Una vía es el gasto corriente, a través de la cual, sobre todo, tiende a aumentar el piponazgo estatal, pues, es el espacio presupuestario en donde los favores políticos y la colocación laboral -se la necesite o no- de los levanta banderas de los partidos y movimientos que, cuando obtienen el puesto añorado, en muchos de los casos, tienden a no hacer nada convirtiéndose, así, en verdaderos paquetes laborales que lo único que hacen es exprimir negativamente, hasta la última gota, los ya, de por sí, escuálidos recursos públicos que, por el origen de su financiamiento, pertenecen a todos los ecuatorianos.
Incluso, por notas de prensa registradas, esta situación se vuelve más grave cuando, por el peso político que tienen los nuevos contratados, ni siquiera asisten a trabajar y/o son el medio perfecto para que, los caciques que les emplearon, empiecen a cobrarles diezmos por el favor recibido.
La otra vía, en cambio, está relacionada con el denominado gasto de inversión que, por su característica contable y destino, es el gran pretexto para poner en acción, maliciosamente, los sobreprecios, la oscura aplicación de las compras públicas y, también, la construcción de la obra pública con estándares de pésima calidad que, luego, cuando, por ejemplo, vienen crudos inviernos -como los que, a comienzos de 2025, están ocurriendo-, salen a la vista los desperfectos producto de la construcción de una infraestructura que, debido a la corrupción imperante, fue realizada bajo acuerdos opacos entre los contratantes involucrados; ya que, las coimas entregadas, al final -en la mayoría de los casos-, como la historia lo ha demostrado no las pierde el contratista privado debido a que, bajo acciones de compensación, busca compensar la disminución inicial de sus ganancias con materiales de dudosa calidad y una serie de mañas de la construcción dirigidas a disminuir al máximo la pérdidas que puede ocasionar el peaje pagado a los funcionarios públicos corruptos vinculados a la obra pública ejecutada.
Esto que se acaba de describir, siendo optimistas, debería ser atacado, como una propuesta para la corrección inmediata, por parte de los candidatos que, ahora, están compitiendo para llegar a Carondelet luego de las elecciones del próximo 13 de abril.
En definitiva, el momento que, quienes gestionan los recursos estatales -desde el gobierno central y los gobiernos autónomos descentralizados (GAD)-, busquen eliminar -no es fácil, pero hay que hacerlo- las malas prácticas anidadas por años en la gestión del gasto corriente y de inversión, además de ayudar al sostenimiento en el largo plazo del modelo monetario de la dolarización, también permitirá que haya el financiamiento suficiente para satisfacer las necesidades sociales básicas a tiempo y con estándares altos de calidad.
Finalmente, a pesar de lo ocurrido en el último debate presidencial del 23 de marzo en donde, más que propuestas, predominaron las ofensas de lado y lado, no hay que perder la esperanza de que los candidatos Noboa y González -pensando en orientar con sinceridad y ética al electorado que buscan mantener y al nuevo por captar- den señales en los días que faltan, hasta el 13 de abril, sobre lo que tienen previsto implementar para mejorar sustancialmente la gestión de las finanzas públicas que, más que simples registros contables, son una herramienta poderosa para hacer realidad los objetivos clave de desarrollo de una nación que, en última instancia, buscan mejorar el bienestar socioeconómico de las personas y la familias.
Esto, gracias a que hay oportunidades laborales para tener un ingreso digno y, al unísono, también existe el predominio de un entorno en donde hay salud, educación, vivienda y seguridad para la vida pacífica que, en los últimos tiempos, es lo que más desean los ecuatorianos y ecuatorianas.
Todo esto se plantea, como parte de los retos gubernamentales, porque ¡Un Ecuador Mejor, Sí es Posible!
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