El premio NOBEL se conoce formalmente como Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas, en memoria de Alfred Nobel. El banco central sueco lo estableció como un homenaje a Nobel, el empresario y químico del siglo XIX que inventó la dinamita y estableció los cinco Premios Nobel. Los primeros ganadores fueron Ragnar Frisch y Jan Tinbergen en 1969.
Aunque los puristas del Nobel subrayan que el premio de economía técnicamente no es un premio Nobel, siempre se entrega junto con los otros el 10 de diciembre, el aniversario de la muerte de Nobel en 1896.
En la edición 2024, el premio fue otorgado a tres economistas Daron Acemoglu (MIT), Simon Johnson (MIT) y James A. Robinson (U de Chicago) por sus estudios empíricos y teóricos que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones y las nuevas estrategias para entender la desigualdad.
La academia sueca destacó que “el 20% de los países más ricos del mundo son 30 veces más ricos que el 20% más pobre. La brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres también es persistente; aunque los países pobres han ganado en riqueza, no están alcanzando a los más prósperos”[1]/.
El tema no es nuevo, pero lo nuevo es la convincente evidencia que explica esa brecha: las diferencias en las instituciones de una sociedad. “Las sociedades con principios de derecho débiles e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para bien”. Aparentemente es “las diferencias en la prosperidad de los países es por las instituciones sociales que fueron establecidas durante la colonización”[2]/.
En varias oportunidades he analizado este tema de la institucionalidad, fundamental para el desarrollo del país como sociedad moderna y he llegado a puntualizar que por la falta de ella estamos como estamos. Han pasado más de 500 años y tenemos la misma institucionalidad.
Los gobiernos populistas han hecho una tabla rasa de la institucionalidad con el propósito de mantenerse en el poder económico y político, deformando el verdadero sentido de la democracia. Ésta tiene como fundamento la escogencia, en las urnas, de un modelo de gestión pública que favorezca la convivencia y mejore el bienestar de la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, lo que tenemos hoy por hoy los ecuatorianos, es una democracia disfrazada, no convivimos, no decidimos, los gobiernos de turno has sido sectarios y han dado opciones solo a sus partidarios, promotores, financistas y votantes registrados, dejando al resto de la población en la indefensión. El interés personal ha primado el interés de la sociedad. Sin institucionalidad.
El Premio Nobel de Economía nos vuelve a recordar cuán importante es la institucionalidad, base de la democracia y soporte del desarrollo sustentable.
La migración es un buen ejemplo. Los ecuatorianos que emigran, entre otras cosas, lo hacen porque se sienten indefensos de la institucionalidad para encontrar empleo, satisfacer sus necesidades básicas y prosperar. Se sienten desprotegidos de la ley y la norma para hacer valer sus derechos, pues la corrupción enquistada en todas las entidades requiere el pago previo para cualquier proceso jurídico de la persona. Por ello migran, por cansancio. Encuentran sociedades donde el ejercicio de los derechos y responsabilidades se fundamenta en la institucionalidad inclusiva. Por eso allá progresar y mejorar su bienestar, mientras que acá hay que seguir sobreviviendo.
Un segundo ejemplo, que está muy de moda, es el sector eléctrico. Donde ha estado la institucionalidad de soporte para evitar las inversiones fraudulentas en proyectos que hasta ahora no funcionan. Ésa, la Contraloría General del Estado, no debió permitir todos los actos de corrupción de las entidades del estado involucradas. Los populistas borraron la institucionalidad a propósito para facilitar sus fechorías. Quien se suponía debía ser el adalid del proceso, el contralor, hoy está preso por corrupción comprobada. Pero no en Ecuador, pues no hay institucionalidad, sino en Estados Unidos.
Un tercer ejemplo. La Administración Biden retiró las visas para ingresar a territorio norteamericano a los dos prontuarios de la justicia ecuatoriana y sus familias. El hablador salió a las redes sociales, que le permiten, a protestar porque según él es una infamia que se hayan metido con la familia. Esto es inaudito. ¿Cuándo llevó al país a la situación actual, no se metió con nuestras familias? Por supuesto y no solo con las familias actuales sino las futuras generaciones. Inaudito. ¿en que se respalda la Administración Biden para tal acción? En la Institucionalidad, no en el Presidente.
De regreso al estudio que generó el premio Nobel, ellos concluyen que la diferencia no está en la geografía, ni en la cultura sino más bien en la fortaleza de sus instituciones que sean inclusivas y no extractivas. Las primeras crean beneficios a largo plazo para TODOS, las segundas son las que proveen ganancias a corto plazo para los que están en el poder. Más claro no cantó un gallo. Eso nos ha pasado desde inicios del siglo XXI.
Así mismo la evidencia presentada señala que “los países que se democratizan, a partir de un régimen no democrático, al final crecen unos ocho, nueve años más rápido que los regímenes no democráticos. Ese es un crecimiento sustancial”. Nuevamente hemos vivido un régimen totalitario, disfrazado de democracia, pero sin institucionalidad; más bien, Presidencialista.
La batalla no está perdida, todavía, debemos construir institucionalidad y que ésta sea inclusiva, para TODOS. La concentración de poder causa desigualdad y corrupción pues los intereses son personales. Hay que repensar nuestras estructuras políticas, económicas y sociales. Las decisiones de política pública deben reflejar la solución a los problemas estructurales y coyunturales que impiden satisfacer las necesidades básicas y las aspiraciones de la sociedad en su conjunto. Esto estabilizará democráticamente al país pudiendo garantizar un futuro sostenible y equitativo para todas las generaciones actuales y futuras.
La institucionalidad tan venida a menos, intencionalmente para favorecer el fraude y la corrupción, necesita rehacerse, reestructurarse sobre la base de una nueva Constitución que incluya una redefinición del Estado, la sociedad civil y la academia.
No nos dejemos engañar, es indispensable nuestra institucionalidad. No lo digo Yo, lo dice la Academia Sueca al premiar la investigación y sus novedosos resultados.
[1] / https://www.infobae.com/america/mundo/2024/10/14/en-vivo-la-real-academia-sueca-anuncia-el-premio-nobel-de-economia-2024/. Consultado 15/10/2024.
[2] / Ibid.
🛑 La institucionalidad debilitada, diseñada para favorecer el fraude y la corrupción, debe reestructurarse 💪. Se necesita una nueva Constitución que redefina al Estado, la sociedad civil y la academia 📚. Pablo de la Torre de @uasbecuador lo analiza en
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