El 11 de marzo de 2020, es el día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente el inicio de la pandemia global COVID-19 que, para este 2023 -en la línea histórica del tiempo-, continúa vigente hasta cuando la OMS -así como declaró su inicio- también declare el fin de la pandemia que, entre oportunidades y amenazas, ha generado sendos coletazos multidimensionales que, multiplicados, han hecho que la vida del ser humano sea una antes y otra después del inicio oficial de la pandemia.
De ahí, luego de tres años pandémicos que han marcado un cambio significativo en la realidad de la vida humana y, además, considerando un nuevo escenario temporal -totalmente distinto al del miedo e incertidumbre de inicios de 2020- con más información explicativa de lo que es estar en pandemia, un mayor control sanitario y una vacunación masiva de personas a nivel mundial; surge como prioritaria la necesidad de que, ahora en 2023, mediante la interacción efectiva de los gobiernos, empresas privadas, academia y, en definitiva, de todas las organizaciones y personas que habitan las diferentes naciones del mundo se logre un proceso de actuación sinérgica orientado a cubrir tres momentos.
Primero, es vital que se responda la pregunta: ¿Qué mismo ha sucedido en las multidimensiones de la vida planetaria luego de tres años de pandemia?, siendo clave para ello la recolección, procesamiento y análisis de data cuali y cuantitativa confiable que, por su fuerza del origen científico, contribuya a dar señales correctas sobre los puntos hacia donde se deben focalizar las acciones estratégicas que, sistémicamente, ayuden a recuperar lo perdido por la pandemia y, luego, a ir construyendo el sendero de un futuro mejor, en donde se imponga la búsqueda del bienestar humano y el de los demás seres vivos y, así, la vida en este planeta Tierra se vuelva más justa, solidaria, productiva, sostenible, equitativa e inclusiva.
El segundo momento, con la data confiable recogida en el primer paso, en cambio se deberá dirigir a enfrentar desafíos que, desde la presunción hipotética, es muy probable se dirijan a ámbitos como: mayor preocupación por la seguridad sanitaria; vigencia de formas híbridas -físicas y digitales- de relación entre personas y organizaciones; fortalecimiento de la digitalización, acelerada explosivamente por la pandemia; acciones para frenar, debido entre otras causas a las largas horas de encierro, la violencia intrafamiliar y, también, el deterioro de la salud mental de las personas; regularización de nuevas formas de movilidad y de relación por la intensificación de bienes y/o servicios bajo la modalidad de a domicilio; recuperación de la asociatividad entre vecinos que afloró, en los encierros obligados, para abastecerse de productos; acciones para contrarrestar la profundización de las brechas sociales, económicas y tecnológicas que, con los efectos pandémicos, acrecentaron la situación de desigualdad entre seres humanos; enfrentar con propuestas multidimensionales a un miedo e incertidumbre personal y social que, luego de tres años, en diferentes grados, se ha mantiene desde 2020; rediseño arquitectónico de hogares y oficinas -antiguas y las nuevas que se construyan- que sean capaces de afrontar momentos de encierro que, en el futuro, se podrán repetir por diversas causas; mayor incidencia con educación financiera sobre la importancia de la liquidez financiera familiar y organizacional como medio para protección en situación de bajos ingresos producto de crisis multicausales; mejoramiento de la conectividad digital convertida y visibilizada por la pandemia como un servicio básico para sobrevivir en momentos críticos y, también, para adaptarse a una economía que, cada vez, depende del buen uso de las TIC con carácter inclusivo; reconocimiento y acción pro relevancia de los medios de comunicación -de todo tipo- para orientar y no asustar al momento de vivir en la sociedad épocas -como la pandémica- que requieren de información confiable para actuar y tomar acertadamente decisiones personales, familiares y organizacionales; fortalecimiento del rol del gobierno central y de los locales al momento de poner en acción -con la Ley en la mano- un conjunto de políticas públicas que sean capaces de reaccionar de forma adaptativa a situaciones complejo y de difícil gestión; mayor preocupación por fortalecer la salud personal, familiar y pública como escudo protector de una población que sea capaz de defenderse y recuperarse de situaciones difíciles como la pandemia; la recuperación de la preocupación, a todo nivel, por lograr las metas de la Agenda 2030 planteada por Naciones Unidad; entre otras más que, en medio de oportunidades y amenazas, se van convirtiendo en los desafíos que esperemos ya puedan ser llamados “pos pandémicos”, luego de que la OMS declare oficialmente el fin de la cruel pandemia Covid-19.
Y, claro, para que se haga realidad lo anterior, como parte del tercer momento de actuación sinérgica, es vital el destino de fondos globales, más de los países individuales y también de cada persona -de acuerdo a sus posibilidades de aporte- que bien orientados -bajo criterios de eficacia, eficiencia y ética- contribuyan, de forma directa, a la reactivación de la vida humana que, con una pandemia y luego con una guerra rusa-ucraniana no programadas, ha cambiado significativamente su rumbo; imponiendo, de esa manera, un conjunto de desafíos que por su carácter complejo requieren ser atendidos desde diferentes ámbitos y desde la óptica de diferentes disciplinas y actores de origen global, regional, nacional y local.
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