Cada día que pasa y se mantiene el paro, existe un costo alto para todos: para el Estado, el gobierno, la Sociedad Civil, los empresarios, los ciudadanos. Se aprecia falta de producción, de abastecimiento a los mercados nacionales y de exportación, de servicios públicos, de educación, salud, movilidad, etc. El impacto no es solo para el gobierno, es para todos. El paro nos afecta a todos.
Cada persona pagada para manifestar y protestar, así no lo quiera, le cuesta a quién financia este intento de golpe de estado, unos USD 50,00 diarios. Es decir, una persona de las organizaciones del paro, en los 24 días que va durando ha costado USD 1.200,00. Esto multiplicado por el número de personas que forman parte de la manifestación, en cualquier punto del país, tiene un costo aproximado de USD 6 millones (1.000 x $ 1.200 = $ 1.2 millones. 5.000 x $1.200 = $ 6 millones).
Si a esto se suman los pertrechos, voladores, gasolina, madera, piedras, volquetas de tierra, árboles aserrados, telefonía celular, buses, busetas, camionetas y demás, el costo del paro para su financista puede superar otro millón. A mayor número de personas, y número de días, mayor el presupuesto a ser financiado. ¿Qué organización social dispone de presupuesto para estos menesteres?
¿Qué organización social tiene como propósito el golpe de estado? ¿A quién beneficia directamente el estado de conmoción? ¿A quiénes beneficia que el diésel sea más barato que en los países vecinos?
El alto costo del caos
Las respuestas apuntan siempre a los mismos personajes. Los que ganan con el caos, con la informalidad, con el contrabando, con la extorsión. Pero los que perdemos no tenemos opciones, simplemente perdemos.
En otras palabras, no sabemos convivir. No somos un solo pueblo, de múltiples colores, de creencias diferentes, de todas las preferencias posibles, que busca la misma meta, el bienestar para todos. No nos interesa ser una sociedad de bien, una sociedad de paz, una sociedad diversa que lucha por mejoras en el bienestar de todos. Por lo menos, no hay señales de que sea así.
Han pasado más de 50 años de la implementación de la política de subsidios a los combustibles (Gobierno presidido por Rodríguez Lara, 1974). Más de dos generaciones juntas y no hemos aprendido nada como sociedad. En esencia, no queremos ser democráticos o no sabemos serlo. Los políticos nos han engañado siempre; los gobiernos no buscan, y algunos no han tenido opción, aplicar políticas públicas adecuadas. Las empresas se cubren los sobrecostos, los consumidores siempre pagamos la cuenta y los vulnerables seguirán siendo desatendidos.
Una democracia que no termina de aprender
La democracia no se entiende. Solo votamos porque es obligación. No colaboramos ni cumplimos con nuestras obligaciones para poder exigir con dignidad los derechos, como el de protestar. Protestar es un derecho, pero debe ser argumentado y sin violencia, sin afectar a otros, a los que no están de acuerdo o que tiene otros argumentos. Eso es democracia.
Sin embargo, parecería que la mayoría de la población está de acuerdo con la eliminación del subsidio generalizado al diésel y apoyan la focalización del mismo, pues los resultados son perversos: se beneficia a los que no necesitan. Entonces, existe un grupo que no entiende ni comprende por qué se deben eliminar los subsidios generalizados y a cambio de ello implementar la focalización. O simplemente no quieren entender ni comprender, porque su meta es otra. Me parece que las organizaciones indígenas están secuestradas por ciertos grupos, ciertos dirigentes, ciertos zánganos que se introducen en las protestas y distorsionan el verdadero propósito de ellas.
El acceso a la educación primaria, secundaria, tecnológica y superior ha mejorado el proceso de entendimiento y comprensión de la mayoría. Pero, lamentablemente, existen grupos que, a pesar de haberse formado en las universidades del país e inclusive en otros países, no logran que su proceso reflexivo les enrumbe al dialogo, con resultados consensuados o discutidos con argumentación.
El diálogo como camino al verdadero cambio
Los hechos lo dicen claramente: siguen azuzando a las comunidades y a las bases para protestar violentamente, en lugar de apoyar el proceso democrático y a sus representantes en los poderes del estado. No han consolidado las bases políticas de su movimiento, ni a través del voto y de sus representantes hacer oír su voz en la asamblea, en el gobierno central, en los gobiernos seccionales. Me refiero al hecho actual, a la protesta violenta, y quisiera entenderla bien. Ésta no es un derecho, es una aberración de un grupo que vive de crear el caos, son los zánganos, como los llamo. ¿Por qué no lograron mayor número de asambleístas en las elecciones de 2023? ¿Por qué no se basan en instrumentos democráticos para protestar?
Posiblemente no están listos, no están bien organizados, no están convencidos del propósito como pueblo unido. No solo es de salir a gritar el pueblo unido jamás será vencido, sino de aplicarlo en cada cosa, en el día a día, en los conversatorios, en los procesos reflexivos para lograr acuerdos políticos, no acuerdos politiqueros. ¿Qué dicen los sabios de la tribu de todo esto?
Entonces, no queda más que regresar en el tiempo, a la protesta violenta sin control de los infiltrados, los zánganos asalariados por los de siempre, que afectan a todos y crean un impacto negativo por sus costos, a todos. Sin posibilidades de diálogo, porque no presentan argumentos para refutar los que propone la administración de gobierno. Por tanto, solo queda hacer daño, crear caos, desestabilizar la exigua democracia que tenemos y esperar que en el tiempo la sociedad eclosione por sí sola.
Desde el año 1990 tengo el privilegio de formar jóvenes en el área de la economía. Muchos dirigentes políticos han compartido el aula, han reflexionado sobre las políticas públicas. Algunos han mejorado sustancialmente su proceso reflexivo (una materia en toda la carrera no es suficiente). No hablo de adoctrinamiento, hablo de fundamentar su posición o sus puntos de vista, defendiendo como propias sus ideas y aceptando mejores argumentaciones, si fuese el caso. Esos profesionales ¿dónde están? ¿Por qué no están en la cúpula directiva? ¿Cuál es el proceso de selección de los posibles dirigentes? ¿Existe alguna posibilidad diferente a usar la protesta violenta, con cierre de carreteras y lanzamiento de objetos?
Nuevamente vienen a mi mente algunas respuestas obvias y otras no tanto. Hay un claro obstruccionismo de la política tradicional, caracterizada por la corrupción y el abuso de poder. Así, nunca se superarán los escollos y será muy difícil crecer como una sociedad democrática.
¿Estamos esperando una catarsis de los políticos?
Me uno a Gabriela Mistral, quien nos ilustra con sus pensamientos, “Dame señor la fuerza de las olas del mar, que hacen en cada retroceso un nuevo punto de partida”. Por ello, debemos pensar en cómo aprender de lo que nos sucede hoy, para encontrar siempre otras formas de hacer oír nuestra voz, presentar argumentos, reflexionar, consensuar y lograr acuerdos duraderos.
Eso es ser ¡un pueblo unido. Y este, así, ¡jamás será vencido!
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Buenas noches Pablo. Excelente exposición y realmente nos falta muchísimo en educación crítica pero con base y argumentos. Los políticos son chupa sangres despiadados y sin conciencia.
Creo que demos educar sobre democracia, convivencia y ética en las escuelas. En un par de generaciones habría cambiado el pensamiento irracional por uno más reflexivo.
Muchas gracias Pablo, en mucho coincidimos. Nos corresponde a quienes insistimos en el camino de la educación, a no decaer y seguir analizando las causas; pero, especialmente las soluciones, netamente y racionalmente académicas.
Gracias.