Para España, el 2025 ya es el año más catastrófico, a nivel de incendios, del siglo XXI, a falta de menos de veinte días para terminar el verano.
Se estima que los incendios ya han consumido más de 350.000 hectáreas de bosques, en más de 200 conflagraciones, solamente desde el 7 de agosto. Estos incendios se han concentrado en el noroeste del país y, según los datos recogidos hasta fines de agosto, aún permanecen activos 40 de ellos en Galicia, Asturias, Extremadura y Castilla y León, y han provocado 7 muertes y la evacuación de 30.000 personas. Sin embargo, este no es un problema nuevo para España; es algo que viene sucediendo desde hace décadas.
Factores clave
El cambio climático es un factor clave, ya que las temperaturas globales aumentan y los veranos son más fuertes y calurosos, lo que incrementa la amenaza. Por su parte, los fuertes vientos de esta época permiten a las llamas propagarse fácilmente por la seca vegetación.
Pero, además, hay responsabilidades y falta de vigilancia. En medio de las altas temperaturas y el riesgo, un 80% de los incendios son provocados por las personas, que ignoran las medidas especiales para la época como las prohibiciones de prender fuegos para cocinar al aire libre, entre otras. En ocasiones, son intencionales, y terminan consumiendo miles de hectáreas de bosque, casas y otras edificaciones. Por eso, ya van más de 30 detenidos desde junio y se ha investigado a más de 90 personas por su presunta responsabilidad.
El abandono del campo y la poca productividad agrícola también tienen que ver con los incendios, ya que permiten que prolifere la vegetación comúnmente conocida como maleza, plantas secas que se queman con facilidad y aumentan el grosor de la capa de vegetación que alimenta las llamas.
En poco más de una década, España ha sido el país más afectado de Europa por las sequías y fuertes olas de calor. Se calcula unas 119 muertes y más de 500.000 hectáreas afectadas. Se ha identificado falta de prevención y de responsabilidad de la población ante la amenaza.
Afortunadamente para la península ibérica, las temperaturas han disminuido y una masa de aire llegada desde el Atlántico ha aportado una breve ayuda. No obstante, los incendios y la amenaza se mantienen, principalmente por las ráfagas de viento y lo seco de la vegetación, por la falta de lluvias.
Lecciones para aprender
También en la península ibérica, a raíz de los devastadores incendios, principalmente los del 2017, Portugal se vio obligado a adaptarse y tomar medidas que ahora sirven de modelo para otros países. Se ha venido trabajando en programas de concientización y difusión de información para la prevención y para saber cómo actuar en caso de fuego cercano a zonas residenciales. Además, se han instalado sistemas de vigilancia para identificar el fuego rápidamente, así como a los posibles responsables.
Además, Portugal ha cuadruplicado su presupuesto para combatir incendios y es el país con más bomberos voluntarios. Una medida de especial interés para analizar ha sido el de pequeñas quemas controladas en baldíos donde crecen plantas que se queman fácilmente y propagan los incendios. De ese modo, las llamas se quedan sin vegetación sobre la cual expandirse.
También hay un plan para aprovechar el problema y reemplazar especies insertadas como el eucalipto, el cual desplaza y amenaza a las especies nativas. Se está sembrando alcornoques, madroños o castaños y los expertos señalan que la mezcla de especies da lugar a bosques más resistentes a los incendios.
Tanto en la península ibérica como en Ecuador y otros países sudamericanos, el eucalipto domina los bosques. Nuestro país no es ajeno a esta amenaza, ya que también ha sufrido importantes pérdidas de vegetación por incendios, especialmente el año pasado. Estas experiencias ibéricas nos muestran la importancia de los sistemas de vigilancia, control, concientización y medidas para prevenir y mitigar los riesgos.
Ecuador no puede esperar a que nuevas emergencias lo sorprendan. La experiencia de España y Portugal demuestra que la prevención, la vigilancia y la reforestación estratégica son la única salida para reducir riesgos. El país necesita transformar la forma en que gestiona su territorio y sus bosques, porque la próxima catástrofe no es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo.
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