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El cable de luz

Cristina Burneo Salazar
Universidad Andina Simón Bolívar
martes, julio 12, 2016
En un susurro va toda la verdad Guardarraya Jaime tiene tres perros. Black, uno de ellos, es grande. El edificio en que trabaja como conserje está cerca del campamento cubano de La Carolina, levantado para llevar la espera de solicitudes de visa en la Embajada de México. En gesto de enorme solidaridad, Jaime le pasa […]
Tiempo de lectura: 6 minutos
En un susurro va
toda la verdad
Guardarraya

Jaime tiene tres perros. Black, uno de ellos, es grande. El edificio en que trabaja como conserje está cerca del campamento cubano de La Carolina, levantado para llevar la espera de solicitudes de visa en la Embajada de México. En gesto de enorme solidaridad, Jaime le pasa al campamento un cable de luz y una toma de agua, por lo cual es amenazado con ser despedido. Como no puede llevarse a todos sus perros, en un inicio se ve obligado a dar en adopción a Black, pero su dueño de casa termina por solidarizarse. Black se salva. El gobierno nacional jamás será capaz de emular el gesto de Jaime, y sus funcionarios tampoco tienen esa valentía. Además, pocos ecuatorianos nos damos cuenta, como Jaime, de que la migración no es algo ajeno a nosotros, y los migrantes tampoco.

La comunidad cubana que acampaba en La Carolina se trasladó luego a El Arbolito. La madrugada del 6 de julio, en un operativo policial violento y desproporcionado, fueron desalojadas 148 personas. Migrar no es un crimen, es una situación límite en la vida de las personas. Quien migra no se va porque quiere, se va porque su vida corre peligro, porque está muriendo de hambre, porque no puede alimentar a sus hijos, porque repudia un régimen dictatorial que le ha perseguido. Su camino le expone, frontera tras frontera, a robos, violaciones, al hambre y al odio de los otros.

Además de todo eso, la comunidad cubana de El Arbolito ha sido expuesta a un fascismo frontal por parte del Estado ecuatoriano que nos muestra su poder de manera obscena. Aquí no sólo están siendo violados los derechos humanos de 148 personas. Aquí estamos expuestos todos a un Estado sin derechos. El despliegue de poder, el maltrato físico, la tortura psicológica, la brutalidad policial repiten lo que se ha hecho durante marchas de la sociedad civil, apresando a dirigentes, amenazando con violación a mujeres, desapareciendo a personas por horas, negando atención médica, persiguiendo a civiles. Los diez de Luluncoto, los 21 de El Arbolito, los Mejía, los Saraguro, los Montúfar, Margoth Escobar. Eso no es ajeno a nosotros.

Hoy, todos estamos expuestos a un Estado que ha decidido mostrarnos en la cara su fascismo. En el caso de ciudadanos extranjeros, la amenaza de la deportación, la separación familiar, la prisión por deserción en el caso de Cuba, la soledad, los colocan en un estado de indefensión que no podemos llegar a imaginar. Mírese usted teniendo que irse de un día para el otro, sin su familia, despidiéndose para siempre quizás, pisando una calle que jamás ha visto en donde tiene que empezar de cero.

Mírese también discriminado por su acento, por su aspecto, tomado por sicario, por puta, por ladrón, aislado socialmente y sin poder trabajar. Mírese cercado por el odio, con un título en la mano, con sus manos listas y ganas de volver a empezar. Y mírese de pronto despertado en la noche a golpes por un policía, mírese mirando a su hija siendo golpeada y manoseada, mire a su bebé cubierto con una frazada en el piso de una prisión. Y mírese de vuelta en un avión militar, sin papeles, vejado, vacío de agotamiento, expulsado de su propio derecho a imaginar que la vida es posible.

Desde la madrugada del 6 de julio, ciudadanos cubanos han sido violentados hasta lo innombrable. El Ministerio del Interior, en colaboración con el sistema de justicia, ha apresado, deportado y violado los derechos de más de cien personas. Desde el jueves, se han organizado traslados desde el centro de detención “Hotel Carrión” hasta Tababela y vuelos de deportación que salen de madrugada. Desde el jueves, los ciudadanos cubanos han sido detenidos sin haber cometido ningún crimen; han sido golpeados en prisión y despojados de sus pertenencias, de sus pasaportes y documentos; han sido maltratados por un Estado que, en papeles, ofrece garantías a personas en situación de movilidad, pero que en realidad ha atentado contra sus vidas.

Muchas de estas personas no tuvieron audiencias de deportación, otras, obtuvieron sentencias de libertad que no se aplicaron y fueron deportadas de todas maneras. Hay familias separadas, hay una menor cuyos padres fueron deportados y que queda sola en Ecuador, hay mujeres con un shock de tal magnitud que han tenido que ser medicadas, hay sentencias de libertad que no se han procesado, hay papeles importantes como solicitudes de refugio, pedidos de visa, pasaportes, cartas, fotos de familia, que volaron por los aires cuando la policía nacional emboscó los campamentos en medio de la noche.

En marzo de 2014, Noemí Álvarez Quillay, niña ecuatoriana de 12 años, hacía el viaje de Cañar a Nueva York para reunirse con sus padres. Noemí fue violada en México. En el albergue La Esperanza de Ciudad Juárez, se ahorcó con un cinturón colgándose de la ducha. Nosotros somos más de un millón afuera de Ecuador, sabemos bien lo que es ser un país migrante, ver familias separadas, poner a los niños en manos de traficantes. Sabemos bien cómo han sido tratados nuestros migrantes en Estados Unidos, España, Italia. Pero la xenofobia terrible de la sociedad ecuatoriana y el fascismo del Estado ecuatoriano han olvidado eso demasiado pronto, se les ha desvanecido la imagen de Noemí, igual que la de un millón de personas que están fuera.

Durante uno de los viajes de deportación a Tababela, se ve a Nelly Reina saliendo de una base militar. La responsable de las Unidades de Control Migratorio desfila acompañada por policías. Un grupo de defensores de DDHH le grita y le dice que será juzgada. Reina se confunde, no se da cuenta de que la están insultando, y hace un gesto de saludo propio de las reinas de belleza. Sonríe tras colaborar con la deportación ilegal de ciudadanos cubanos, una expulsión colectiva por la que un día tendrá, en efecto, que se juzgada junto con todos los autores de estos operativos. A ella también le ha convenido enormemente el olvido.

Durante estas madrugadas, mientras dormimos, el gobierno ecuatoriano desaparece gente. La trasladan de la Unidad de flagrancia al Hotel Carrión, luego a Tababela, algunos vuelven al hotel, durante horas nadie sabe en dónde están. Eso se llama desaparición forzada. Diego Fuentes Acosta, el viceministro de seguridad interna, exhibe en su Twitter la foto de un hombre detenido con la cabeza baja. Su trofeo. Fuentes ha estado presente en la Unidad de Flagrancia en estos días, supervisando la expulsión de ciudadanos inocentes. Guillaume Long, por su parte, guarda silencio y se dedica a tuitear fotos bonitas con comisionados. Junto con Reina y Fuentes, están detrás de esta violación de DDHH sin precedentes un presidente y un ministro del Interior que ya vieron arrodillarse a las madres de los estudiantes del Mejía pidiendo clemencia. Esos mismos hombres, que tendrán que se juzgados, ven hoy de rodillas a mujeres cubanas que se ven perdidas y que piden compasión para sus familias. Mírese usted en esa situación, cayendo de rodillas en la calle de un país en donde no nació, frente a una prisión.

Deportan cubanos en masa, yendo contra sus propias leyes. Mientras realizan audiencia delante de un juez se han llevado secuestrados a 63 cubanos. Las últimas noticias son terribles. Hay intentos de suicidio de los cubanos que quedan en la prisión migratoria Hotel Carrión”, dicen los mismos ciudadanos que son expulsados del país de las puertas abiertas.

Llegar tan lejos y caer tan bajo, revolución ciudadana. Llegar tan lejos y caer tan bajo, señores de la ciudadanía universal, señores de puertas abiertas: Rafael Correa, José Serrano, Guillaume Long, Diego Fuentes, Nelly Reina, jueces que obedecieron las órdenes de no liberar las sentencias; jefes de la policía que colaboraron en el operativo; autoridades de migración que facilitaron las deportaciones sin sentencia ni documentos; autoridades militares que dispusieron de los aviones de las FFAA para las deportaciones de madrugada; diseñadores de los operativos que planearon la hora, la emboscada, los traslados.

Llegar tan lejos y caer tan bajo, señores del gobierno nacional. Ustedes acaban de secuestrar personas para ponerlas a merced del código penal cubano. Algunas de ellas ya llegaron a Cuba, por si quieren saber. A un muchacho joven del interior del país lo desnudaron y lo descalzaron cuando llegó el domingo a la Habana en un avión militar ecuatoriano. Luego lo soltaron en medio de la autopista, desnudo, para que encontrara su camino a casa. Lo más probable es que lo apresen en un mes o dos, cuando cometa una mínima “falta”, por ejemplo, cuando su vecino venda papas fritas ilegalmente, él sienta el olor y no lo denuncie. Mientras ustedes siguen practicando su fascismo, la historia se sigue escribiendo, así como la de este muchacho, que llamó a sus amigos aquí para contarles que Ecuador lo envió de vuelta a una autopista, desnudo y descalzo. Después de esto, de ustedes no queda nada, señores de la ciudadanía universal, sino su infinita bajeza, su infinita mezquindad.

Lo que no podrán impedir es el gesto de Jaime: el delgado cable que escapa hacia el campamento y enciende una chispa: nuestra dignidad colectiva, no la de la patria grande ni la del país soberano. La chispa mínima, que alumbra el rostro del otro no como sospecha, sino como compromiso.

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