Las caricaturas animadas de televisión son recordadas con gran cariño por su audiencia original. Sin embargo, con el paso de los años y las cancelaciones de algunos dibujos animados, se han empezado a analizar ciertos comportamientos de dichas animaciones. Actualmente con los nuevos cánones impuestos en el mundo del entretenimiento se ha determinado que varios personajes son inapropiados o políticamente incorrectos.
¿Qué es normalizar?
“Lo normal” viene de “norma”. Normalizar es subjetivar un sistema de valores e ideologías dominantes dentro de una moral social aceptada, según la época y el contexto histórico. En la sociedad moderna se “normalizaba” a un sujeto en base a practicas disciplinarias que se aplicaban a los cuerpos sexuados con rigor y autoridad. La familia lo hacia según el dispositivo edípico, según Freud, y la escuela y la sociedad lo hacia según los poderes y saberes instituidos por poderes coloniales desde el siglo XVII en adelante, según Foucault. Estos dispositivos disciplinarios han quedado desplazados por modalidades más sutiles, pero, a la vez, más poderosas de control social. Hoy el control no es tanto sobre los cuerpos, que quedaron “liberados” desde las revoluciones culturales de los años 60 del siglo pasado, sino sobre las mentes, y las voluntades. El nuevo poder es algorítmico en el contexto de un capitalismo de la atención y de datos.
¿Qué es la incorrección política?
Desde la llamada posmodernidad o modernidad líquida la política ya no es cuestión de partidos políticos solamente, sino de actitudes, discursos y gestos. Pasó de ser tarea de gente profesional (los políticos) ha ser practicada por la gente que se auto denominaba progresista. Desde la critica feroz contra el humanismo antropocéntrico, masculino, colonial y blanco, la misma modernidad y sus instituciones disciplinarias fueron llevados al banquillo de los acusados. El racismo, el machismo, la explotación laboral, el abuso de los ecosistemas naturales, el mal trato a los animales, etc., forman parte de la nueva agente de luchas micropolíticas de multitudes organizadas por ongs, movimientos sociales y culturales y agenciamientos subjetivos en redes.
Todo discurso, o practica social e individual que no se perfile dentro de estos nuevos intereses, será acusado de incorrección política, inadecuado, e intolerado.
¿Volvemos a los manuales de Carreño?
No exactamente, ya no estamos en una era victoriana. Sin embargo, la intolerancia radical, emotiva y muchas veces acrítica de algunos sectores posmodernos, no dejan de tener un “tufillo” metafísico. Es decir, vuelven a erigir banderas y batallas que revelan posiciones inflexibles, dogmáticas, y esencialistas.
¿Pueden las caricaturas normalizar comportamientos violentos o dañinos para los miembros de la sociedad?
Me temo que pensar eso es caer en un conductismo social, o en un darwinismo cultural. Si bien ha sido verdad que los hábitos, las practicas y las costumbre son el resultado de sedimentaciones ideológicos que ocultan la negatividad y el daño que ellas transmitían consciente o inconscientemente a los sujetos humanos, existían la educación y el pensamiento crítico que son antídotos para no creerse todo lo que se ve y consume. La modernidad y el humanismo también tenían herramientas contra los excesos, las mentiras y los abusos, y sobre todo, una capacidad de deliberación y discernimiento, como para no creer que Tom y Jerry me iban a traumar o que sería “normal” golpear a alguien con un martillo. Un consumo cultural como las caricaturas podían ser recibidas como lo que eran, caricaturas. Prevenir eso con prohibiciones y censuras es infantilizar a un espectador y a toda la sociedad.
¿Las nuevas generaciones son mas críticas del tipo de contenido que se consume o están exagerando como dicen algunos?
Depende como concebimos la crítica. Por lo general en filosofía el pensamiento crítico proviene del análisis sobre las capacidades de la razón para llevarnos a la verdad, y para ello se necesitaban de criterios previos, reflexividad y una gran capacidad de observación desprejuiciada. No creo que sean estas pautas las que se aplican en los juicios de los denunciantes actuales. Hay cierto pathos gozoso en esas “críticas” extremas, y una pobreza interpretativa sobre las realidades o productos que enjuician, sobre todo cuando se toman la parte por el todo, y el todo siempre es inacabado, cambiante, inefable.
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