Por Javier Vázquez
Los problemas de salud mental han cobrado mayor visibilidad en los últimos años gracias a que figuras públicas como deportistas, cantantes o actores han compartido sus propias experiencias. Casos como la de la medallista olímpica Simone Biles, que públicamente manifestó sufrir twisties, una especie de bloqueo mental que impide realizar correctamente las rutinas en gimnasia; o el exfutbolista David Beckham, que contó su padecimiento de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
Estas historias muestran que nadie está exento de enfrentar complicaciones de salud mental, independientemente de su éxito o estatus económico, y así han ayudado a visibilizar la importancia de recibir tratamiento adecuado a través de especialistas.
Investigación en salud mental en Ecuador
Según explica el doctor Víctor Manuel López, coordinador del grupo de investigación Allikay (significa bienestar en Kichwa) de la Universidad Técnica Particular de Loja, las circunstancias que se experimentaron durante la Covid-19 “pusieron de manifiesto la importancia de la salud mental”. Según la Asociación Americana de Psicología (2010), gozar de una buena salud mental equivale a que la persona tenga una imagen positiva de sí misma, que cuente con buenas relaciones interpersonales, tome buenas decisiones y afronte los desafíos que se presentan a lo largo de la vida en las diferentes áreas sociales.
“Algunos tratan de separar lo mental de lo físico, pero van de la mano. Cuando hablamos de salud, estamos hablando de que indudablemente lo psicológico (conductas, pensamientos y emociones) también repercuten en el plano físico y viceversa”.
Víctor Manuel López encabezó uno de los estudios más extensos realizados sobre salud mental en Ecuador, denominado “Modelo transdiagnóstico del consumo de alcohol y salud mental en Ecuador”, llevado a cabo junto al Ministerio de Salud Pública.
La investigación pone de relieve una significativa brecha de género en aspectos de la salud mental, revelando que, en comparación con los hombres, las mujeres presentan niveles considerablemente más altos de depresión, estrés percibido, inflexibilidad psicológica y soledad.
El investigador señala que el estrés percibido “constituye uno de los problemas más graves para los ecuatorianos y latinoamericanos”. Explica que este tipo de estrés surge cuando las exigencias del entorno superan lo que las personas creen que pueden manejar, llevando a una sensación de impotencia y desesperanza que podría desencadenar una depresión ya que sienten que no tienen control sobre esas situaciones. Por ejemplo, incremento de la delincuencia, desempleo y cambio climático.
Durante la pandemia se observó un aumento considerable en el consumo de diversas sustancias como alcohol, tabaco y marihuana. El doctor López señala que “sin lugar a dudas el consumo de alcohol se ha elevado, siendo los jóvenes los principales consumidores”. Se ha registrado un notable incremento en el consumo de tranquilizantes y ansiolíticos sin receta médica, al punto de que ahora su consumo supera al de la marihuana. Estos medicamentos, destinados al tratamiento de la ansiedad y otros trastornos emocionales, están siendo combinados con alcohol por parte de los jóvenes, una práctica altamente riesgosa “que representa una potencial bomba de tiempo”, concluye López, subrayando la gravedad de esta tendencia.
Ley de Salud Mental
A principios de 2024, tras 10 años de estar represada, la Asamblea Nacional aprobó la Ley de Salud Mental cuyo objetivo es promover, regular y garantizar el pleno ejercicio del derecho a la salud mental de las personas en todo su ciclo de vida, bajo un modelo comunitario de atención integral.
Para el investigador Byron Bustamante, miembro del grupo de investigación Allikay, los 10 años de espera para aprobar la Ley de Salud Mental fueron excesivos, especialmente dada la abundante evidencia sobre su necesidad. La pandemia aumentó la visibilidad de la salud mental en la sociedad. A modo de ejemplo, Bustamante señala que durante el confinamiento, algunos padres descubrieron que sus hijos consumían drogas al observar signos de abstinencia. Además, menciona que las últimas campañas electorales estuvieron marcadas por una destacada atención a temas de consumo de drogas.
A falta del reglamento para la Ley , Bustamante indica que este cuerpo legal ayudará a mejorar la organización de los servicios de salud mental en todos sus niveles. Destaca elementos como la certificación de los trabajadores de salud mental, esencial para establecer una cultura profesional ya consolidada en otras profesiones como la Medicina.
“Estamos presenciando el traslado del modelo biomédico tradicional, el cual se centra en la hospitalización y el uso de psicofármacos, hacia un modelo biopsicosocial o comunitario. En este nuevo modelo, el psicólogo no se limita a trabajar detrás de un escritorio sino que participa activamente en la comunidad, actuando como un servidor de salud más”, concluye el investigador, señalando este avance como un cambio significativo.
Según la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) deben existir 23 especialistas en salud mental por cada por 10 mil habitantes, y en nuestro país existe una brecha de cerca de 2.056 profesionales en primer y segundo nivel de atención entre los que están psicólogos, psiquiatras, enfermeras, especialistas en salud mental, trabajadores sociales y médicos familiares. “Lamentablemente en el país hay muy poco presupuesto para salud mental. No llega ni al 2% del presupuesto, y de ese la mayoría se utiliza para el ámbito hospitalario y muy poco en prevención”, señala Bustamante.
El experto destaca la necesidad urgente de abordar los problemas de salud y desarrollo psicológico en la población joven del país. “La falta de acción en este momento crucial de sus vidas puede tener consecuencias irreversibles para su desarrollo físico y cognitivo”. Subraya la importancia de implementar políticas preventivas, especialmente en contextos con multivulnerabilidad potenciadas por la pobreza, el desempleo y los efectos residuales de la pandemia.
De acuerdo con la OMS, el número de personas que acceden a tratamientos de salud mental en países de ingresos medios o bajos es extremadamente bajo: representa menos del 5 %. Lo que significa que el 95 % de las personas con algún trastorno mental no se atienden. Una de las mayores barreras para acceder a tratamientos de salud mental es su costo elevado. Algunas iniciativas que Bustamante destaca es el aporte de los gobiernos locales, como el del Municipio de Quito, que en el contexto de su Plan de Prevención del Suicidio ha implementado una línea gratuita de atención telefónica.
El investigador reflexiona sobre el dilema central: “¿Cuál es el reto? Se debe considerar reparar los efectos negativos originados por el modelo de desarrollo económico. La curva de la felicidad en forma una U”, explica, con picos de felicidad en la adolescencia y en la jubilación. Esto indica que las personas en edades económicamente productivas enfrentan cada vez mayores problemas de salud mental. Sugiere que las personas “invierten excesivo tiempo en su rol laboral, enfrentando costos colaterales significativos”, señala Byron. “¿Qué implicaciones tiene esto para los niños en desarrollo y para los adultos mayores? ¿Cuál será el futuro de aquellos que actualmente están en sus años más productivos cuando envejezcan?”, se cuestiona.
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