trump sostienen que el relativo fracaso de la Primavera Árabe para asegurar la democracia como evidencia de la democratización es un desastre que se debe evitar. Sin embargo, pocos estarían en oposición al cambio de régimen en países como Corea del Norte e Irán, que han sido completamente claros tanto como en su enemistad con Occidente, como en su deseo de tener armas nucleares.

Democracia de Disney

Al mismo tiempo, el historial de la fórmula pro-democracia estándar de Clinton no está exenta de problemas.

Los políticos extranjeros han sido convencidos durante mucho tiempo, de que la gente de todo el mundo no quiere nada más que libertad política. Las cuatro quintas partes de los encuestados en cada región muestran un apoyo hacia la democracia, de acuerdo a las encuestas de 1999 al 2001. Sin embargo, al profundizar un poco más, se encuentra que la gente tiene concepciones bastante diferentes acerca del significado de la democracia. La mayoría quiere, sobre todas las cosas, una mayor dignidad humana mediante la política, lo cual es garantizado especialmente por la economía.

El lugar privilegiado de la democracia se emana de dos fuentes en el mundo. Una de ellas es puramente retórica. Desde la Segunda Guerra Mundial, la comunidad mundial a través de las Naciones Unidas y otras instituciones de la democracia, la han considerado como la única fuente legítima del poder. Una de las razones es que la democracia, un sistema basado en el consentimiento y la transparencia, parece ser la única forma real de garantizar la cooperación de países diversos. Hoy en día, incluso las no democracias más poderosas, como China, pasan a la acción democrática en la medida en que sus líderes creen que lo pueden ejercer de manera segura. A cambio, se les recompensa con afiliaciones internacionales, ofertas comerciales, subvenciones y préstamos.

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La bandera Americana se ondea afuera de las instalaciones de las Naciones Unidas, en Nueva York. UN Photo/Loey Felipe.

Las democracias establecidas, incluyendo a miembros de Estados Unidos y la Unión Europea, también emiten un brillo al estilo de Disney a los que luchan en las no democracias. Dominan el ranking mundial de países con mayor esperanza de vida, nivel de vida y calidad de vida. Con todo este deslumbramiento, es difícil ver que las democracias realmente tengan que hacer frente a una

peor corrupción, un crecimiento económico más lento y mayores niveles de desigualdad que sus contrapartes no democráticos.

Por ejemplo, al estar en busca de evitar la corrupción, se tendrá más suerte en China no democrática o los Emiratos Árabes Unidos que la India democrática o Perú. El crecimiento económico es mucho más fuerte en la autoritaria Uzbekistán y Etiopía que en Alemania o Japón democrático. Y, la desigualdad resume en que “1 %” del cual estamos oyendo acerca de “tierra de las oportunidades” es peor que la de Turkmenistán, uno de los estados más represivos de la Tierra.

A pesar de estas realidades, la imagen democrática ha demostrado ser lo suficientemente resistente y fuerte como para que se pueda deslustrar.

Pero a medida que más y más Estados han comenzado a desafiar la plantilla democrática, la democracia ya no es tan segura. Esto no tendría importancia si aceptamos que la democracia no es buena. Sin embargo, toda la evidencia sugiere que es el mejor sistema en torno a proporcionar mediante la parte política la dignidad humana, incluyendo el estado de derecho y la responsabilidad electoral. Estas son cosas que casi todo el mundo quiere en la medida en que puedan alcanzarlos.

La democracia en marcha

Creo que la recomendación política de Trump para abandonar la democracia es imprudente. Al mismo tiempo, Clinton puede no ver más allá. En este período crucial en la evolución de la democracia, los líderes democráticos occidentales no pueden seguir funcionando como hasta ahora.

A primera vista, los EE.UU. demuestran un compromiso significativo para llevar la democracia a la población mundial. El Departamento de Estado y la USAID planea gastar USD 2,7 billones en la democracia, los derechos humanos y la gobernabilidad en 2017. Las elecciones y el edificio para la sociedad civil serán una gran parte de este gasto – USD 173 millones y USD 652 millones, respectivamente.

Por desgracia, mi experiencia como investigador y ex diplomático de EE.UU. sugiere que este tipo de programas hacen muy poco con respecto a la democratización real.

Muchas de las pequeñas organizaciones profesionales pueden hacer un trabajo decente que ayude a los Estados Unidos en la vigilancia de los derechos humanos, la observación de las elecciones y en presionar a los gobiernos no democráticos para hacer cambios legales. Sin embargo, operan en una relativa oscuridad, que tiene mucho más contacto con los donantes y diplomáticos extranjeros que con las poblaciones que atienden.

Estas organizaciones de vez en cuando asumen el papel de animadores de la democracia en las mas recientes revueltas democráticas espontáneas. Sin embargo, la evidencia sugiere que los esfuerzos de la democracia de Estados Unidos son en realidad no llegar a las masas. Casi dos tercios de los encuestados manifestantes egipcios en la época de su revolución en 2011, por ejemplo, dijeron que estaban motivados por bajos niveles de vida y la escasez de trabajo. Menos de uno de cada cinco dijo que “la falta de democracia y la reforma política”, fueran sus motivos principales.

Una alternativa para apoyar a las organizaciones de élite, pro-democracia es poner más recursos en grupos orgánicos, tales como los sindicatos, las asociaciones campesinas y grupos cívicos. Estas organizaciones podrían estar mejor posicionadas para aumentar la comprensión popular y de compromiso con el proceso democrático. Parte del aumento de las concepciones populares de la democracia podría implicar el destacar que la democracia hace un buen trabajo al proteger los derechos políticos. Por otra parte podría estar preparando a la gente sobre la realidad confusa y complicada que conlleva la democracia.

Las expectativas más realistas significan una mayor paciencia por parte de los constituyentes. Eso significa menos incentivos para que los líderes del estado tomen atajos no democráticos durante la transición.

También podría ser útil para los promotores de la democracia adoptar un enfoque de la calidad sobre la cantidad, hacer un compromiso más profundo para la democratización en un estado en lugar de alentar avance democrático en varios países. La lógica es simple: mejor un caso de consolidación democrática y cuatro casos de autoritarismo continuado, que cinco casos de insuficiencia democrática. Como vimos en la Europa poscomunista, apuntalar la economía suficiente para crear dividendos repartidos popularmente en la transición es algo crítico.

Cualquiera que sea el camino a seguir, una cosa está clara: a medida que la desconexión de la democratización amenaza el futuro de la democracia, nuestros líderes deben centrarse en políticas que fortalezcan la democracia en el extranjero. No abandonarla.

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