Remitido por Juan de Althaus
Las evidencias materiales más antiguas de navegación en nuestro país se relacionan con la cultura Valdivia, que se encuentran en buena parte en el territorio litoral ecuatoriano. La existencia de dicha actividad en la cultura Valdivia se sitúa en el año 4200 a. C. y finaliza en el año 1500 a. C., pero la prueba está representada en pequeñas maquetas de canoa, fabricadas en cerámica, del año 2400 a. C.
Para esas épocas, se cree ya existía otro tipo de embarcación, la nave balsa, lo cual se asume por las evidencias de objetos cerámicos en la costa occidental de México, los cuales corresponden a material de la cultura Valdivia en sus etapas finales y otros de la cultura Machalilla (1800-1500 a. C.), material que llegó a dicha zona a través de la nave balsa, pues hacerlo en canoa resultaba imposible. Esto indicaría un comercio o contactos milenarios entre nuestro país con la costa occidental mexicana.
Tales contactos se mantuvieron durante los milenios posteriores. Asimismo, las similitudes entre los materiales culturales en ciertas culturas mantienen semejanzas, como son las estatuillas antropomorfas, las botellas de asa de estribo y los platos con diseños; pero a ello se suma, en el último periodo prehispánico, el llamado de Integración (500 d. C.-1700), la evidencia de turquesa, la cual fue traída desde tierras mexicanas.
La primera descripción de la nave balsa
Conocida como la “relación de Sámano”, cronista español, su relato empieza en 1525 y sobre nuestro territorio la información corresponde al año 1526. Su historia se evidencia en un documento que manifiesta el encuentro entre una nave española —construida en el mar del sur— y la nave balsa, embarcaciones que surcaban hacia el mar del sur desde nuestras costas. El corsario inglés, Sir William Dampier (1684), indica que ciertos navegantes viajaban de ida y vuelta a Lima, Panamá y el occidente de México, en cuyas travesías llevaban y traían productos, siendo la concha Spondylus la carga más preciada.
Las naves balsa de Guayaquil
Estas embarcaciones fueron construidas —y por la cantidad en astilleros prehispánicos— de tres, cinco, siete y nueve troncos, dependiendo del uso; las de mayor tamaño realizaban grandes periplos. Las mejores descripciones de esta embarcación se dan en los siglos XVII y XVIII, sobre todo de las naves balsas fluviales, que, a diferencia de las marítimas, tenían forma de una mano; las fluviales tenían su proa recta.
El corregidor Salazar de Villasante (1563) describe su viaje en balsa desde la isla Puná hasta el desembarcadero: “Van llanas por el agua, que algunas veces las baña el agua. Y los regalos y gente de respeto hacen poner unas tablas sobre unos palos atravesados, y allí van echados … y por el sol hacen un tejadillo de paja que parece la balsa una choza de pastores. Se tardan los indios tres días en subir las balsas hasta el desembarcadero desde Guayaquil, en los cuales no duermen …”.
*Publicado en Ventanales 18
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