Mucho se ha dicho sobre el impacto de la pandemia en el planeta. Desde los informes más optimistas que afirman que el confinamiento ha logrado disminuir el consumo, hasta los más pesimistas que sostienen que nada positivo puede emerger de esta situación.
Lo cierto es que la pandemia por el COVID-19, que golpeó al mundo a finales del año 2019 y que sigue presente hasta la actualidad, ha representado un gran problema no solo a nivel económico y sanitario, sino también ambiental.
En este contexto, el entorno natural, con todos sus componentes químicos, físicos y biológicos con los que interactuamos día a día, nos hace preguntarnos, ¿cuál es el impacto (positivo y negativo) de la crisis del coronavirus para el medio ambiente?
Queremos empezar, partiendo de lo positivo, de las oportunidades que, desde el punto de vista medio ambiental plantea un escenario más allá de la pandemia:
Reducción de las emisiones de carbono
Los datos son contundentes, según la Organización de las Naciones Unidas (2021) las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), el principal gas de efecto invernadero que se emite a raíz de las actividades del ser humano o conocidas como antropogénicas, así como las emitidas de carácter u origen natural, habrían disminuido hasta en un 17% por un corto tiempo debido a las restricciones y medidas de confinamiento.
Movilidad
La crisis motivada por el coronavirus favoreció a una transición acelerada hacia una movilidad más sostenible.
En este sentido, el confinamiento realizado en muchos países alrededor del mundo representó un respiro para el medio ambiente, reduciendo por unos meses la emisión de gases de efecto invernadero. En este tiempo hubo menos vuelos, una disminución del tráfico, además de calles menos transitadas por personas y un menor uso de fuegos artificiales en las festividades. Tan solo en China, el confinamiento, las restricciones de viajes y la paralización de fábricas y tiendas redujeron un 25% las emisiones contaminantes de dióxido de carbono.
Sin embargo, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS), en su reporte anual sobre la brecha de emisiones, indica que la desaceleración industrial debido a la pandemia de COVID-19 no ha frenado los niveles récord de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera, aumentan las temperaturas y provocan un clima más extremo, el mundo todavía está en camino a un aumento catastrófico de temperatura que supera a los 3 grados centígrados sobre los niveles preindustriales para este siglo.
Las repercusiones apuntan también a algunos efectos negativos
Entre los efectos negativos se puede destacar la contaminación acelerada por la marea de plásticos. Según la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) cerca del 75% del plástico generado por la pandemia de COVID-19, como mascarillas, guantes y botellas de desinfectante para manos se convertirá en desechos que llegarán a vertederos y mares, con un grave costo para el medio ambiente y la economía.
Tras la pandemia, las personas de todo el mundo nos hemos visto obligadas a utilizar la mascarilla, guantes, recipientes de alcohol y otros implementos sanitarios que en su mayoría son descartables y de larga degradación. Según datos de la Fundación del agua-Aquae, las bolsas de plástico, fabricadas con polietileno de baja densidad, tardan alrededor de 150 años en descomponerse totalmente, en el caso de las botellas de plástico demoran hasta mil años, esto si permanecen enterradas.
En definitiva, lo que ha servido a la población para disminuir un rebrote y detener la propagación de la pandemia por COVID-19, ha significado en el ambiente un nuevo problema que está desembocando en un incremento en la generación de residuos derivado de un elevado consumo de productos plásticos y de un solo uso.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), reporta que, desde que comenzó la crisis de la pandemia, en todo el planeta se generan cada día 1,6 millones de toneladas de basura sanitaria, que se suman a la enorme cantidad habitual de desechos derivados de la actividad humana. Lamentablemente, el hábito de consumo de plástico en el planeta es masivo y el dejar de utilizarlo o eliminarlo resulta muy difícil; por lo tanto, su consumo se vuelve cada día más incontrolable.
Aunque muchos elementos aseguran que la calidad de aire en todo el mundo es mejor debido a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono durante la pandemia, se debe tener en cuenta qué estas mejoras que, probablemente, se disiparán a medida en la que se han levantado los confinamientos y se reanuda la actividad económica. Siendo así queda preguntarse: ¿Se volverá a contaminar la atmósfera o es posible que los países apliquen programas de recuperación económica para retomar la senda de un crecimiento más sólido y más limpio, evitando de ese modo una nueva crisis sanitaria?
Es por ello, que se deben tomar muy en cuenta las actividades que pueden generar este aumento de contaminación atmosférica y de ser posible reducirlas. Con el paso del tiempo, muchas empresas y organizaciones se han enfocado en la reutilización de algunos productos hechos a base de plásticos como mascarillas, para reducir la contaminación ambiental.
Un ejemplo plausible es el de Kim Ha-neul, un joven universitario que, agobiado por los desperdicios causados por las mascarillas desechables, decidió desarrollar una solución eco – amigable derritiendo mascarillas usadas y convirtiéndolas en taburetes y sillas que llama “pila sobre pila”. Según lo detalla un reportaje de reuters.com.
Nosotros somos los principales responsables de cuidar y preservar el medio ambiente. La tarea de cuidar el planeta es de todos. Recuerden que estrategias de economía circular, reducir, rechazar, recuperar, reusar y reciclar son parte de las soluciones que se pueden aplicar.
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